¿Qué es eso que tienes en tu mano?
Recopilación
—¿Qué tienes en la mano? —preguntó el Señor.
—Una vara —respondió Moisés.
—Déjala caer al suelo —ordenó el Señor.
Moisés la dejó caer al suelo, y la vara se convirtió en una serpiente. Moisés trató de huir de ella, pero el Señor le mandó que la agarrara por la cola. En cuanto Moisés agarró la serpiente, ésta se convirtió en una vara en sus propias manos. Éxodo 4:2-4[1]
Si vamos a llevar una vida provechosa, debemos comenzar con la pregunta que hace Dios: «¿Qué tienes en la mano?» Por muy valioso que eso pueda ser, hace falta nuestra voluntad de arrojarlo a los pies de Dios y entregárselo por completo. Puede ser algo tan importante como la vara de Moisés era para él, pero en nuestras manos, bajo nuestro dominio, puede convertirse en un refugio para la serpiente.
En la zarza ardiente, Dios encargó a Moisés que librara a Su pueblo de la cautividad que sufría en Egipto y le dijo a Moisés que arrojara su vara al suelo. La vara debía haber sido indispensable para Moisés, pues representaba la forma en que se ganaba la vida. Cuando la arrojó al suelo, de inmediato se convirtió en una serpiente de la que Moisés huyó. Después de cuarenta años de pastorear ovejas en el desierto, Moisés sabía que tomar una serpiente por la cola sería muy peligroso, pues le deja la cabeza libre para atacar. Sin embargo, confió en Dios, tomó la serpiente por la cola y en su mano la serpiente se volvió a convertir en la vara. Lo que Dios demostraba a Moisés era que Él se encargaría de los aspectos peligrosos; y así hace Dios con nosotros cuando le entregamos todo.
Es posible que en nuestro empleo dediquemos jornadas de trabajo largas y agotadoras, pero ¿se las daremos a Dios? Es posible que Dios nos las devuelva, como le devolvió a Moisés su vara, pero entonces se convierte en el trabajo de Dios, al igual que la vara de Moisés se convirtió en la vara de Dios. Será el mismo trabajo que Dios nos devuelva, pero con nueva administración, nueva autoridad. ¿Y qué me dicen de las relaciones, la economía, los estudios, las ambiciones y los sueños? ¿Los dejaremos a los pies de Dios y le permitiremos que tome las riendas?
Someterse completamente a Dios no significa que todo marchará sobre ruedas. Es muy probable que seamos llevados a la línea de fuego en la guerra espiritual, pero los faraones no nos atemorizarán. El Mar Rojo no evitará que avancemos. La sequía no nos hará desistir de nuestro propósito; y los amalecitas no nos derrotarán, porque tenemos en la mano lo mismo que Moisés tenía en la suya… la vara de Dios, y por medio de ella se harán muchos milagros. Charles Price
*
«¿Qué es lo que tienes en la mano?», preguntó Dios a Moisés cuando estaba solo en el desierto cuidando sus ovejas. Moisés estaba sentado solo, descorazonado, en una semidesértica ladera. Cuidaba de un simple rebaño de ovejas y se preguntaba por qué no estaba rescatando a su pueblo de la esclavitud en Egipto. Se sentía fracasado tras 80 años de vacío y aparentemente se encontraba más lejos que nunca de alcanzar su objetivo. No era más que un pastor, ¡cuando podía haber sido un faraón de Egipto! ¡Vaya panorama de derrota! En vez de un cetro de oro, tenía un cayado de madera.
De repente, Dios habló y dijo algo sencillo: «¿Qué tienes en la mano?» Moisés, de hecho, le respondió: «Solo una vieja vara de madera, Señor. Solo tengo un viejo cayado de pastor y unos cuantos borregos en el desierto de un país extraño, entre desconocidos. ¿Qué podría hacer yo, Señor? Qué mal me ha salido todo. Soy un fracaso total. No soy nadie, y podía haber sido rey si me hubiera quedado en Egipto y criado como hijo del faraón. Pero, ¿qué soy ahora, Señor? Soy viejo y no soy sino un pobre pastor con unos cuantos borregos. Vivo de la caridad de otros que no son ni siquiera de mi misma sangre. Creo que soy un gran fracaso, porque ahora no me puedes confiar nada más que unas cuantas ovejas y no tengo más autoridad que la de esta vieja vara de madera. No he conseguido rescatar a Tu pueblo, ¡y ya es demasiado tarde!»
