Permanecer y confiar en Jesús
Peter Amsterdam
La noche antes de morir, Jesús habló a Sus discípulos sobre la importancia de permanecer en Él y los beneficios de hacerlo.
Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en Mí, y Yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de Mí nada podéis hacer. Juan 15:5[1]
También indica que habitará en las personas que lo amen y obedezcan Sus enseñanzas.
Como el Padre me ha amado, así también Yo os he amado; permaneced en Mi amor. Si guardareis Mis mandamientos, permaneceréis en Mi amor; así como Yo he guardado los mandamientos de Mi Padre, y permanezco en Su amor. Estas cosas os he hablado, para que Mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido. Juan 15:9-12[2]
El que me ama, obedecerá Mi palabra, y Mi Padre lo amará, y haremos nuestra vivienda en él. Juan 14:23[3]
Jesús nos dijo que permanezcamos en Él, que permanezcamos en Su amor y que permitamos que Sus palabras moren en nosotros. Todo ello apunta a la importancia de que permanezcamos en Él continuamente y de que Sus palabras permanezcan en nosotros. Pone de relieve la importancia que tiene para nuestra vida el vínculo que tenemos con Él, pues sin el mismo no podemos llevar fruto. En cambio, ese vínculo no solo nos permite llevar fruto, sino que también nos permite llevar Su gozo en nuestro interior.
El principio de «permaneced en Mí y Yo en vosotros» es la base de nuestra vida espiritual, de nuestra relación con Dios. Incluye el tiempo que dedicamos a leer la Palabra de Dios y los demás elementos que nos mantienen conectados con Él y que profundizan nuestra relación con Dios. Es la comunión que tenemos con Jesús, el tiempo que dedicamos a la oración y la alabanza, a escucharlo.
Cuando tenemos una conexión con Dios por medio de permanecer en Él, tenemos más paz y confianza en Su cuidado y provisión, incluso cuando enfrentamos dificultades y desafíos.
Tengo tendencia a preocuparme. Me preocupo por el futuro, por nuestros hijos, por nuestros nietos y por su bienestar, y por lo que nos deparará el futuro. Esos y muchos otros asuntos me causan preocupación y me quitan el sueño. Tengo que luchar para dejarlos en manos del Señor y tener fe. Por eso, cuando hablo de ello, me predico también a mí mismo.
Jesús dijo a Sus discípulos, a los que buscaban primeramente Su reino y Su justicia, que no debían ponerse ansiosos, ni afanarse ni preocuparse por las cosas de esta vida; que debían confiar en los cuidados de Dios, en que Él sabía lo que necesitaban y en Su capacidad de proveer. Les instruyó que no se pusieran nerviosos ni temerosos por lo que podría ocurrir en el futuro, sino que vivieran tranquilos, sabiendo que Dios está al mando, que desea lo mejor para nosotros y que nos ama y velará por nosotros. Ello no significa que no debamos hacer lo que nos corresponde para satisfacer nuestras necesidades; lo que quiere decir es que no tenemos que inquietarnos ni preocuparnos. Es el principio de confiar en Dios y en Sus promesas. Es el principio de comprender que Dios es fiel, que llevará a cabo lo que promete y que Él, el Dios del universo, nos ama y cuidará de nosotros.
Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?
¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?
No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal. Mateo 6:25-34[4]
Jesús dice que no debemos preocuparnos ni ponernos ansiosos por la comida, la ropa o nuestro futuro. Con eso no quiere dar a entender que debamos ser irresponsables y nunca pensar sobre tales asuntos, o que no debamos hacer nada al respecto. Lo que dice es que no debemos afanarnos ni temer. Dios conoce nuestras necesidades. Ha prometido que si tenemos la debida escala de prioridades al buscar primero el Reino de Dios y Su justicia, Él se ocupará de lo que necesitemos. La siguiente anécdota ilustra muy bien este concepto:
Se cuenta que la reina Isabel I de Inglaterra encomendó una importante misión de la corona a un rico príncipe mercader, prometiéndole una elevada recompensa por sus servicios. El mercader intentó declinar la misión arguyendo que sus negocios sufrirían durante su ausencia. Sin embargo, la soberana le respondió: «Ocúpate de mis asuntos y yo velaré por los tuyos». Al regresar, el mercader comprobó que la reina había cumplido lo prometido; sus riquezas habían aumentado[5].
Por ser discípulos nos corresponde ocuparnos de los asuntos de Dios. Cuando lo hacemos, Él cuida de nosotros. Jesús inculcó este principio a Sus discípulos de un modo muy práctico cuando envió a los 12 por su cuenta, y lo volvió a hacer cuando envió a los 72.
Les ordenó que no llevaran nada para el camino, ni pan, ni bolsa, ni dinero en el cinturón, sino solo un bastón. Marcos 6:8[6]
No lleven oro ni plata ni cobre en el cinturón, ni bolsa para el camino, ni dos mudas de ropa, ni sandalias, ni bastón; porque el trabajador merece que se le dé su sustento. Mateo 10:9-10[7]
Después de esto, el Señor escogió a otros setenta y dos para enviarlos de dos en dos delante de Él a todo pueblo y lugar adonde Él pensaba ir. Les dijo: […] «Miren que los envío como corderos en medio de lobos. No lleven monedero ni bolsa ni sandalias». Lucas 10:1-4[8]
Jesús les estaba inculcando el principio de confiar en Él para obtener lo que necesitaban. No estaba predicando en contra del dinero. De hecho, la noche antes de morir, les dijo que debían llevar dinero, bolsa e incluso una espada. Sin embargo, tras decirles eso también les recordó que Él era más que capaz de proveer para ellos.
Luego Jesús dijo a todos: «Cuando los envié a ustedes sin monedero ni bolsa ni sandalias, ¿acaso les faltó algo?» «Nada», respondieron. «Ahora, en cambio, el que tenga un monedero, que lo lleve; así mismo, el que tenga una bolsa. Y el que nada tenga, que venda su manto y compre una espada». Lucas 22:35-36[9]
Cuando Sus discípulos le pidieron que les enseñara a orar, les enseñó el Padrenuestro, el cual incluía la siguiente frase: El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy[10]. En otras palabras, debemos orar pidiendo la provisión de nuestras necesidades básicas. Jesús quiere que en vez de sentirnos afanados o ansiosos, tengamos paz interior, confiemos en Él y sepamos que Él puede sosegar las aguas agitadas de nuestras preocupaciones, podemos confiar en que Él proveerá lo que necesitamos.
Dios no quiere que estemos ansiosos, preocupados ni inquietos. Quiere que confiemos en que a medida que llevemos a cabo Su voluntad, permanezcamos en Él, le demos la debida prioridad en nuestra vida y lo sigamos por donde nos guíe a nosotros en particular, Él velará por nosotros. Nos dará paz de mente, corazón y espíritu.
Artículo publicado por primera vez en noviembre de 2011. Texto adaptado y publicado de nuevo en noviembre de 2015.
[1] RVR 1960.
[2] RVR 1960.
[3] NVI.
[4] RVR 1960.
[5] Dichos y hechos, la dedicación, 49.
[6] NVI.
[7] NVI.
[8] NVI.
[9] NVI.
[10] Mateo 6:11 (RVR1960).
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