Orar es conversar con Dios
Recopilación
La oración no es un monólogo, sino un diálogo. En esencia es la voz de Dios que responde a la mía. Andrew Murray
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Se nos pide que estemos en continua relación con Dios, que en cierto modo es como tener un diálogo constante con Él, hablarle, pedirle orientación, alabarlo y escucharlo a lo largo del día. Se entiende que ese es el sentido de la exhortación general que nos hace Pablo para que oremos «constantemente» o «sin cesar»[1]. Peter Amsterdam
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Dios te ama tanto que no solo quiere comunicarse contigo a través de Su Palabra escrita, sino también directamente. Es un Padre tan amoroso que se interesa personalmente por ti y quiere participar en tu vida diaria. Sabe que tienes interrogantes y problemas, y quiere darte respuestas y soluciones. Desea dirigirte palabras de amor y aliento que incrementen tu fe y te ayuden a superar las dificultades. Más que nada, quiere hacerte saber lo mucho que te ama. Para ello creó un canal de intercambio, una vía de comunicación entre Él y nosotros que nos permite hablarle en oración y captar las palabras que Él nos responde personalmente. David Brandt Berg
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Cada día se nos ocurren miles de pensamientos y todos ellos pueden convertirse en oraciones. Es un hábito que hay que adquirir; pero cuando lo prueben verán que es de una eficacia grandísima para enseñarnos a orar verdaderamente «sin cesar»[2]. No hace falta idearse cosas por las que orar a lo largo del día; basta con convertir los pensamientos en oraciones al Señor.
Si por ejemplo se despiertan por la mañana y piensan: «Uy, qué cansado estoy, no sé cómo voy a poder levantarme», pueden convertir ese pensamiento en una oración: «Señor, Tú sabes lo cansado que estoy y cuánto necesito que me des Tus fuerzas.» Cuando piensen: «¿Cómo estarán los niños?», pueden orar: «Señor, bendice y guarda a los niños en lo que estén haciendo. Protégelos y haz que tengan mucho amor, bondad y buen juicio.»
Incluso con los pensamientos positivos, como: «Qué día tan bonito», pueden transformarlos en alabanzas al Señor. «Gracias, Jesús, por darnos un día tan hermoso.» María Fontaine
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Al igual que sucede con toda amistad, tu relación con Jesús se verá fortalecida si te comunicas con Él francamente y con frecuencia. En realidad, esa es la esencia de la oración: comunicarse de corazón a corazón con el Señor.
Pero, ¿cómo se logra ese estrecho vínculo? Es bien sencillo.
Para empezar, busca un lugar tranquilo. Imagínate que Jesús está a tu lado. Háblale como lo harías con un buen amigo. Puedes hacerlo mentalmente o en voz alta. Las palabras que digas no tienen mucha importancia. Simplemente dile lo que te nazca.
Puedes orar en cualquier parte, en cualquier momento. Da lo mismo que estés sentado o de pie. No es necesario estar en un templo ni en ningún lugar en particular. La oración establece un vínculo entre el Señor y tú, te encuentres donde te encuentres.
Muchas personas equiparan la oración con pedirle cosas a Dios. Pero eso no es más que un aspecto de la cuestión. Naturalmente Él quiere que le plantees tus necesidades, pero también que pases tiempo con Él, que le hagas confidencias, le cuentes cómo te va. Dile cuánto lo amas y lo agradecido que estás por todas las cosas buenas que te pone delante. Exponle tus sueños y anhelos, tus problemas e inquietudes, y Él te concederá las fuerzas, la inspiración, el consuelo y las soluciones que necesitas.
Claro que la oración es más que eso.
Jesús también quiere comunicarse contigo, hablarte. Quiere dirigirte palabras de amor y de ánimo. Desea ayudarte a resolver tus problemas. Tiene en Su haber todas las soluciones y respuestas, pero para poder revelártelas es preciso que lo escuches. Por eso, es necesario que aprendas a reconocer Su voz cuando te hable al alma y te ponga pensamientos en la cabeza. […]
De cualquier modo, tanto cuando te dirijas al Señor como cuando lo escuches, ¡la comunicación con Él se realiza a la velocidad del pensamiento! Julie Vasquez[3]
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La hija de un señor le pidió al pastor que fuera a su casa a orar por su padre. Cuando el clérigo llegó encontró al hombre acostado con la cabeza apoyada en dos almohadas. Había una silla vacía al lado de la cama. El pastor asumió que el anciano sabía que vendría a verlo.
—Supongo que me estaba esperando —afirmó.
—No, ¿quién es usted?
—Soy el nuevo auxiliar de la iglesia de la localidad —respondió el clérigo—. Cuando vi la silla vacía, supuse que sabía que vendría.
—Ah, sí, la silla —dijo el enfermo—. ¿Le importaría cerrar la puerta?
Perplejo, el pastor cerró la puerta.
—Jamás le he dicho esto a nadie, ni siquiera a mi hija —dijo el hombre—. Pero durante toda mi vida jamás aprendí a orar. En la iglesia escuchaba al pastor hablar de la oración, pero nunca llegué a entender cabalmente a qué se refería.
—Dejé de intentarlo —continuó el anciano—, hasta que un día hace como cuatro años mi mejor amigo me dijo: «Joe, orar es muy sencillo. Es sostener una conversación con Jesús. Te sugiero que hagas lo siguiente. Siéntate en una silla y coloca una silla vacía frente a ti. Luego por fe mira a Jesús que está frente a ti. No es algo extraño puesto que Él prometió: “Siempre estaré con ustedes”. Luego háblale y escucha tal y como lo haces conmigo en este momento.»
—Así que seguí su consejo y me gustó tanto que desde hace un par de años lo hago cada día. En todo caso, soy cuidadoso. Si mi hija me viera hablándole a una silla vacía, le daría una crisis nerviosa o me internaría en alguna institución.
El pastor se conmovió muchísimo con el relato y alentó al anciano a seguir por el mismo camino. Luego oró con él y regresó a la iglesia.
Un par de días más tarde la hija llamó al pastor para contarle que su papá había muerto aquella tarde.
—¿Crees que murió en paz? —le preguntó el pastor.
—Así es, cuando salía de la casa a eso de las dos, me pidió que me acercara a la cama, me contó uno de sus chistes cursis y me dio un beso en la mejilla. Cuando regresé de la tienda una hora después, lo encontré sin vida. Solo que había sucedido algo extraño. De hecho, muy extraño, hasta anormal. Al parecer, justo antes de morir mi papi, se inclinó y puso la cabeza sobre una silla que había al lado de la cama. Tomado de storiesforpreaching.com
Publicado en Áncora en enero de 2018.
[1] 1 Tesalonicenses 5:17.
[2] 1 Tesalonicenses 5:17.
[3] Julie Vasquez para la serie Actívate, Oración eficaz (Aurora Production, 2010).
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