Entiendo cómo se debe de haber sentido porque una vez me sentí igual. Pensé que estaba ya al final de mi vida y que nunca había llevado a cabo gran cosa para el Señor, que lo único de provecho de mi existencia era mi pequeña familia y mis hijos como resultado visible del trabajo de toda la vida. Vivíamos junto a la carretera en lo que equivalía a una tienda de campaña. Solo cuidaba de un reducido rebañito y aparentemente no tenía más que madera en las manos: ni tenía oro, ni empleo, ni casa ni ninguna otra cosa además de aquellas pequeñas vidas que Dios me había confiado para que las dirigiera con Su Palabra.
Sin embargo, un día Dios habló; dijo: «¿Qué tienes en la mano?» Le respondí: «Nada, Señor. Nada más que una vieja y gastada vara de madera y unos cuantos niños. Dios volvió a preguntar: «¿Qué tienes en la mano?» Y yo seguía poniendo peros: «¿Qué quieres decir, Señor? ¡Ya ves lo que tengo en las manos! ¡Nada más que esta vara y mis corderitos! ¿Qué puedo hacer con ellos? ¡No son nada! ¡No somos nadie!» El Señor señaló: «Si vas en Mi nombre y dices que Yo te he enviado, haré cosas grandes que tú no conoces». Y así lo hizo, conforme a Sus promesas.
Con aquel viejo cayado de pastor en la mano de Moisés y mediante la voz de Aarón, Dios se valió de Moisés como Su instrumento para liberar de Egipto a seis millones de esclavos judíos, para soltar plagas sobre la principal potencia mundial, dividir el Mar Rojo y liberar a los israelitas de la esclavitud a la que los habían sometido los egipcios, y con gran tribulación los llevó a la Tierra Prometida, aunque el propio Moisés murió en la montaña y nunca llegó a ver realizados sus sueños en esta vida.
¡Jamás menosprecies las pequeñeces ni a los pequeñines! Por eso, si actualmente te dedicas a cuidar de otros, o a velar por tus hijos o quizás incluso a cuidar a los hijos de otros, y a veces te preguntas qué puedes hacer con una simple Biblia y con quienes tienes a tu cuidado, acuérdate de Moisés. David Brandt Berg[2]
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Dios empezará con lo que tienes en la mano, aunque parezca algo menor e insignificante. «¿Qué tienes en la mano, Moisés?» Esa fue la respuesta de Dios a las muchas excusas de Moisés para explicar por qué no cumplía los requisitos para guiar al pueblo de Israel de modo que saliera de la esclavitud de Egipto. La sabiduría de lo que Dios dijo a Moisés desde la zarza ardiente puede todavía hablarnos en la actualidad.
¿Te puedes imaginar lo que debe haber pensado Moisés en ese momento? Al fin y al cabo, ¡el cayado que llevaba era solo una vara embellecida! ¿Cómo tendrá impacto en el palacio de Faraón? Una vara no es algo extraordinario. Comprendamos esto: Lo común se vuelve poderoso cuando Dios lo elige.
Ofrece a Dios lo que Él ha puesto en tu mano. «Lo que tienes en la mano» es lo que sea que está a tu cuidado o bajo tu control. Entre otras cosas, eso podría ser dinero, posesiones, influencia, talentos y habilidades. Lo que retienes, aquello con lo que te quedas en la mano, revela lo que hay en tu corazón. Criatura de Dios, suelta lo que tienes. Tu Padre espera que uses lo que Él ha colocado en tus manos.
Sansón tenía la quijada de un asno para matar a mil hombres. Rut tenía grano que había recogido de un campo. David tenía una honda y unas piedras para derrotar al gran campeón filisteo. Un muchacho del que no se conoce su nombre tenía cinco panes y dos peces. Una mujer tenía una vasija de alabastro llena de perfume para ungir a Jesús. Todos tenemos algo en las manos. A medida que soltamos lo que tenemos en las manos, ¡Él suelta lo que es Suyo! Está listo y dispuesto a ungir lo que está en nuestras manos.
Padre celestial: Me presento delante de Ti en el nombre de Jesús. Haz que vea lo que tengo en la mano. Tengo la disposición de entregártelo. Lo que quieras que haga con mi vida, lo haré. Quiero dejar huella en el mundo actual. Revela el poder de lo que está en mi mano de modo que pueda ser una solución a los problemas que me rodean. Unge lo que llevo y ayúdame a pelear con lo que ya poseo. En el nombre de Jesús, amén. Lisa Bevere[3]
Publicado en Áncora en mayo de 2015.
[1] NVI.
[2] Artículo publicado por primera vez en octubre de 1974. Texto adaptado.
[3] http://messengerinternational.org/blog/devotional/whats-hand.
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