¿Por qué hay pecado y sufrimiento?
Tesoros
Cierta vez estaba hablando con una agente de viajes y en el curso de nuestra conversación nos pusimos a hablar de Dios.
—Yo no creo en Dios —dijo—. Si Dios existe, ¿por qué hay tanto sufrimiento en el mundo? ¿Por qué se mueren de hambre miles de personas todos los días en África? ¿Qué clase de Dios puede permitir que se propaguen enfermedades terribles? ¿Por qué se quedó inválida mi mejor amiga en un accidente automovilístico?
Le respondí:
—No se puede culpar a Dios de todos los males que hay en el mundo. Gran parte del sufrimiento que hay es causado por la inhumanidad del hombre hacia el propio hombre o por desobediencias a las leyes de Dios.
La joven se quedó callada un momento para luego soltar el clásico argumento que utilizan los ateos para tratar de dejar sin respuesta a los cristianos.
—Si Dios existe, y es todo poderoso, ¿por qué no detiene toda la maldad y deja de permitir tanto sufrimiento? ¿Por qué permite que haya maldad? Por ejemplo, ¿por qué no detuvo a Hitler?
—Esa es una muy buena pregunta —le respondí —, pero como comprenderás, si Dios hubiera detenido a Hitler, habría tenido que detener el libre albedrío de toda persona. La Biblia dice: «Todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios»[1]. En ese caso tendría que haber detenido a todo el mundo para que no hiciera nada malo o incorrecto. Desde el mismo principio Dios habría tenido que intervenir e impedir que Adán y Eva comieran el fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal en el Huerto del Edén. Habría tenido que interferir con nuestro libre albedrío y la facultad que nos ha dado a cada uno de escoger entre el bien y el mal.
—Pero, ¿no habría sido mejor si nos hubiera obligado a todos a ser buenos? —me cuestionó.
—Si el Señor hubiera querido que fuéramos unos robots, claro, nos habría hecho a todos de forma que fuéramos buenos y lo amáramos. Pero nos creó con libre albedrío y la libertad para escoger, para que lo amáramos por iniciativa propia. ¿Verdad que no disfrutarías mucho del amor de tus hijos si te amaran porque estuvieran obligados a hacerlo? —le pregunté.
Sorprendida, me dijo:
—Bueno, no, pero ¿qué tiene que ver eso con el sufrimiento?
Y proseguí diciendo:
—Porque Dios creó al ser humano para que escogiera entre el bien y el mal, entre hacer las cosas como Dios quiere o como a él mismo le apetece, y esa es la razón por la que hay tanto sufrimiento, dolor, penas, enfermedades, guerras y crisis económicas en el mundo de hoy. Porque en vez de preferir amar y obedecer a Dios, el hombre decidió hacer las cosas a su manera y sufre las consecuencias de sus malas decisiones. La Biblia nos dice que «hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte»[2].
Esta conversación me llevó a pensar que una buena parte del sufrimiento que hay en el mundo es causado por el hombre mismo. Fíjense en la cantidad tan grande de sufrimiento que la humanidad ha ocasionado mediante constantes guerras en las que millones de personas han muerto o sufrido mutilaciones. Martín Lutero describió así la guerra: «Es la peor plaga que pueda azotar a la humanidad; destruye la religión, destruye los estados y destruye las familias. Cualquier otra plaga es preferible a la guerra.»
¿Tiene Dios la culpa de las guerras humanas? La Biblia dice: «¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?»[3] Dios no tiene la culpa de los sufrimientos causados por las guerras, sino por el contrario, la tiene la codicia, el ansia de poder y ganancias egoístas, los causantes de las guerras y la destrucción del hombre a mano del propio hombre.
En la vida actual, el estrés, la prisa y tensión de la vida moderna a menudo provocan enfermedades psicosomáticas como migrañas, úlceras estomacales y problemas del corazón. No hemos aprendido a echar toda nuestra ansiedad sobre Dios, como se nos aconseja que hagamos en 1 Pedro 5:7 y, por tanto, permitimos que nuestra mente atribulada y apresurada nos enferme físicamente al tratar de mantener el paso de una sociedad cada vez más acelerada. También nos enfermamos voluntariamente fumando, bebiendo alcohol y tomando sustancias perjudiciales para la mente y el cuerpo.
Otro ejemplo de que el hombre se produce sufrimiento a sí mismo: fijémonos en los millones de personas que cada año mueren de hambre en algunas partes del mundo, mientras que en otras partes hay excedentes de alimentos. Dios ha provisto más que suficiente para que nadie pase hambre. Pero mientras el mundo occidental gasta cientos de millones de dólares en almacenar o destruir dichos excedentes, en ejercicios y dietas para adelgazar, y les pagan a los agricultores para que no produzcan, los países pobres del mundo se mueren de hambre.
