Orar con júbilo y confianza
Palabras de Jesús
La oración es una sorprendente arma espiritual, y cuando la utilicen obtendrán respuestas. Mejorará la situación y cambiarán las circunstancias.
En última instancia, soy Yo quien está al mando, no solo de su vida y circunstancias, sino del universo entero. De modo que a veces, aunque su oración sea buena, es posible que no la responda de la manera exacta en que piensan que debería porque hay factores de los que ustedes no están al tanto. Eso sí, pueden confiar en que responderé de la mejor forma para ustedes y para todos los afectados.
La respuesta a sus oraciones depende mucho de Mi voluntad. De hecho, depende enteramente de ella. Si lo que desean que haga se ajusta a Mi voluntad en todos los sentidos, reconocerán fácilmente la respuesta, ya que será ni más ni menos lo que pidieron. Pero en otras ocasiones, si Mi voluntad no se ajusta exactamente a lo que piden, es posible que no reconozcan la respuesta tan rápido. Aunque respondo, partes de la respuesta a su oración, o incluso la totalidad, podrían ser distintas de lo que esperaban.
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Me encanta responder a tus oraciones, tal como a ti te encanta atender a los pedidos de tus seres queridos. Cuando ves la alegría reflejada en su rostro al recibir lo que te han pedido, nace en tu interior el sentimiento de la felicidad auténtica que se obtiene al dar y al ver felices a los demás. Mi corazón se regocija al verte feliz. Cuando pides algo y Yo respondo a tu pedido y veo tu alegría por lo que recibiste de Mí, Yo mismo reboso de felicidad.
Me encanta responder a tus oraciones porque es Mi manera especial de demostrarte lo consagrado que estoy a cuidar de ti. Hasta el maravilloso día en que nos unamos por la eternidad, las respuestas a tus oraciones son Mi forma de atender amorosa y tiernamente a cada una de tus necesidades. Las respuestas a tus oraciones son mi forma de decirte: «Te amo y estoy acá a tu disposición las 24 horas del día, 7 días a la semana. Estoy plenamente consagrado a ti y nada puede separarnos; ni siquiera el hecho de que estemos en dimensiones totalmente distintas.»
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Tómate unos instantes para pensar en algo que haya ocurrido en tu vida, algo que deseabas y querías, pero que nunca te pareció posible. ¿Qué sentiste cuando se materializó? Piensa en la felicidad, el gozo y la gratitud que sentiste.
Cuando ores, ora con espíritu de júbilo, convencido de que responderé a la oración y conduciré tu pedido a la victoria, aun si es de una manera que no esperabas.
Orar con júbilo significa regocijarse por las respuestas a la oración y los milagros que ya estoy obrando, porque Yo comienzo a responder a sus oraciones aun antes de que pidan, frecuentemente de maneras que van mucho más allá de tu imaginación o expectativas.
Alza los brazos en alabanzas jubilosas. Dame las gracias por Mis copiosas bendiciones. Sobre todo, demuestra tu entusiasmo y tu euforia por contar con un arma tan poderosa: el poder de la oración.
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El mundo de la oración es enorme y las repuestas y formas de resolver un problema pueden ser muy numerosas. Así que no limiten sus expectativas y su fe a la única solución que tienen pensada. Puede que no sea la que tengo prevista para ustedes.
Imagínense a un hombre que está en el bosque y se topa con un enorme árbol que le impide el paso. Yo podría levantarlo por encima, abrir un agujero a través del árbol o mandar fuego para quemarlo. Podría levantarlo, ayudar al hombre a pasar por encima, indicarle la forma de pasar por un lado, o incluso hacerle ver por qué no es Mi voluntad siquiera que pase por ahí. Ahora bien, si el hombre solo ora por una motosierra, su solución ideal para el problema, no debería sentirse decepcionado si no le doy la motosierra, porque a lo mejor Mi respuesta no es en absoluto la que él se esperaba.
No se empecinen, pues, en que una situación termine como piensan ustedes que debería, al punto de que pierdan de vista otras opciones de las que quería valerme para darles la mejor respuesta.
