Resolver problemas como Dios quiere
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Quizá después que aceptaste a Jesús y Su regalo de salvación te dio la impresión de que todos tus problemas se iban a evaporar o de que al menos la vida se te haría mucho más fácil. Has percibido Su mano reconfortante y Su desvelo, pero aún se te presentan muchas de las mismas dificultades cotidianas.
Puede que increpes a Dios y le preguntes por qué pasa eso, si tú pensabas que Él iba a resolver todos tus problemas. Todavía tienes que lidiar con obstáculos, contrariedades, reveses y penas. En todo caso, aunque te parezca que la situación ha cambiado muy poco, la diferencia radica en que ahora cuentas con ayuda.
Querer es poder, dice el refrán. En cierto sentido eso es válido, pero se omite el factor más importante: ¡necesitamos a Dios! Su poder y Su fuerza nos son imprescindibles. Al pedir a Jesús que formara parte de nuestra vida recibimos junto con Él Su promesa de asistencia siempre que la requiriéramos.
De modo que si tienes dificultades económicas o trastornos de salud o te encuentras en una situación emocionalmente complicada, no desesperes. Si tienes conflictos matrimoniales o con otras personas de tu círculo, no te dejes abatir. Si te encuentras físicamente impedido, no te sumas en el desconsuelo. Si te sientes insatisfecho de ti mismo porque piensas que nunca serás tan inteligente o no tendrás tanto atractivo como quisieras, no te mortifiques. Si tus seres queridos o amigos no entienden la fe que acabas de abrazar o se muestran en desacuerdo, no pierdas las esperanzas. Jesús te ayudará a superar esas dificultades, siempre y cuando se lo permitas.
Si bien es posible que las circunstancias no cambien —al menos en lo inmediato—, Dios es capaz de ayudarte a remontarlas. Si los obstáculos no se quitan del camino, te ayudará a sortearlos, ya por arriba, ya por abajo, ya por el costado. Es posible que no elimine todos tus problemas, pero te ayudará a salir airoso de ellos.
La vida del cristiano no se vuelve más fácil, sino más ágil. Puede ser maravillosa una vez que aprendas a valerte del poder y la gracia divinas para superar obstáculos. Esas piedras de tropiezo pueden llegar a ser puntales de progreso. De materias pesadas se forjan alas. Con gracia se pueden vencer las adversidades cotidianas, las aflicciones y los avatares de la vida. Shannon Shayler
*
A veces para muchos cristianos puede ser una verdad desconcertante el que —a pesar de que ahora pertenecemos a Dios gracias a la fe en Cristo— todavía experimentamos los mismos problemas que nos atormentaban antes que fuéramos salvos. No es raro que las preocupaciones de la vida nos desanimen y nos bajoneen.
El hecho de que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento abordan de igual modo este problema indica que Dios sabe que las contrariedades y preocupaciones son inevitables en esta vida. Felizmente nos dio la misma solución que entregó tanto en los Salmos como en la epístola de Pedro. «Echa tu carga sobre el Señor, y Él te sostendrá. Jamás dejará caído al justo»[1], y «Depositen en Él toda ansiedad, porque Él cuida de ustedes»[2].
Esos dos versículos encierran varias verdades increíbles: Dios nos sostendrá, nunca nos dejará caídos y cuida de nosotros. Analizando cada una por separado, vemos primero que Dios declara tanto su habilidad como Su voluntad de ser nuestra fortaleza y apoyo, ya mental, ya emocional, ya espiritualmente. Es capaz y —lo mejor de todo— está deseoso de tornar en beneficio nuestro todo lo que amenaza con desbordarnos.
Él ha prometido que hará que «todas las cosas cooperen para el bien de quienes lo aman y son llamados según el propósito que Él tiene para ellos»[3]. Aun en los momentos en que lo ponemos en duda, Él sigue obrando para nuestro bien y Su gloria. Además prometió que no permitiría que una prueba fuera tan grande que no pudiéramos sobrellevarla con el poder de Cristo y que Él nos proporcionaría una salida[4]. Con ello da a entender que no nos dejará caídos, tal como lo prometió en el Salmo 55:22.
La tercera afirmación, «Él cuida de ustedes», nos revela el móvil que hay detrás de Sus otras promesas. Nuestro Dios no es frío, insensible o caprichoso. Más bien es nuestro amoroso Padre celestial que tiene un corazón tierno para con Sus hijos. Jesús nos recuerda que así como un padre terrenal no niega el pan a sus hijos, asimismo Dios ha prometido darnos «buenas dádivas» cuando se lo pedimos[5].
