Sed de Dios
Dennis Edwards
Estaba leyendo el Salmo 102 y encontré la frase: «Soy parecido al pelícano del desierto»[1]. Me pregunté qué querría decir exactamente el salmista.
Me trajo a la mente un documental sobre la vida salvaje de África que vi una vez. El documental mostraba cómo después de las intensas precipitaciones de la primavera, se creaba un lago en lo que había sido un desierto semiárido. Los padres pelícanos llegaban, anidaban y criaban a sus pequeños junto al lago recién creado. Pero en el transcurso del verano, el lago se iba secando lentamente. Los pelícanos adultos terminaban volando con los pelícanos jóvenes que ya tenían edad suficiente para volar. Sin embargo, los pelícanos que fueron los últimos en nacer y aún no estaban tan seguros de volar se quedaban junto al decreciente lago. A la larga morían cuando el lago se convertía en desierto una vez más.
Se puede considerar que el autor del salmo describe un cuadro de su gran necesidad de contar con la ayuda de Dios; como un pelícano moribundo que necesita desesperadamente agua y ser rescatado, así buscamos la ayuda de Dios en tiempos de gran aflicción y angustia.
El pasaje me recuerda otro salmo que dice: «Cual ciervo jadeante en busca del agua, así te busca, oh Dios, todo mi ser. Tengo sed de Dios, del Dios de la vida. ¿Cuándo podré presentarme ante Dios? Mis lágrimas son mi pan de día y de noche, mientras me echan en cara a todas horas: “¿Dónde está tu Dios?”»[2] Vemos que el autor, que la mayoría de los eruditos cree que fue el rey David de Israel, compara su deseo y necesidad de Dios con un ciervo que jadea en busca de un arroyo de agua para beber. Necesitamos la presencia de Dios en nuestra vida. Necesitamos Su Espíritu en nuestro ser para que nos brinde felicidad y llene ese doloroso vacío en nuestro corazón que Él ha creado para ser colmado solo por Él.
Al que busca la presencia de Dios, el Señor le dice: «Me buscarán y me encontrarán cuando me busquen de todo corazón»[3]. Jesús dijo en el Sermón del monte: «Los que tienen hambre y sed de justicia [...] serán saciados»[4].
En el Salmo 42, el autor sigue repitiendo que su alma está abatida. Dice: «¿Por qué te abates, alma mía? ¿Y te turbas dentro de mí?»[5] Aunque el autor del salmo siente esa sequedad de espíritu, no se conforma. Clama a Dios por Su misericordia y ayuda. Le recuerda a Dios Sus promesas a Sus hijos. Dice: «Todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí»[6]. Aquí suena como si se sintiera como un hombre que se ahoga y se hunde por última vez. Pero continúa diciendo: «Pero de día mandará el Señor Su misericordia, y de noche Su cántico estará conmigo, y mi oración al Dios de mi vida»[7]. Le recuerda a Dios Su bondad amorosa y guarda la Palabra de Dios como su canción y oración en la noche.
Por último, se recuerda a sí mismo que no debe perder su esperanza en Dios y termina su canción diciendo: «Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío»[8]. Te ruego que no pierdas la esperanza en Dios si te sientes deprimido y no visualizas una solución en el horizonte. Dios te ama y resolverá las cosas como siempre lo ha hecho. No pierdas la esperanza. Invócalo con todo el corazón. Él no está lejos de ninguno de nosotros, como lo expresó sabiamente el apóstol Pablo: «Dios hizo esto para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. “Porque en Él vivimos, y nos movemos, y somos”»[9].
Levanta las manos en alabanza a Él, el Dios de toda carne. Él te ama y te cuidará de alguna manera. Confía en Él. Medita en Sus promesas, y Su Palabra será «lámpara a tus pies, y lumbrera a tu camino»[10]. Porque «el camino de los justos es como una luz brillante que brilla cada vez más hasta ese día perfecto»[11]. O como lo expresó el apóstol Pedro: «Esto ha venido a confirmarnos la palabra de los profetas, a la cual ustedes hacen bien en prestar atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día y salga el lucero de la mañana en sus corazones»[12], y tu corazón y tu mente sean iluminados por el poder del Espíritu Santo.
Y recuerda lo que escribió C. S. Lewis: «Si tenemos un deseo que nada en este mundo puede satisfacer, la explicación más probable es que fuimos hechos para otro mundo». O como ha escrito el autor de Hebreos: «Antes bien, anhelan una patria mejor, es decir, la celestial. Por lo tanto, Dios no se avergonzó de ser llamado su Dios, y les preparó una ciudad»[13].
Sigue deseando a Dios y teniendo sed de Él, y Él hará Su parte para preparar un lugar para ti[14].
Cuando termine el largo día y el viaje haya terminado,
descansaré en esa bendita morada.
Y el que amo me estará esperando,
cuando llegue al final de mi trayecto por la vida[15].
[1] Salmo 102:6 (RVR1960). Escrituras de la NVI a menos que se indique lo contrario.
[2] Salmo 42:1-3.
[3] Jeremías 29:13.
[4] Mateo 5:6.
[5] Salmo 42:5, 11.
[6] Salmo 42:7.
[7] Salmo 42:8.
[8] Salmo 42:11.
[9] Hechos 17:27–28.
[10] Salmo 119:105.
[11] Proverbios 4:18.
[12] 2 Pedro 1:19.
[13] Hebreos 11:16.
[14] Juan 14:2: «Hay muchos lugares en la casa de Mi Padre. Si no fuera así, se lo diría. Voy a prepararles un lugar.» (La Biblia de Dios para todos).
[15] De la canción «Al final del camino» de A. H. Ackley.
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