Oraciones de otros peregrinos
Recopilación
Descargar audio (21.9MB)
Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea Tu nombre.
Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, en la tierra como en el cielo.
El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
No nos metas en tentación, sino líbranos del mal.
Porque Tuyo es el reino, el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.
Jesús[1]
*
¡Buenos días, Señor! ¿A qué te dedicas en este día? ¿Puedo ser parte de ello? Gracias. Amén. Norman Grubb, misionero y escritor (1895–1993)
*
Señor, eres mi amante,
mi deseo,
el arroyo que fluye en mí,
mi sol,
y yo soy Tu reflejo.
Mechthild de Magdeburg, místico del siglo 13
*
Tómalos, Señor. Recibe mi plena libertad, mi memoria, mi comprensión y toda mi voluntad. Me has dado todo lo que soy y poseo. Te lo entrego todo para que dispongas de ello conforme a Tu voluntad. Tan solo dame Tu amor y Tu gracia; ello me bastará para ser rico y no desear nada más. Amén. San Ignacio de Loyola, sacerdote del siglo XVI
*
Imagen de Dios
nacidos del aliento de Dios
navíos del Amor divino
creados a Su semejanza
morada de Dios
conocedores de las verdades infinitas
eternamente conocidas
elegidos de Dios
hogar de la Majestad Infinita
que permanece en el Hijo
llamados desde la eternidad
vida en el Señor
templos del Espíritu Santo
ramas de Cristo
vasijas del Altísimo
fuentes de Agua Viviente
herederos del reino
gloria de Dios
moradas de la Trinidad
Dios canta esta letanía
por siempre en Su Palabra.
Eso somos.
Monje trapista anónimo
*
Levanto las manos a ti, amado Dios,
en alabanza y gratitud por todo lo que haces.
Iluminas mi senda a diario
y me bendices con tierno trato…
Levanto las manos a ti, amado Dios,
en los días oscuros de escasas dichas.
Me levantas con alas de águila
y me elevas sobre toda prueba.
Levanto las manos a ti, amado Dios,
concédeme paciencia y sabiduría.
Y llena mi corazón de amor y alegría,
dones preciosos que creaste para que los compartamos.
Emily Matthews
*
Dios mío, escucha mi clamor. Atiende mi oración. Clamo a ti desde los confines de la tierra, pues ya mi corazón desfallece. Llévame a una roca más alta que yo, porque Tú eres mi refugio, eres fuerte torre que me protege del enemigo. Yo habitaré en Tu templo para siempre; bajo la sombra de Tus alas estaré seguro. Rey David[2]
*
Señor, hazme un instrumento de Tu paz.
Donde haya odio que siembre yo amor.
Donde haya discordia que yo lleve el perdón.
Donde haya duda, que infunda yo fe.
Donde haya desespero, que lleve la esperanza.
Donde haya oscuridad, que brille con Tu luz.
Donde haya tristeza, que lleve alegría.
Divino Maestro,
que no espere ser consolado, sino consolar;
ser comprendido, sino comprender;
ser amado, sino amar.
Porque es dando que se recibe.
Es perdonando como somos perdonados,
y muriendo, que nacemos para vida eterna.
Amén.
Anónimo, generalmente atribuido a San Francisco de Asís.
*
Señor, haz de mi vida
una ventana de Tu luz
por la que puedas brillar
y un espejo que refleje
Tu amor
a todo el que a mí llegue. Amén.
Robert Schuller
*
Querido Dios, mis pequeños planes fracasaron. No seré afligido. Haré una pausa, querido Dios, y mañana lo volveré a intentar. John Fico
*
Señor mi Dios, ignoro a dónde me dirijo. No puedo ver la senda que recorro. No sé dónde terminará. Tampoco sé de veras quién soy y el que piense que hago Tu voluntad no significa que en efecto así sea. Sin embargo, sé que mi deseo de complacerte te satisface. Espero tener ese deseo al realizar todo lo que hago. Confío en que jamás haré algo diferente a lo que Tú deseas. Sé que si obro así, me conducirás por el buen camino del que nada sé. Por lo tanto en ti siempre confiaré aunque me sienta perdido y bajo sombra de muerte. No temeré, porque siempre estás conmigo y nunca permitirás que enfrente mis peligros a solas. Thomas Merton, monje trapista, escritor y místico del siglo 20
*
Que Dios te bendiga con malestar
ante respuestas fáciles, medias verdades y relaciones superficiales
para que tengas una vida sobria y profunda.
