Roca eterna
Virginia Brandt Berg
El Dios viviente, nuestro Padre Dios, es quien respalda Su Palabra con Su amor, Su misericordia, Su verdad y Su poder, y uno tiene el inmenso deseo de que la gente lo sepa, y con el paso de los años, lo único que uno quiere es darlo a conocer más y más. Porque uno ha aprendido que no existe el verdadero gozo en ninguna parte, excepto estando bien con Dios y fraternizando con Jesucristo. Y en todo el mundo no hay nada más satisfactorio que servir al Señor y ver vidas transformadas por medio de Su poder.
Si quieres sentir un gozo de verdad, simplemente cuéntale a alguien la hermosa historia de Su amor, misericordia y poder para sanar, y mira cómo se transforma su vida. Luego, ¡tu corazón se llenará de gozo! Es como la canción que solíamos cantar:
Oh, dulce Salvador mío.
Tu amor perdonador ha sido libre y pleno para mí,
aunque tuviera una provisión inagotable,
más sumiso a ti anhelaría estar mi corazón.
Oh, dulcísimo Salvador,
el mundo no existe sin ti,
y un pan es comida de reyes para mí,
puesto que Tuyo soy.
Mi vida y mi todo te entrego,
para vivirla por ti, dulcísimo Salvador.
¿Podré retener los actos triviales o el oro mezquino?
No, Señor, a Tus pies me arrodillo,
oh, dulcísimo Salvador, a ti me entrego yo.
Palmer Hartsough[1]
Y ese es el clamor de tu corazón. Con los años, conforme uno va conociendo mejor al Señor, anhela dar más y más, por el gozo tan grande que se siente al andar con el Señor Jesucristo. Se va amando cada vez más Su Palabra; y yo diría que estos versículos del salmista son como mi testimonio. Presten atención mientras los leo. Si estás desanimado o enfermo en cuerpo o agotado emocionalmente, haz tuyos estos versículos. Escucha atentamente mientras Dios te habla por medio de ellos:
«El Señor es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo estaré confiado. Porque Él me esconderá en Su tabernáculo en el día del mal; me ocultará en lo reservado de Su morada; sobre una roca me pondrá en alto»[2]. ¡Y esa roca es Jesucristo!
Me encantan los himnos antiguos. Algunas de las canciones actuales son hermosas, sin embargo, estas antiguas canciones del evangelio son realmente preciosas:
Roca eterna, quebrada por mí,
deja que me esconda en ti;
que el agua y la sangre
que de tu costado herido manaron,
sean una cura doble para mi pecado,
líbrame de la ira y purifícame, Señor.
Pero el pensamiento que les quería traer de este himno es el que se encuentra en la siguiente estrofa:
Aunque llorara eternamente
y no tuviera fin mi celo,
no podría expiar mis pecados.
Solo Tú puedes salvarme.
No lo podría pagar a ningún precio,
Así que a Tu cruz me aferro.
A. M. Toplady[3]
Y así es como debes acudir a la salvación. Así debes acudir en busca de curación. Si estás enfermo de cuerpo, si estás sufriendo, el Señor hará por ti exactamente lo que hizo por mí. Oh, cómo recuerdo aquel día, todavía me late con fuerza el corazón por lo emocionante que fue. Cómo respondió Él la oración y sanó mi cuerpo de un modo maravilloso.
Han procurado decirme que el Señor ya no hace eso hoy en día, sino que el poder que se manifestó entonces fue solo para iniciar Su ministerio y dar lugar a la predicación del Evangelio. Sin embargo, Él continúa haciendo lo mismo en la actualidad y tú buscas al Señor del mismo modo en que lo hice yo. Aunque lloraras eternamente y no tuviera fin tu celo, eso no te daría esta bendición del Señor.
Has venido a la Roca eterna. Lo has logrado por medio del precio que Jesús pagó. Te aferras únicamente a la cruz, eso es todo; con el corazón recto para con Dios y tus pecados lavados en la sangre del Calvario; puedes acudir al Señor, Él está más que dispuesto a recibirte.
Él dijo que fue herido por tus rebeliones, molido por tus iniquidades. El castigo de nuestra paz fue sobre Él y al mismo tiempo dice en ese mismo pasaje que por Sus llagas fuimos curados[4].
Para cerrar quiero que presten atención a la palabra todas que aparece en el Salmo 103. Dice así: «Bendice alma mía al Señor y no olvides ninguno de Sus beneficios: Él es quien perdona todas tus iniquidades, Él que sana todas tus dolencias»[5]. Y eso incluye lo que sea que estés atravesando en estos momentos, sin importar lo que sea. ¡Dios dijo todas y se refiere a todas!
Luego sale otra vez la maravillosa palabra todas. Dice: «Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará el Señor»[6]. No importa qué problema o sufrimiento te aflige en estos momentos, simplemente toma esa pequeña palabra, ese todas. «De todas ellas le librará el Señor», y eso incluye ese inconveniente que tienes actualmente, o esa enfermedad, sufrimiento o aflicción. «De todas ellas le librará el Señor».
¡Este es un Cristo que no cambia! Si tan solo confiesas tus faltas. Como dice en Santiago 5:16: «Orad unos por otros para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho».
Que Dios los bendiga, los ayude y les dé fe; que fortalezca su fe para dar el paso de tocarlo hoy mismo. Amén. Él sigue en el trono y la oración sin duda cambia las cosas.
Texto adaptado de una transcripción del programa Momentos de meditación. Publicado en Áncora en octubre de 2017.
[1] Sweet Savior Mine, de Palmer Hartsough (1844-1932).
[2] Salmo 27:1, 3, 5.
[3] Adaptado de «Roca eterna, quebrada por mí», de A. M. Toplady (1740-1778).
[4] Isaías 53:5.
[5] Salmo 103:2-3.
[6] Salmo 34:19.
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