Oraciones sin respuesta
David Mizrany
Hay una hermosa canción de Garth Brooks que dice así:
A veces le agradezco a Dios
por las oraciones sin respuesta.
Recuerda cuando hables
con el hombre allá arriba,
que aunque Él no responda
no significa que no lo importe.
Uno de los mejores regalos de Dios
son las oraciones sin respuesta.
La canción habla de dar las gracias cuando no recibimos todo lo que pedimos, porque al final Dios puede que tenga un plan mucho mejor, que nos hará mucho más felices al recibirlo. Como tal vez sepan, la canción habla de que un hombre casado y su esposa se encuentran con el «gran amor de juventud» de él. Encontrarse con ella le hace recordar lo enamorado que había estado de ella y cómo oraba pidiéndole a Dios que la hiciera «suya». Pero al final, está muy contento de que Dios no le hubiera concedido lo que había pedido, porque agradece lo que Dios tenía preparado para él: su esposa.
Esta canción destaca un tema clave de la fe de muchas personas: las oraciones sin respuesta. Las personas pueden verse tentadas a abandonar su fe en Dios por una oración que «no» respondió o —de manera más realista— un deseo que no cumplió. Es un concepto erróneo de Dios en el que nos es tan fácil caer cuando nos concentramos en nuestros deseos y aspiraciones. Esto nos puede llevar a pensar que si no recibimos lo que le pedimos a Dios, eso significa que Dios no contestó nuestras oraciones. Que nos escuchó y se quedó mirándonos fijamente sin hacer nada. O que perdió Su gran libro de tareas pendientes y se olvidó de nosotros.
Si así fuera Dios, si eso caracterizara al Dios que sirvo, mi fe también se tambalearía. Afortunadamente, Dios no es así. Dios siempre responde a la oración, siempre. A veces la respuesta es un «sí» inmediato, a veces su respuesta es «espera» y, a veces —y esto es lo importante—responde «no».
A menudo, que nos niegue lo que pedimos es lo mejor que nos podría ocurrir. Es la manera en que Dios nos impide hacer o tener algo que Él sabe que no es la mejor opción. A veces, Él dice que no porque sabe que a la larga no satisfará nuestros mejores intereses. Al igual que un buen padre, Dios sabe que incluso si nos entristece, decirnos que «no» es lo mejor para nosotros.
En la Biblia hay un ejemplo de esto. El amigo cercano de Jesús, Lázaro, estaba gravemente enfermo. María y Marta le imploraron a Jesús que viniera y lo sanara. Tenían fe en Él, y tenían una necesidad muy importante y apremiante. No es que estuvieran pidiendo un deseo relativamente insignificante; era una situación literalmente de vida o muerte. Y sin embargo, Él no dijo que «sí» y corrió a ayudarlos. Él tenía una visión general, y la respuesta que les dio fue la que sabía que sería la mejor a largo plazo. Lázaro murió por el retraso de Jesús. Pero cuando Jesús fue, aunque Lázaro llevaba cuatro días muerto cuando Él llegó, Jesús todavía tenía en mente el panorama global. Y cuando la gente demostró tener fe, Jesús los recompensó con la respuesta que habían estado pidiendo.
Así que incluso cuando Dios me dice «no», he aprendido a no permitir que eso sacuda mi fe en Él. Si lo que pido no se cumple, la oración no ha quedado «sin respuesta», es sencillamente que no recibí la respuesta que yo tenía en mente.
Cuando le pedimos algo a Dios, por supuesto que nunca queremos que nos diga que «no». Si no lo quisiéramos, no lo pediríamos. Queremos que Dios nos diga que «sí» cada vez. O al menos queremos que diga «espera». Impulsados por nuestros propios deseos, incluso los mejores y los más justos, a menudo olvidamos que Dios ve el panorama global, y por eso tenemos la tendencia a perder un poco la confianza en Él. Pero a veces «no» es la respuesta. La mejor respuesta.
Puede ser difícil entender el porqué, pero entender por qué nunca fue nuestra responsabilidad. Nuestro deber es confiar en que Dios sabe lo que hace. Eso a veces requiere más fe que otra cosa, confiar en vez de entender, y pase lo que pase, confiar y comprender que Él ha escuchado, cuando dice «sí», cuando dice «espera» y cuando dice «no».
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