Primero es Dios
Tesoros
Cuando Jesús estaba preparando a Sus discípulos para Su inminente muerte, los tranquilizó con estas palabras: «El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él» (Juan 14:23). Eso significa que en el momento en que invitaste a Jesús a formar parte de tu vida, Él entró espiritualmente en tu corazón, y ahora tiene ahí Su morada.
Todos andábamos perdidos en nuestros pecados antes de que Jesús nos encontrara y rescatara por amor. «Siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros, […] para que seáis de otro, del que resucitó de entre los muertos [Jesús]» (Romanos 5:8, 7:4). La Biblia expresa ese amor de Dios por todos los que salva mediante una metáfora marital: «Como el gozo del esposo con la esposa, así se gozará contigo el Dios tuyo» (Isaías 62:5). ¡Cuánto amor! Con razón el apóstol Juan escribió que «nosotros lo amamos a Él porque Él nos amó primero» (1 Juan 4:19).
Pero lamentablemente, así como el vibrante amor con el que nacen muchos matrimonios se enfría al cabo de un tiempo, y la relación se vuelve formal y rutinaria, lo mismo les sucede también a veces a los cristianos. Se olvidan de cuánto ha hecho el Señor por ellos, y el maravilloso amor que sintieron por Él en un principio va apagándose poco a poco. Eso se debe a que no dan preeminencia a su relación con Dios y Su reino como Jesús encareció a Sus discípulos que hicieran (Mateo 6:33).
Jesús enseñó a Sus seguidores la importancia de honrar a Dios por encima de todo. Él sabe que solo si le reservamos a Él el primer lugar en nuestra vida tendremos la energía y la convicción para ayudar a otros a descubrirlo. Sabe que no seremos cristianos comprometidos, fuertes y fructíferos si Él no es lo primordial en nuestra vida.
Entonces, ¿qué medidas prácticas podemos tomar, no solo para poner a Jesús primero en nuestra vida, sino también para mantenerlo en ese lugar? De partida, podemos comunicarnos a diario con Él. Le podemos encomendar cada día en oración, poner nuestro tiempo y nuestra vida a Su disposición y pedirle que nos guíe a hacer Su voluntad. Ese principio se aplica también a nuestro trabajo. Cuando hay urgencia por terminar algo en un plazo determinado, muchas veces tenemos la tentación de dejar de lado al Señor y concentrarnos exclusivamente en nuestro trabajo. Pero relegar a un segundo lugar nuestra relación con el Señor no es la solución.
Robert G. LeTourneau (1888–1969), célebre inventor y magnate de la industria, fue un cristiano comprometido que daba el 90% de sus ingresos a Dios y a las misiones y mantenía a su familia con el 10% restante. Es famoso por haber dicho: «Pon primero a Dios, y Él se encargará de todo lo demás». Escribió:
«Si aceptas a Dios como socio, lo que puedes conseguir no tiene límites. Pero Dios no es un socio distante que se vaya a quedar satisfecho con que vayas a la iglesia el domingo y pongas en la bandeja algo de dinero religioso, las moneditas que se destinan a la iglesia. No se queda impresionado si lees la Biblia de vez en cuando y cumples la regla de oro. Eso no es cristianismo activo, sino una forma tibia de conducirse. Cuando te asocias con Él, ganas un socio más cercano y activo que ningún socio humano, que participa plenamente en todo lo que le dejas hacer» (Movers of Men and Mountains).
Otro cristiano famoso que dio prioridad a Dios en su vida y sus decisiones cotidianas fue William Gladstone. Ocupó el cargo de primer ministro del Reino Unido en cuatro ocasiones y fue uno de los políticos británicos más conocidos del siglo XIX. Cuentan que todos los días, cuando subía las escaleras del parlamento, se detenía para hablar de la Buena Nueva con un chiquillo que vendía periódicos.
Pero un día, cuando entraba al parlamento acompañado de su secretario, otro muchacho que vendía periódicos se le acercó corriendo y exclamó:
—Señor ministro, ¿sabe el muchacho que le vende aquí el periódico? Ayer lo atropelló un carruaje, y está grave. Se va a morir, y pide que usted vaya para hacerle entrar.
El primer ministro le preguntó:
—¿Cómo que para hacerle entrar?
El chico le respondió:
—Sí, ¡para hacerle entrar en el Cielo!
El secretario protestó:
—¡Usted no tiene tiempo de ir a ver a un vendedor de periódicos moribundo! Ya sabe lo importante que es su discurso de hoy. ¡Puede alterar el curso de la historia!
Gladstone no vaciló sino unos instantes antes de decir:
—Un alma inmortal vale más que mi discurso en el parlamento.
