Paciencia y los planes de Dios
Recopilación
Imagínate que… simplemente no sabes lo que Dios quiere que hagas aquí y ahora. No te rindas ni abandones a Dios. Dios te está respondiendo. Sin embargo, por ahora su respuesta es: espera. Dios cumplirá todas Sus promesas, pero a Su tiempo. Dios nos ha dado promesas, no horarios. Es un amante, no un tren.
La paciencia es el arte de esperar. No es forzosamente el arte de esperar con paciencia. Job es un célebre ejemplo de paciencia y de la diferencia que hay entre una espera paciente y esperar pacientemente. El pobre Job no puede ver el significado de sus sufrimientos. No sabe lo que ha hecho (para provocar que Dios permita que sufra). Tampoco sabe qué puede hacer (para encontrar a Dios o entender su situación). Se describe la búsqueda angustiosa de Job a lo largo de treinta y siete capítulos; Job sigue sin encontrar a Dios, ni respuestas, ni consuelo. Sin embargo, no se rinde y espera. Esa es su paciencia.
Solía pensar que únicamente quienes no habían leído el libro de Job podían decir que fue paciente. A mi juicio, Job era el hombre más impaciente de la Biblia. Pero entonces me di cuenta de que la Biblia misma dice que Job era paciente[1]. Entonces, volví a plantearme lo que significa la paciencia. Llegué a la conclusión de que la paciencia no significa forzosamente un estado de calma emocional, porque no cabe duda de que Job no la tenía, aunque tuviese paciencia, conforme a lo que dice el texto de Santiago. Así pues, la paciencia tiene que ser algo más profundo que un estado emocional.
Creo que la paciencia es sencillamente esperar, aguantar, no rendirse. Eso es todo lo que algunos podemos hacer. Pero eso basta. Cuando lo único que puedes hacer es resistir, seguir intentándolo y perder, o sufrir y morir, ten la certeza de que hay algo más valioso que ganar: la paciencia.
Dios tuvo paciencia con nosotros. Se quedó a nuestro lado. Se quedó con nosotros, incluso después de que lo rechazamos. Es lo menos que podemos hacer por Él cuando da la impresión de que nos abandona, como pareció rechazar a Job, porque el Señor nos ha prometido que jamás nos dejará ni nos abandonará, por mucho que nuestra situación nos haga pensar que lo ha hecho. La fe cree en las promesas de Dios, más allá de las apariencias. La fe resiste, como un ancla, hasta en las oscuras profundidades; incluso cuando no son posibles el discernimiento y la luz. El discernimiento no siempre es necesario, la fe sí lo es.
En el último día, cuando Dios pase lista, al llegar a tu nombre preguntará, como hacían los profesores de colegio: «¿Presente? ¿Estás aquí todavía? ¿No me has dejado?» Si respondes que sí con franqueza, si estás presente, si todavía buscas a Dios y Su justicia, entonces todo lo demás te será añadido, también el don del discernimiento. Todo lo que no discerniste durante tu tiempo en la Tierra, lo harás en la luz de la eternidad. En esta vida, el discernimiento arroja poca luz sobre el futuro. En la próxima vida, hará que resplandezca la luz de Dios sobre el pasado. Peter Kreeft[2]
Esperar y aprender a ser pacientes
En la Biblia se encuentran ejemplos de paciencia, ¡como Job, Moisés y David!
Job lo perdió todo: su familia, fortuna y, al final, ¡su salud! Pero no por eso dejó de creer y de obedecer. Dijo: «Aunque [Dios] me mate, en Él esperaré»[3]. Aguantó y se negó a rendirse. La paciencia de Job[4] ha constituido un ejemplo alentador para las generaciones futuras.
Cuando Moisés intentó liberar a toda prisa a los hijos de Israel, mató a un egipcio y tuvo que escapar solo a fin de salir con vida. Sin embargo, tras 40 años de apacentar ovejas en el desierto con paciencia y humildad, tuvo tiempo para prestar oído a Dios en vez de escuchar sus propios impulsos, y por fin estuvo preparado para la labor lenta, larga y laboriosa del éxodo. ¡Fue un proceso lento, pero seguro!
David pasó 17 años a las órdenes del rey Saúl y el Señor le enseñó muchas cosas importantes al observar que Saúl tomaba decisiones apoyado en sus propias fuerzas, sin esperar las indicaciones del Señor, y no tardó en hacerse evidente que de esa manera no daba la talla. David, en cambio, entendió que debía esperar a Dios.
