Percepciones y la obra de Dios
Recopilación
Me gusta concebir la naturaleza como una emisora sin límite a través de la cual Dios nos habla a toda hora, a condición de que sintonicemos con Él. George Washington Carver
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Cuando la lista de plazos parece que es muy larga, algo que me ha sido útil para evitar el cansancio que llega sigilosamente es que alguna que otra vez hago una pausa de unos minutos a fin de relajarme.
A veces salgo al balcón o me siento junto a las grandes puertas de vidrio para que mis ojos descansen de la computadora y contemplo la belleza del exterior. Desde ese mirador el paisaje es de una gran cantidad de árboles, campos llenos de maleza y montañas que se ven a la distancia. La densidad de los grupos de árboles da al paisaje un tono verde oscuro que con solo mirarlo tiene un efecto tranquilizador.
Imagino que los pájaros opinan lo mismo, porque alrededor de la casa abunda una diversidad de pájaros de distintos tamaños y colores. Mis favoritos son los de color amarillo intenso. No solo son hermosos, también tienen un canto alegre y sonoro.
A medida que centro la atención en la belleza distante, es casi imposible sentir algo que no sea inspiración. Lamentablemente, como en la vida, no todo es perfecto cuando miro con detenimiento. Cables gruesos, negros y grises cortan la belleza del paisaje un poco más abajo del balcón, como si esos cables fueran líneas feas que cruzaran el entorno pintoresco que tengo frente a mí. Tratan de captar mi atención como si quisieran estropear la belleza de ese regalo perfecto del Señor. En la callecita que se ve abajo, una casa pequeña tiene en el techo una gran antena de televisión y en medio de ese lugar hay un viejo poste de luz. El poste es de concreto, ya no está en uso y le falta la parte superior; de arriba salen por todos los ángulos puntas de varillas de reforzamiento oxidadas. No parece tener otro propósito que interferir con el color y diseño de la naturaleza.
En una de esas pausas, trataba de relajarme. En cambio, empecé a poner demasiada atención a los inconvenientes que había en ese bello entorno. Entonces el Señor empezó a reprenderme a Su modo particular, por medio de una representación teatral con Sus criaturas como los artistas principales. Me quedé sentada y observé el paisaje un poco compungida por lo que el hombre había añadido y que no me inspiraba; entonces el pájaro amarillo —que es mi favorito— se posó en los cables a unos metros del final del balcón y empezó a cantarme una tonadilla que había elegido.
De repente, aquellos cables empezaron a perder su fealdad, pues me di cuenta de que si no fuera por ellos, aquel pequeño animador angélico no estaría cantándome. Comencé a relajarme, y un par de pájaros de color rojo radiante se posaron en la antena de televisión. Se veían muy cómodos y tranquilos. Se quedaron allí largo rato, dándome oportunidad de disfrutar de sus interacciones. Parecían comunicarse con tanto entusiasmo que casi imaginé que conversaban de lo ocurrido en el día. Mi concentración y placer al observarlos pareció eliminar la fealdad de la antena y ésta se convirtió en escenario de aquel alegre intermedio.
Luego, el evento supremo empezó a desarrollarse a medida que empezaban a llegar rápidamente las nubes oscuras. Pensé que ya había terminado la pequeña función que había dado el Señor, pero estaba a punto de ver que apenas comenzaba. Empezó a llover a cántaros y un coro de golondrinas y gorriones acompañó al pájaro amarillo que me animaba. Varios pájaros rojos empezaron a reunirse en los cables negros. Gorjeaban con alegría; dejaban que la lluvia les lavara el polvo y suciedad de la vida, mientras saltaban juguetonamente y trinaban como si se tratara de un grupo de niños que jugaban en el aspersor del jardín.
Después de unos minutos cesó el aguacero. El sol empezó a salir de nuevo sigilosamente por detrás de las nubes negras. Contemplé aquel paisaje excepcional como no lo había hecho antes. Me vino a la mente que una gran parte de lo que enfrentamos en la vida —en particular a corto plazo y muy de cerca en épocas ajetreadas—, puede parecer muy feo y que arruina nuestra vista de esperanzas y sueños de un futuro más distante. Sin embargo, muchísimo puede cambiar si dejamos que el Señor nos haga ver que lo que aparentemente es feo y que está frente a nosotros en el momento a veces puede ser el medio para que lleguen las bendiciones, la belleza y la ilusión que el Señor quiere traer a nuestra vida. Si tenemos presente que únicamente se trata del escenario que se prepara y donde el Señor puede entregar Sus tesoros más valiosos de alegría y esperanza, y del recordatorio de que hay belleza en todo lo que Él nos pone delante. Solo necesitamos estar dispuestos a detenernos y permitirle que nos lo muestre. María Fontaine
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Para todo el que tiene miedo, está solo o se siente desdichado, el mejor remedio es salir al aire libre, a algún sitio en donde pueda estar completamente a solas; solo con el cielo, con la naturaleza y con Dios. Porque únicamente entonces se siente que todo es como debe ser y que Dios quiere que los hombres sean felices en la humilde pero hermosa naturaleza. Ana Frank
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Santo Espíritu de Dios
brilla hoy en mi corazón.
¡Ahuyenta la oscuridad,
mi noche en día cambiarás!
Andrew Reed
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Cuando el Señor nos presenta un espectáculo de luz, como cuando exhibe un atardecer, la salida de la luna, un arcoíris, las nubes o cualquiera de Sus magníficas y bellas obras de arte... ¡debemos parar a mirarlo, debiéramos prestar atención! Una mariposa, una flor, un árbol, una tormenta… ¡tantas cosas muestran la belleza y poder del Señor!
Él crea toda esa belleza para bien nuestro. Por eso deberíamos manifestar cierto aprecio, cierta gratitud y alabanza; si no, el Señor termina siendo como un actor sin público. «El Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos»[1].
Es una maravilla contemplar la hermosa creación de Dios. Le transmite a uno una magnífica sensación de serenidad, paz y calma, y es reflejo del poder del Señor y de la armonía y belleza de Su creación, ¡pues uno se da cuenta de que Dios vive aún y sigue dirigiéndolo todo! David Brandt Berg
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Los cielos cuentan la gloria de Dios,
el firmamento proclama la obra de Sus manos.
Un día transmite al otro la noticia,
una noche a la otra comparte su saber.
Sin palabras, sin lenguaje,
sin una voz perceptible,
por toda la tierra resuena su eco,
¡sus palabras llegan hasta los confines del mundo!
Salmo 19:1–4[2]
Publicado en Áncora en febrero de 2017.
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