Por supuesto, una buena parte de la causa de que millones de personas sufran en todo el mundo privaciones, necesidad y miseria es el egoísmo de los ricos. La mayoría de los ricos simplemente no comparte sus riquezas o tierras como debería, ni las invierte en puestos de trabajo e industrias para dar empleo a los pobres. O no les pagan sueldos decentes o precios justos por lo que han trabajado y producido para que se puedan ganar la vida como Dios manda. Si lo hicieran, no cabe duda de que habría suficiente para todos, que es lo que el Señor quiere. En Su Palabra aconseja repetidas veces y hasta ordena a los ricos que compartan con los pobres porque Él no quiere que sufran.
Y, aunque parezca mentira, los ricos también sufren. Muchos obtuvieron sus riquezas robando y engañando a los pobres, lo cual es contrario a las leyes que ha fijado Dios para nuestra felicidad y prosperidad espiritual, según las cuales debemos mostrar amor y preocupación por los demás, y dar y compartir con nuestros semejantes. A consecuencia de ello, los ricos tienen, por lo general, remordimiento, además de temor de que alguien les quite sus riquezas.
«¿Por qué permite Dios que haya sufrimiento?» es uno de los mayores interrogantes de esta vida. Aunque leyendo la Palabra de Dios podemos entender muchas de las razones, hay algunas cosas que no las entenderemos del todo hasta que lleguemos al cielo y podamos verlas tal como Dios las ve.
El doctor Handley Moule dijo cierta vez: «Para nosotros es muy difícil entender por qué ha permitido Dios que suceda una tragedia. Pero tengo en mi casa un señalador de libros que me regaló mi madre. Está bordado en seda y, cuando lo miro por el revés parece una maraña de hilos desordenados. Parece una gran equivocación. Cualquiera diría que quien lo hizo no sabía lo que estaba haciendo. Pero cuando le doy la vuelta y lo miro por el derecho, veo hermosamente bordada la frase Dios es amor. Hoy estamos viendo esta situación por el lado equivocado. Algún día lo veremos desde otra perspectiva y entenderemos.»
Dios siempre tiene un propósito y un plan en nuestro sufrimiento, aunque no siempre lo veamos enseguida. A veces «Sus caminos son inescrutables»[4], y lo único que podemos hacer es confiar en Dios, porque sabemos que lo que ahora no entendemos, lo entenderemos algún día. «Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.»[5]
Por último, debemos recordar que Dios se puede valer del sufrimiento para nuestro bien. El dolor y el sufrimiento a menudo suscitan los mejores sentimientos, la compasión, el amor y la preocupación por los demás. El propósito del sufrimiento es fortalecernos y prepararnos para fortalecer a otros. La Biblia dice: «Nosotros consolamos a los demás con el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios»[6]. Y a nosotros los cristianos, nos da el deseo de ofrecerles a los demás la solución eterna a todos sus problemas y sufrimientos: ¡Jesús!
Muchas veces el sufrimiento hace que la gente se vuelva a Dios y la anima a implorarle perdón, arrepentirse y pedirle a Dios que la salve. Como dijo el rey David: «Antes que fuera yo humillado, descarriado andaba, pero en mi aflicción clamé al Señor y me libró de todas mis angustias»[7]. El sufrimiento y la aflicción nos unen más al Señor.
La Palabra de Dios promete que para los que amamos a Dios todo sufrimiento llegará a su fin y Él «enjugará toda lágrima de nuestros ojos; y ya no habrá muerte, ni llanto, ni clamor ni dolor, porque las cosas anteriores pasaron»[8].
Hasta que llegue ese día de perfección, tendremos que soportar ciertos sufrimientos, pero la compensación, el premio que nos espera en el cielo, supera con mucho el dolor y sufrimiento temporales que podamos experimentar aquí abajo. Como dijo el apóstol Pablo: «Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse»[9].
Tomado de un artículo de Tesoros, publicado por La Familia Internacional en 1987. Texto adaptado y publicado de nuevo en mayo de 2021.
[1] Romanos 3:23.
[2] Proverbios 14:12.
[3] Santiago 4:1.
[4] Romanos 11:33.
[5] 1 Corintios 13:12.
[6] 2 Corintios 1:4.
[7] Salmo 18:6; 34:6; 119:67.
[8] Apocalipsis 21:4.
[9] Romanos 8:18.
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