Que Dios te bendiga con enojo
ante la injusticia, la opresión y la explotación de los seres humanos,
para que procures justicia, libertad y paz.
Que Dios te bendiga con lágrimas
para verterlas sobre los que sufren dolor, rechazo, hambre y guerra,
para que puedas extenderles la mano para consolarlos
y transformar su pena en alegría.
Y que Dios te bendiga con la suficiente necedad
de creer que puedes transformar el mundo,
para lograr lo que otros dicen que es imposible,
Llevar justicia y amabilidad a nuestros hijos y a los pobres.
Amén.
Bendición franciscana
*
Jesús, te ruego que me ayudes a amar hoy a mis compañeros de trabajo, a mis alumnos, a las personas con quienes hable. Aunque no haga otra cosa hoy, ayúdame a manifestar amor a todo el que se cruce en mi camino: a abrazar y demostrar cariño a los que lo necesiten; a tratar con compasión a quien le haga falta saber que entiendo su situación; a tener paciencia con los que están confusos y los que dudan, sabiduría con los que desean expresar sus opiniones y sentimientos y no saben cómo, y tolerancia con quienes no parecen esforzarse como debieran; a orar por los que llevan una carga pesada; a comprender y atender amorosamente a los enfermos; y a echar una mano a los que bregan con una tarea dificultosa. María Fontaine
*
Jesús ora por Sus discípulos
He manifestado Tu nombre a aquellos que del mundo me diste; Tuyos eran, y Tú me los diste, y han obedecido Tu palabra. Ahora han comprendido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti. Yo les he dado las palabras que me diste, y ellos las recibieron; y han comprendido en verdad que salí de ti, y han creído que Tú me enviaste.
Yo ruego por ellos. No ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son Tuyos. Y todo lo Mío es Tuyo, y lo Tuyo es Mío; y he sido glorificado en ellos. Y ya no estoy en el mundo; pero ellos sí están en el mundo, y Yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, cuídalos en Tu nombre, para que sean uno, como nosotros.
Pero ahora voy a ti; y hablo de esto en el mundo, para que Mi gozo se cumpla en ellos mismos. Yo les he dado Tu palabra, y el mundo los aborreció porque no son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los protejas del mal. Ellos no son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo. Santifícalos en Tu verdad; Tu palabra es verdad. Tal como Tú me enviaste al mundo, así Yo los he enviado al mundo.
Pero no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en Mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como Tú, oh Padre, en Mí, y Yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que Tú me enviaste. Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y Tú en Mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo crea que Tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a Mí me has amado.
Padre, quiero que donde Yo estoy también estén conmigo aquellos que me has dado, para que vean Mi gloria, la cual me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.
Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero Yo te he conocido, y éstos han reconocido que Tú me enviaste. Y les he dado a conocer Tu nombre, y aún lo daré a conocer, para que el amor con que me has amado esté en ellos, y Yo en ellos.» Jesús
Publicado en Áncora en abril de 2013. Leído por Gabriel García Valdivieso.
Traducción: Luis Azcuénaga y Antonia López.
Artículos recientes
- Vencer el temor con fe
- La descuidada virtud de la gratitud
- La fe y los desafíos
- Un puesto en la mesa del Padre
- La asombrosa gracia de Dios
- Cómo enfrentar y superar la adversidad
- Obras en curso
- Respuesta cristiana en un mundo polarizado
- La viuda de Sarepta: Un relato de esperanza
- Superar el temor y la preocupación