Con eso se dirigió a la buhardilla donde el muchacho agonizaba con el cuerpo destrozado, acostado en un rincón sobre una estera. Con lágrimas rodándole por las mejillas, Gladstone rezó con el muchacho para que aceptara a Jesús como Señor y Salvador. El chiquillo clavó los ojos en el rostro de aquel gran hombre y susurró:
—Sabía que usted vendría. Gracias por hacerme entrar.
Y cerrando los ojos, se fue con Jesús.
Los grandes cristianos no solo son grandes por su servicio a Dios, sino también por su estrecha relación y comunión con Él. Cuanto más crece su fe y se fortalece su vínculo con Él, más como Él se vuelven. Desafortunadamente, ¡un error en el que podemos incurrir fácilmente como cristianos es el de enfrascarnos tanto trabajando para el Señor que descuidemos al propio Señor del trabajo! Jesús dice: «El que permanece en Mí y Yo en él, este lleva mucho fruto, porque separados de Mí nada podéis hacer» (Juan 15:5).
Sin el poder del Maestro no podemos hacer Su obra. Y para acceder a ese poder, debemos dedicarle tiempo al Maestro. ¡A veces estamos tan ocupados sirviéndolo que nos olvidamos de amarlo! Dios agradece y necesita el servicio que le prestamos, pero también desea nuestra atención, adoración e íntima comunicación con Él.
La Biblia cuenta que en cierta ocasión Jesús fue a visitar a dos hermanas, María y Marta. María, «sentándose a los pies de Jesús, oía Su palabra. Marta, en cambio, se preocupaba con muchos quehaceres». Estaba tan abrumada y atareada sirviendo al Señor que no tenía tiempo para escucharlo. Jesús le llamó tiernamente la atención diciéndole: «Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero solo una cosa es necesaria, y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada» (Lucas 10:39–42).
Descuidar nuestra comunión con el Rey de reyes puede ser desastroso para nuestra vida espiritual y nuestra relación con Él. No debemos anteponerlo a todo priorizando solo la labor de divulgar el evangelio y conducir a otras personas hacia Él, sino también la lectura de Su Palabra. De hecho, la Biblia dice que Jesús es la Palabra, el Verbo. «En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (Juan 1:1, 14). Es más, Jesús dijo: «Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida» (Juan 6:63). La Palabra de Dios es alimento para el alma y esencial para nuestro desarrollo espiritual.
Otra forma de ponerlo primero es practicar la oración. Conviene que cada mañana dediques un rato a orar para comenzar el día con buen pie. Nada más despertarte, antes de hablar con nadie, conversa con Jesús. Encomiéndale el día, deja en Sus manos todo lo que te preocupa y pídele que guíe tus pisadas.
Tómate el tiempo necesario para leer Su Palabra, la Biblia, buscar Su orientación y fortalecer tu fe. A todos nos hace falta una dosis diaria de la Palabra de Dios y de oración para estar listos para lo que sea que el día nos depare. Por una parte, Jesús nos recuerda: «Separados de Mí nada podéis hacer», y por otra la Biblia dice: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13). Esa fortaleza se adquiere buscando a Dios en oración y leyendo Su Palabra.
¿Crees que Jesús, Su Palabra y la oración ocupan el lugar que les corresponde en tu vida? ¿Los antepones a todo lo demás? ¿O permites que otras cosas desplacen a Dios y Su Palabra y los releguen a un segundo o tercer lugar? Se nos manda poner primero a Dios en cada aspecto de nuestra vida y encomendárselo todo en oración y culto (Filipenses 4:6,7). La Biblia dice: «Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús» (1 Tesalonicenses 5:16–18).
Jesús enseñó: «No os angustiéis diciendo: “¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos?” Vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas». Y añadió: «Buscad primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas» (Mateo 6:31–33). «Buscar primeramente» quiere decir dar preeminencia a Dios y Su reino en nuestra vida, por encima de todo lo demás.
¿Buscas el reino de Dios por encima de todo y haces lo posible por divulgar el evangelio y apoyar a los que lo hacen? ¡Siempre saldrás ganando si buscas primeramente el reino de Dios!
Solo una vida, que pronto pasará.
Solo lo hecho por Cristo perdurará.
C. T. Studd (1860–1931)
Tomado de un artículo de Tesoros publicado por La Familia Internacional en 1987. Adaptado y publicado de nuevo en noviembre de 2023.
Artículos recientes
- Un bebé en mis brazos
- ¿Tiene la Navidad la influencia de tradiciones paganas?
- Encontrar la voluntad de Dios y tomar decisiones que Dios apruebe
- Recuperación por medio de la alabanza, 3ª parte
- Jesús, tu eterno amigo
- El sentido de los problemas
- Las buenas nuevas, un gran gozo para todo el mundo
- El oficial gentil
- Buenas nuevas para todos en todas partes
- Tesoros eternos