Por fe andamos, no por sensaciones
María Fontaine
A algunos les resulta mucho más fácil estar seguros de que el Señor está presente en su vida cuando pasan por una época feliz o se sienten de maravilla, algo que ellos consideren que es una prueba de que el Señor los ama y está cerca de ellos. Sin embargo, cuando no hay esas sensaciones, puede ser mucho más difícil que tengan confianza. Pueden preguntarse si de verdad Dios está allí, cuando no lo pueden sentir ni ver que se manifiesta en su vida.
Es muy triste tener que buscar a Dios y pedirle que se manifieste cuando, independientemente de cómo nos sintamos, Él está siempre presente, ¡tan cerca como en cualquier otro momento! Las promesas de Dios nos dicen que Él siempre está con nosotros, que nunca nos desamparará, que no nos abandonará. Dijo que aunque no tengamos fe, Él permanece fiel.
Su amor rodea a Sus hijos en todo momento, ya sea que lo sintamos o no. Sus muestras de cariño pueden estar ocultas en una multitud de cosas que a diario nos dan vida, fuerzas y propósito. Incluso cuando momentáneamente experimentemos exaltaciones espirituales, estas no pueden ser la base de nuestra fe, porque solo son vislumbres fugaces de realidades espirituales.
Muchos creyentes sinceros no experimentan esas cosas. Sin embargo, día a día viven para el Señor calladamente, a un ritmo constante, ya sea al criar a sus hijos, trabajar, estudiar, o esforzándose al máximo para servir al Señor y dar testimonio a la gente. No hay grandes señales, ni revelaciones, ni grandes emociones, solo la tranquila seguridad de que hacen la voluntad de Dios y que Él está con ellos y se preocupa por ellos. La fe que tienen les da la certeza de que Él está presente, independientemente de lo que sientan.
En mi caso, me cuento entre las muchas personas que no tienen muchos embelesos espirituales ni sensaciones tangibles. En ausencia de esas emociones, de todos modos creo y estoy segura de que Jesús está conmigo. Mientras más pongo mi fe en el Señor, más sé que Él está allí.
La Palabra de Dios dice que debemos andar por fe, no por vista[1] y que sin fe es imposible agradar a Dios[2]. ¿Fe en qué? Fe en la Palabra de Dios, aunque no veamos ni sintamos lo que esperamos o deseamos.
Después de que Jesús resucitó le dijo a Tomás: «Porque me has visto, has creído; dichosos los que no han visto y sin embargo creen»[3]. En otras palabras, dichosos son los que no han visto al Señor, ni lo han sentido —física o emocionalmente—, y que de todas maneras creen lo que dice Su Palabra, que el Señor está allí con ellos.
En última instancia, ¿qué tienen que ver nuestras sensaciones con vivir para el Señor? Si nos dejamos llevar por las emociones y lo que nos indican los sentidos, es posible que al final nos sintamos derrotados y desanimados gran parte del tiempo, porque en la vida enfrentaremos dificultades, obstáculos, enfermedades y pérdidas, y esas cosas no se verán muy bien, y no nos sentiremos muy bien por ellas.
Independientemente de la pérdida, o tragedia, o dificultad que enfrentemos, eso no altera la realidad de la Palabra de Dios o la verdad de que somos del Señor. El Señor nos toca a diario con Su amor. Sin embargo, si dependemos de las sensaciones para confirmar nuestra conexión con el Señor, en vez de confiar en la Palabra de Dios, ¡nos hundimos!
Nuestras emociones pueden ser volubles e inestables, llenas de altibajos y cambios repentinos, como una montaña rusa. Así pues, cuando se trata de nuestra fe, ¡no podemos basarnos en lo que sentimos o vemos! Tenemos que seguir creyendo que estamos en las manos del Señor, que somos de Él, y que nos ama y se preocupa por nosotros. La Palabra de Dios es la verdad que nos ayuda a creer y a tener fe incluso en momentos de adversidad.
Podemos estar agradecidos por las veces que sí tenemos emociones de alegría. Podemos disfrutar de embelesos emocionales y sensaciones de júbilo cuando vienen. Sin embargo, en la vida de fe muchas veces hace falta que avancemos a paso lento, que hagamos nuestro trabajo para el Señor, incluso cuando no tengamos ganas, cuando sea difícil o poco emocionante.
Nuestra alegría en el Señor, nuestra satisfacción, es algo que va más allá de las cosas de este mundo. Es posible que sintamos tristeza, y que a veces tengamos un gran pesar. Sin embargo, tenemos el gozo del Señor, que es la fuerza que nos saca adelante.
En el Señor podemos tener gozo interminable, que proviene de nuestra relación con Él. Sin embargo, el Señor también sabe que nuestra mente carnal desea sentir manifestaciones de Su amor, y para animarnos a veces en Su misericordia Él nos da esas sensaciones temporales de felicidad.
Dios quiere que lo amemos y le sirvamos. Quiere que confiemos en Él por fe. Como hijos de Dios, podemos tener paz, satisfacción y descansar espiritualmente al saber que somos del Señor y que estamos en Sus amorosos brazos.
Para resumirlo, nuestra fe en el Señor no se puede basar únicamente en la felicidad de corto plazo, física, que es una respuesta a lo que nos gusta, o lo que va bien. Tampoco se puede basar en las emociones espirituales esporádicas y experiencias que desaparecen con el tiempo.
Nuestra fe en el Señor debe basarse en dejar que Su Espíritu nos indique cómo poner en práctica en nuestra vida las promesas de Dios que se encuentran en la Palabra. Eso es lo que crea nuestro gozo en el Señor. Es mucho más profundo que grandes emociones momentáneas o sensaciones positivas, y es algo que durará para siempre.
Nuestra fe reemplaza y anula el mundo temporal. Se basa en la verdad de que sea cual sea la situación o cómo nos sintamos, Jesús siempre está con nosotros. ¡El Señor siempre nos guarda, siempre está activo y obra en nuestra vida!
El Señor nos recordó este pequeño poema atribuido a Martín Lutero. Es un poema impactante y vale la pena aprendérselo de memoria, si no lo has hecho ya. A veces lo repito cuando estoy desanimada o no escucho del Señor de la manera que esperaba.
Pues los sentimientos engañan,
y los sentimientos varían;
solo es digna de crédito
la Palabra de Dios, mi garantía.
Aunque por falta de una suave prenda[4]
mi alma se sienta condenada,
mayor que mi alma hay Alguien
cuya Palabra no puede ser quebrantada.
Confiaré en Su inmutable Palabra
hasta que cuerpo y alma se separen;
¡pues Su Palabra permanecerá para siempre
aunque todas las cosas pasaren!
Artículo publicado por primera vez en julio de 1991. Texto adaptado y publicado de nuevo en julio de 2018.
[1] 2 Corintios 5:7.
[2] Hebreos 11:6.
[3] Juan 20:29 (NVI).
[4] Cosa que se da o hace a alguien en señal o prueba de algo.
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