Predicaba el Evangelio en avión secuestrado que caía al mar
Mark Ellis
En el año 1996, secuestradores tomaron el mando de un vuelo de Ethiopian Airlines hasta agotar su combustible. En aquella fatídica travesía, un hombre se levantó para darle a los pasajeros la última oportunidad de escuchar el mensaje que salvaría su vida: el Evangelio de Jesucristo.
Unos 20 minutos después de que despegara el vuelo 961 de la capital de Etiopía, Adís Abeba, en un vuelo a Abiyán, tres secuestradores forzaron la cabina y demandaron ser llevados a Australia.
«La azafata parecía asustada y preocupada», relató la pasajera británica Katherine Hayes a The Scottish Daily Record días después. «Entonces sonó la voz de un hombre por el intercomunicador. Aseguraba haber secuestrado el avión y tener consigo una bomba.»
Hayes dijo que se sorprendió al ver que la mayoría de los pasajeros permanecían tranquilos. «Fue una experiencia surrealista», describió. Un pasajero contiguo le pidió prestado un libro, mientras prevalecía una normalidad de ensueño en las alturas. «La misma situación continuó durante cuatro horas, sin comida ni bebida. Pero estábamos bien», continuó Hayes al Daily Record.
Pero los pilotos sabían que el avión no contaba con suficiente combustible para llegar a Australia. Mientras el preciado combustible se agotaba, el piloto Leul Abate se dirigió con firmeza al líder de los secuestradores.
«Caballero, nos quedan 30 minutos de vida. Si no me permites aterrizar para cargar combustible, nunca llegaremos a Australia. Moriremos en el mar», narró el capitán Abate a History Channel.
Los secuestradores hicieron caso omiso de los ruegos del capitán y se negaron a aterrizar en Moroni, capital de las Islas Comores.
Al cabo de poco sucedió lo inevitable. Uno de los motores se detuvo.
Momentos después, el capitán Abate comunicó a los pasajeros las aterradoras noticias: «Nos hemos quedado sin combustible», informó con voz queda. «Se ha apagado el motor izquierdo y dentro de poco se apagará el derecho. Prepárense para un aterrizaje forzoso. Es todo lo que puedo decir.»
En ese momento se desató la hecatombe. Los pasajeros empezaron a gritar, vociferar y llorar. Algunos sintieron náuseas. Cuando los mayores se alteraron, los niños también se pusieron a llorar.
«No habían caído en la cuenta de que algo estaba mal. Pero en cuanto los adultos perdieron la calma, también lo hicieron los pequeños», narró Hayes al Daily Record.
A 21.000 pies de altura, el segundo motor falló. El avión de 150 toneladas continuaba planeando, pero descendía a una velocidad aterradora. Con la velocidad que llevaba, golpearía el agua a más de 100 kilómetros por hora.
Andy Meakins, de 43 años, nacido en Beckenham, Kent, y que trabajaba en la obra de beneficiencia cristiana Tear Fund de Adís Abeba, se encontraba en el vuelo junto a su esposa.
Franklin Graham conoció a Meakins en Etiopía durante la década de los 80. Relató los siguientes difíciles momentos tal como le fueron narrados. «Andy Meakins era un gigante de la fe, un hombre inglés que amaba a Jesucristo y le había servido en África durante muchos años», explicó Graham.
Con la valentía y el denuedo del Espíritu Santo, Meakins se sintió llamado a hacer lo inesperado. «La esposa de Andy escuchó que se desataba un cinturón de seguridad y se dio la vuelta para ver a su marido levantarse del asiento», reporta Graham.
«Es posible que muchos de nosotros perdamos hoy la vida», anunció Andy a todos, «de manera que deben saber algo».
Empezó a explicar el mensaje del Evangelio con urgencia y simplicidad. Se dirigía a varias partes de la cabina para asegurarse que todo el mundo alcanzara a oírle.
«Invitó a todos a depositar su confianza en Jesucristo en arrepentimiento y fe», relató Graham.
«Una azafata escuchó las palabras de Andy, agachó la cabeza y le rogó a Jesús que perdonara sus pecados y entrara a su vida. Ella vio a muchos otros aceptar las palabras de salvación y —junto a otro sobreviviente— relató lo sucedido.»
«De los 175 pasajeros, 125 perdieron la vida, incluyendo a Andy, que continuaba de pie predicando el Evangelio cuando el avión cayó al mar.»
«Todos los días, decenas de miles de personas pasan de este mundo a la eternidad. La vasta mayoría no se encuentran preparados, sino muertos en sus delitos y pecados (Efesios 2:1). Debemos aprovechar cada oportunidad para compartir el amor de Jesucristo y la verdad del Evangelio. Es el único mensaje que hará una diferencia para un alma perdida. De la misma manera que un avión pierde altura, el tiempo se está agotando para todos…»
Tomado de http://blog.godreports.com/2015/04/he-preached-the-gospel-as-hijacked-plane-hit-the-water/. El enlace incluye fotografías y noticia sobre el secuestro y la caída del avión.
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