Perdón transformador
Palabras de Jesús
Perdonar no es un acto emocional; es una decisión. No se perdona a una persona porque se lo merezca, se arrepienta o haya cambiado. De ahí el valor y la fuerza del perdón. No es que al decidir perdonar todo el dolor desaparezca; pero esa decisión tuya me permite obrar en tu corazón.
Perdonar es dar un paso hacia la libertad, para deshacerse del lastre de resentimiento que te hace daño a ti y puede perjudicar a los demás. El peso de los agravios no perdonados que arrastras contigo puede aplastarte. Terminarán arruinando tu salud emocional y controlando tu vida. Puede que dejar de aferrarte a tu dolor te cueste lo indecible; pero tú serás quien más se beneficiará de ello.
Yo puedo remediar la situación, obrar en la vida de los demás y transformarlos. Todo eso los ayudará a ellos, pero no a ti. Te pido que perdones a los que te han agraviado porque quiero liberarte de ese dolor y ese lastre. Quiero ayudarte a desprenderte del dolor que te causa tristeza, enojo o amargura. Quiero que perdones porque sé que el perdón conduce a la libertad, la felicidad y el progreso.
Mi tortura y Mi muerte fueron actos malvados e injustos. Yo había traído amor, verdad, bondad, salud, vida y libertad. No había cometido pecado. «Padre, perdónalos» fueron de las palabras que más me costó decir en Mi vida terrenal[1]. Ese perdón fue un acto de la voluntad, seguido de un gran alivio por haber superado la prueba.
Sé la paz interior y la libertad que recuperarás cuando decidas perdonar. Ahórrate el continuo pesar y la amargura paralizante de aferrarse a experiencias dolorosas, y deja que Yo me encargue de solucionarlas de la mejor manera posible.
Confía en que estoy contigo y te amo. Demuestra tu confianza en Mí tomando la decisión de dejar atrás el pasado y mirar al futuro con fe. Deja que los recuerdos de las experiencias dolorosas te conviertan en una persona más comprensiva, más amiga, un mejor padre o madre, un mejor colega, un discípulo más fuerte. Si das ese paso por fe, te daré la sanidad que anhelas.
Deja atrás el pasado
Algo que a muchos les impide perdonar es que los otros no hayan pedido o no consideren que necesitan perdón, o no se den cuenta de cuánto dolor han causado. Te puede parecer que los otros no merecen tu perdón, por lo que naturalmente no los perdonas.
Pero así no funciona el perdón. El perdón también te hace bien a ti. Te ayuda a ti.
Perdonar es lo mejor que puedes hacer para superar el pasado. No perdonar puede significar quedarse atascado en el pasado, retenido por él e incapaz de avanzar. Eres tú quien sufre, quien siente rabia, resentimiento y rencor, todo lo cual puede convertirse en una forma de odio. Esos sentimientos te pueden carcomer y afligir. En algunos casos hasta pueden alterar tu personalidad y afectar tu relación con los demás. En definitiva, aferrarte a la rabia, el resentimiento y el rencor te perjudica a ti.
El perdón te permite deshacerte de esos sentimientos negativos que te lastran y así poder seguir adelante. Con frecuencia no es mucho lo que se puede hacer para remediar el pasado y sus agravios; pero si perdonas, obtendrás la sanidad que te permitirá avanzar y dejar atrás el pasado.
Belleza en lugar de cenizas
Al escoger perdonar, alcanzas antes la tranquilidad y la paz de que todo lo que te suceda en la vida terminará cooperando para tu bien. Las experiencias que tienes y las decisiones que te llevan a tomar contribuyen a convertirte en lo que eres ahora y serás en el futuro.
Las pérdidas, tristezas y dificultades que sufres pueden terminar haciendo de ti una persona mejor e infundirte mayor profundidad, amor y compasión. Te ayudan a entender los aspectos duros de la vida, a conocer el dolor, y eso te permite empatizar con los demás, compadecerte de su pesar y acompañarlos de verdad en sus sentimientos. También te das cuenta de que esos momentos de dolor y dificultades, si bien son duros, te moldean y te convierten en lo que eres.
No obstante, si te niegas a perdonar cuando te agravian, te resientes y quizás hasta albergas rencores, no te beneficias ni ves el cumplimiento de Mi promesa de darte belleza en lugar de cenizas[2]. Los efectos son todo lo contrario; son negativos, y no dan el mismo fruto sano en tu vida.
Cuando perdonas, no estás diciendo que hayas olvidado lo malo, sino que estás tomando la decisión de no reprochárselo a la otra persona ni reprochármelo a Mí. Estás manifestando que aceptas avanzar hacia el futuro más halagüeño que te tengo reservado y desprenderte del pasado y su dolor; que confías en Mí y en Mi promesa de hacer que todas tus experiencias en esta vida cooperen para tu bien; que reconoces que puede ser difícil perdonar, pero sabes que con el perdón puedo sanar tu vida, y deseas esa curación.
No te sientas mal si no te sale natural perdonar. Es una reacción humana, es normal. Aunque al principio te parezca que solo estás perdonando de los dientes para afuera, está bien, es el primer paso. Al decir que quieres perdonar, aunque en tu corazón y tu mente todavía no lo tengas todo aclarado, estás expresando tu deseo de permitirme empezar a realizar Mi obra de sanación en tu vida.
Otro elemento importante para dar ese primer paso y decidir perdonar es no pensar continuamente en el pasado y las malas experiencias que has tenido. Haz un esfuerzo por no revivir una y otra vez los detalles del dolor que te causaron. Pídeme que te ayude a dejar todo eso atrás y a trascender sobrenaturalmente la tendencia natural a recordarlo con frecuencia. Si lo dejas atrás, te beneficiarás del regalo divino del perdón.
Cuando perdones, Yo sanaré tus heridas y mejoraré auténticamente tu situación.
Publicado por primera vez en agosto de 2008. Adaptado y publicado de nuevo en septiembre de 2019.
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