Obsequios navideños llenos de amor
Palabras de Jesús
Todo el mundo sabe que el dinero no hace la felicidad. Sin embargo, qué rápido se olvida eso durante las fiestas. Es muy fácil dejarse arrastrar por la fiebre de adquirir juguetes y aparatos último modelo y descuidar los gratos momentos que podrías pasar con tus familiares y amistades, ofreciéndoles el mejor de los regalos: el amor que hay en tu corazón.
La temporada navideña es en honor a Mí, sin embargo, no hay en las tiendas regalos que quiera para Mi cumpleaños. El regalo que más me agrada es ese mismo que es tan valioso para tu familia y amigos: tu amor, tu tiempo y tu amistad.
Lo que más deseo es un espacio en tu corazón. El mejor regalo que me puedes hacer es invitarme a tu corazón para instalarme en él y no abandonarlo jamás. Nunca derribo la puerta de nadie. Siempre aguardo a que me inviten. Sencillamente llamo, con la esperanza de que esa persona oiga Mi voz, que toco a la puerta de su corazón, y me abra para darme la bienvenida[1].
Tu corazón es un regalo de gran valor y lo estimo mucho. Hay regalos que pasan de moda o se descomponen o desgastan con el tiempo; pero te prometo que si me regalas tu corazón, lo llenaré de cariño y amor eterno para que sea eternamente joven.
Un regalo que sigue dando sin cesar
Mi regalo para ti es la promesa de Mi presencia. Deseo estar más cerca de ti y ser más querido para ti que ningún otro amigo terrenal o persona amada. Y tengo muchísimo para darte; más que suficiente para llenar cada día de hoy en adelante. Comenzaré por darte amor verdadero, que no falla, que es incondicional. Sé que cuando más feliz te sientes es cuando sientes que te aman; y Mi amor es el más rico y pleno que hay. No es la felicidad pasajera que encuentras en cualquier lugar, sino una felicidad profunda, duradera, con todos sus matices: gozo, consuelo, contentamiento, paz, estabilidad, seguridad, positivismo, delicia.
El regalo que tengo para ti no se vende en ningún negocio, puesto que no se puede comprar ni vender, pues lo doy gratis. Jamás se pondrá viejo, no se romperá ni se gastará, y jamás podrás hacer un regalo más grande que ese. Nadie te lo podrá quitar, y durará para siempre. Nunca cambia, pero al mismo tiempo no dejará de sorprenderte y maravillarte. Puedes compartirlo todo lo que quieras, y siempre habrá más que suficiente. De hecho, cuanto más lo compartas, más tendrás.
Y siempre estaré contigo para disfrutar los buenos momentos contigo y para ayudarte en los momentos difíciles. Puedes hablarme en cualquier momento, en cualquier lugar, y te susurraré al corazón o mente justo lo que necesites en ese momento. Ve más allá y acepta el regalo de Mi presencia.
El mejor regalo que te puedas imaginar
Soy el Verbo que se hizo hombre. Siempre he sido y siempre seré. En el principio ya existía el Verbo (la Palabra), y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios[2]. Cuando pienses en Mí como un bebé nacido en Belén, no pierdas de vista Mi divinidad. ¡El bebé que creció y llegó a ser el Salvador-Hombre es también Dios Todopoderoso! No podría haber sido de otra forma.
Mi vida sacrificada y muerte no habrían sido suficientes si Yo no fuera Dios. Así pues, alégrate de que el Verbo que llegó al mundo como un niño indefenso es el mismo que hizo que existiera el mundo.
Aunque era rico, por ti me hice pobre para que tú te hicieras rico. ¡Ningún obsequio de Navidad podría compararse con el tesoro que tienes en Mí! Como está de lejos el oriente del occidente, así alejo de ti tus pecados, librándote de toda condenación. ¡Te regalo una vida gloriosa e inimaginable, una vida que no tendrá fin! […]
¡Soy el mejor regalo que te puedas imaginar! Cuando me tienes a Mí, tienes todo lo que te hace falta para esta vida y la siguiente. He prometido satisfacer todas tus necesidades conforme a Mis gloriosas riquezas[3]. Sin embargo, a veces Mis amados no disfrutan de las riquezas que proveo… En vez de alegrarse por todo lo que tienen, anhelan lo que no tienen. En consecuencia, quedan descontentos.
Te preparo para que pongas en práctica el sacrificio del agradecimiento: que me des gracias en toda circunstancia. Primero, agradéceme por las bendiciones que puedes ver en tu vida. Luego, haz una pausa y cavila sobre el asombroso regalo que es conocerme. Soy tu Dios viviente, tu Salvador amoroso, tu Acompañante inseparable. Sin importar si tienes mucho o poco en este mundo, tu relación conmigo te convierte en una persona de riqueza inconmensurable.
Así pues, cuando enumeres tus bienes, asegúrate de incluir la infinita riqueza que tienes en Mí. Añádeme en la ecuación, y tu gratitud aumentará en forma exponencial. ¡Lo que sea que tengas + Yo = una fortuna incalculable![4]
¿Qué me darás de regalo?
¿Qué puedes regalarme, a Mí, Rey de reyes y Señor de señores, que establecí Mi trono en el Cielo y tengo la Tierra por estrado?[5] ¿Qué regalo puedes hacerme a Mí que lo tengo todo? Obsequios que broten de tu corazón. Cualquier cosa que me obsequies de todo corazón es un regalo que Yo aprecio enormemente.
He dotado a cada persona de una combinación única de dones, talentos y habilidades. Es posible que algunas sean habilidades naturales; por ejemplo, una mente aguda o inquisitiva, o la aptitud para realizar determinado tipo de trabajo. Otros son dones del espíritu, como el don de la humildad, el del optimismo, el de la compasión y el de la abnegación. Pero uno de los dones más importantes que hay es el don de amor. De ese don, todos reciben al menos cierta medida, y deriva del hecho de que todos fueron creados a semejanza de Dios.
Te doté de todos esos magníficos dones con el objeto de enriquecer tu vida y la de los demás. Me pone contento que los uses en beneficio de los demás y en aras de su felicidad.
¿Qué puedes darme en esta Navidad y en el año que empieza? Usa lo que tienes, los talentos que te han sido dados, al máximo. Al hacerlo, me estás dando a Mí, y sucede lo más increíble: tus dones y talentos aumentan, son multiplicados, y ese amor que te motivaba se transmite de un corazón a otro y luego vuelve a ti.
Publicado en Áncora en diciembre de 2018.
[1] Apocalipsis 3:20.
[2] Juan 1:1 (NBLH).
[3] Filipenses 4:19.
[4] Sarah Young, Jesus Always (Thomas Nelson, 2017).
[5] 1 Timoteo 6:15; Isaías 66:1.
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