En el espíritu de pedir buenas dádivas, debemos orar primero y expresarle al Señor que oímos lo que dice en Juan 16:33, donde Jesús dice: «Estas cosas os he hablado para que en Mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, Yo he vencido al mundo». Seguidamente debemos pedir al Señor que nos indique de qué manera ha «vencido» Él nuestros problemas, nuestras preocupaciones, nuestra ira, nuestros temores y nuestra culpa.
El Señor nos revela por medio de Su Palabra, la Biblia, que podemos tener el ánimo en alto, que podemos:
1) Regocijarnos en nuestros problemas, pues Dios los hará redundar en nuestro bien: «Sabiendo que la tribulación produce perseverancia, y la perseverancia produce carácter probado, y el carácter probado produce esperanza»[6].
2) Ver nuestras preocupaciones como una oportunidad de practicar Proverbios 3:5-6: Confía en el Señor con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia inteligencia. Reconócelo en todos tus caminos y Él enderezará tus sendas».
3) Contrarrestar nuestra ira obedeciendo Efesios 4:32: «Antes sed bondadosos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo».
4) Lidiar con todo sentimiento de culpa por pecados cometidos, creyendo y actuando conforme a la verdad expresada en 1 Juan 1:9: «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad». Todos nuestros problemas se pueden solucionar si tenemos una fe sencilla en la Palabra de Dios.
Dios es mayor que todos nuestros problemas y preocupaciones juntos, y si alguna victoria hemos de obtener en nuestra vida es importante que tengamos conciencia de ello. Todo el mundo sufre con estas dificultades, porque la Biblia enseña que la tentación es común al género humano[7]. […] Si efectivamente pecamos y lo confesamos, Dios nos perdona y nos limpia.
Por eso, cada día, un paso a la vez, debemos orar para que la Palabra de Dios nos guíe, y leer o escucharla y meditar en ella cuando surjan los problemas, preocupaciones y ansiedades de la vida. El secreto de depositar las cosas en manos de Cristo no es en realidad ningún secreto: consiste simplemente en pedir a Jesús que asuma la carga de nuestro pecado original y sea nuestro Salvador[8], así como también someternos al señorío de Jesús en el día a día. Tomado de gotquestions.org[9]
*
Gracias, queridísimo Jesús, por ser nuestro gran solucionador. Viniste al mundo para resolver el mayor problema de la humanidad: nuestra necesidad de redención y salvación y el perdón de nuestros pecados. Pero no te limitaste a eso. Durante Tu vida terrenal resolviste muchos otros problemas. Cuando se acabó el vino en la boda, creaste más vino[10]. Cuando las personas acudían a Ti con enfermedades —males que padecían incluso desde hacía años— las sanabas[11]. Cuando no había comida para las multitudes a las que estabas instruyendo y todo el mundo tenía hambre, multiplicaste los panes y los peces[12]. Cuando la mujer adúltera estaba a punto de ser lapidada, con gran sabiduría, humildad y amor la salvaste y encima la ayudaste a cambiar[13].
Todos los días de mi vida te haces presente para ayudarme a resolver mis problemas. Te lo agradezco. No soy más que un ser humano. Cometo errores. A veces digo y hago cosas inoportunas, u ofendo sin querer a los demás. Por eso preciso tanto Tu ayuda.
Te ruego que me ayudes a ver los problemas como pruebas emocionantes que hay que superar; no como callejones sin salida ni como catástrofes. Dame la certeza de que estás siempre presto a asistirme y de que ningún problema es demasiado complejo para Ti. Te agradezco que te las ingenies para transformar cada conflicto o dificultad en un peldaño en el que apoyarme para hacer más progresos. Sabiendo que tienes poder para ayudarme a resolver los problemas que enfrento hoy, invoco en este momento ese poder. Amén. María Fontaine
Publicado en Áncora en agosto de 2021. Leído por Gabriel García Valdivieso.
[1] Salmo 55:22.
[2] 1 Pedro 5:7 (NVI).
[3] Romanos 8:28 (NTV).
[4] 1 Corintios 10:13.
[5] Mateo 7:11.
[6] Romanos 5:3-4.
[7] 1 Corintios 10:13 (NVI).
[8] Juan 3:16.
[9] https://www.gotquestions.org/turn-over-to-God.html.
[10] Juan 2:1-11.
[11] Mateo 12:5; Lucas 4:40.
[12] Mateo 14:15-21.
[13] Juan 8:3-11.
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