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«¿Por qué será que a veces Dios no responde a mis oraciones?», te preguntas. Mi amor, siempre respondo. Unas veces te digo que sí, otras que no, otras que esperes, otras te pido que primero hagas algo, pero siempre contesto.
A veces te doy consejos que te encaminan en una dirección y te pido que cumplas primero esas instrucciones y luego vuelvas a Mí para consultarme el siguiente paso; eso es una respuesta. Otras veces te digo que tengas paciencia; eso es una respuesta. Yo siempre respondo a las oraciones, pero muchos tienen una idea preconcebida de la respuesta que quieren, y piensan que no estoy respondiendo.
Cuando no respondo a una oración, ello en sí ya es una respuesta. Por ejemplo, si un niño pide una camionada de golosinas, sé que no serán buenas para él, así que no respondo mandando el camión. Respondo no enviándolo.
Sus oraciones son respondidas de acuerdo con Mi voluntad y a lo que sé que más les conviene a ustedes y a todos los afectados. No pierdan la fe ni piensen que algo anda mal con ustedes o sus oraciones si les da la impresión de que no hago lo que me pidieron. Después de orar y encomendarme algo, confíen en que haré lo mejor para ustedes, aunque eso signifique no darles algo o no hacerlo de la manera precisa en que me lo pidieron, porque sé que hay una forma mejor.
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Los creyentes se entusiasman al orar, pues ya ven en su mente los resultados de sus oraciones. Ya han oído los testimonios de las oraciones respondidas, y su espíritu ya ha conocido los frutos de Mis respuestas. Ello se debe a que me conocen en el pleno sentido de la palabra. Conocen Mi amor, atención y bondad infalibles.
Las oraciones de alabanza son como la banda jubilosa de canto y baile que conduce a los creyentes a la victoria. Entran por Mis puertas con acción de gracias y regocijo, echando mano de Mis promesas, sabiendo que no puedo fallar, que no fallaré y que la victoria va en camino.
Así que eleven su corazón en alabanza y júbilo ante Mí, como lo hizo el rey David de antaño en los Salmos. Su amor era inmenso y sus alabanzas eran poderosas, y no se contenía. Danzó ante Mí con desenfreno, demostrándole a la gente su gozo y alabanza. Yo habito en las alabanzas de Mi pueblo.
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Alcen los brazos, rían, aplaudan, lloren de alegría, canten, bailen, griten; hagan lo que sea que quieran para expresar su alabanza al orar con júbilo y gratitud por todo lo que he hecho y todo lo que he de hacer.
Acepten el reto frente la situación imposible que se alza ante ustedes y alábenme porque voy a hacer que redunde en su bien. Orar de esta manera le hace mucho bien a su espíritu. Los pone de un estado de ánimo positivo, optimista y alegre, lo cual les hace mucha falta cuando enfrentan una batalla sobrecogedora o difícil.
Nada es demasiado difícil para Mí y ustedes demuestran su confianza y fe en esa promesa cuando me elevan una oración de júbilo.
Mi gozo no es necesariamente un sentimiento; en muchos casos consiste en optar por ver la situación desde determinada perspectiva. Pueden hacer oraciones jubilosas aunque el problema o necesidad por el que oren no sea motivo de gran gozo, pues son conscientes de Mi impresionante poder, del amor desbordante que les tengo y de Mi deseo de proveer para ustedes y protegerlos.
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Un corazón que está lleno de júbilo y alabanza es un corazón a través del cual la oración fluye con facilidad y poder. Cuando me alaban, cuando se concentran en Mi bondad y en los resultados y respuestas que he dado, su fe en la oración se fortalece y se reafirma su confianza porque saben que puedo volver a hacer lo que he hecho antes, que tengo más de lo mismo.
Así que infundan tanto júbilo y alabanza como puedan a sus oraciones y a cada aspecto de su vida. Así podrán tener la seguridad de que están tomando medidas positivas mediante la oración y de que están permitiendo que el Espíritu obre a través de ustedes y por ustedes para responder a las oraciones de la forma que sé que más conviene.
Publicado por primera vez en septiembre de 2007. Texto adaptado y publicado de nuevo en abril de 2016.
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