La paciencia es una de las enseñanzas que Dios más frecuentemente desea impartirnos a todos. Así pues, «tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna»[5].
Sus planes maestros
En el año 2007 se instituyó en los Países Bajos un plan bicentenario de adaptación y preparación para el cambio climático. Debido a que dos tercios de la población holandesa vive bajo el nivel del mar, los efectos del cambio climático en ese país pueden llegar a ser muy drásticos, y por eso se han tomando tales precauciones. Según mi entender, el plan —con alcance hasta el año 2200— consiste en asignar 20 mil millones de dólares a la investigación y construcción de mejores defensas contra la invasión del agua en las zonas costeras. El motivo de este plan elaborado es muy simple: debido a los cambios climáticos y un mayor riesgo de inundaciones, de no adoptarse tales medidas no hay garantía de que Holanda aún exista como país dentro de 200 años.
Sin embargo, hay un planificador que supera ampliamente los planes de cualquier otro. En Hechos 17:26 el apóstol Pablo menciona un plan que abarca todos los planes que jamás se hicieron. Dijo: «De un solo hombre [Dios] hizo todas las naciones para que habitaran toda la tierra; y determinó los períodos de su historia y las fronteras de sus territorios»[6]. O sea que Dios desde un principio tuvo un plan, y el acto de la creación no fue casual. No es que Dios no tuviera nada que hacer un domingo por la tarde y bum, decidió crear la tierra. Hay un plan mayor que se va cumpliendo con cada día de existencia humana en el planeta tierra.
No obstante, hay algo aún más impresionante para todos nosotros: cada ser humano que Dios pone en la tierra es un acto intencional de creación. Dios es un planificador, Él tiene un plan para todos. El rey David afirmó acerca de Dios: «Tus ojos vieron mi embrión, y en Tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no existía ni uno solo de ellos»[7]. Y en una charla donde Job describe la naturaleza de Dios, él le dice a Dios: «Tú has determinado la duración de nuestra vida. Tú sabes cuántos meses viviremos, y no se nos concederá ni un minuto más»[8].
Imaginemos a Dios planificando la vida de Moisés. El primer capítulo no habla de cómo Moisés partió el mar Rojo; ni siquiera menciona cuando recibió las instrucciones de Dios ante una zarza ardiente en el monte Horeb. Hay cerca de 80 años de capítulos y páginas previos a estos dos acontecimientos. Al estudiar la vida de Moisés es fácil maravillarse por los 40 años que pasó cuidando ovejas; pensamos en cuánta paciencia habrá adquirido al cabo de esa experiencia. Pero ahora me doy cuenta de que en realidad fue Dios el que mostró paciencia en esa historia. Imagínate lo que habrá sido crear un personaje, a sabiendas de que pasarían 80 años antes de que estuviera listo para hacer lo que le pidiera.
De alguna manera para mí es un consuelo saber que Dios es un planificador. He aquí el porqué: Aunque te sientas que no está pasando nada en tu vida y es difícil esperar, puede que simplemente estés en las primeras páginas del plan de Dios y que las cosas magníficas están en la página 492. O quizás tu «genial» es simplemente una vida conformada de días bien vividos para la gloria de Dios. Sea cual sea el caso, lo fantástico del plan de Dios es que aunque no parezca suceder nada en la superficie, Dios sigue teniendo cantidad de planes intrincados en marcha. Su Espíritu trabaja aun en los días comunes y corrientes. Su Espíritu sigue obrando en tu vida para que llegues a la página 492 de tu libro, y aún más allá.
En una carta a los Romanos, Pablo dice que Dios es «el Dios de la paciencia»[9]. La Biblia describe a Dios como paciente y lento para la ira; es una de las características que se le atribuyen. Y si Dios fue tan paciente en Sus planes para Moisés y para toda la humanidad, se me ocurre que no es exagerado creer que Él quiere que nosotros también seamos pacientes con el cumplimiento de Su obra en nuestra vida. Si Dios cree que vale la pena esperarnos, nosotros también deberíamos creerlo. T.M.
Publicado en Áncora en agosto de 2017.
[1] Santiago 5:10-11.
[2] Peter Kreeft, Making Choices (Servant Books, 1990).
[3] Job 13:15.
[4] Santiago 5:11.
[5] Santiago 1:4.
[6] NVI.
[7] Salmo 139:16 (NBLH).
[8] Job 14:5 (NTV).
[9] Romanos 15:5 (RV1960).
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