Obras en curso
Recopilación
[Works in Progress]
Llegar a ser como Cristo es un proceso de crecimiento, largo y lento. La madurez espiritual no es instantánea ni automática; es un desarrollo gradual, progresivo, que tomará el resto de tu vida. Refiriéndose a este proceso, Pablo dijo: «Ese proceso continuará hasta que […] seamos maduros en el Señor, es decir, hasta que lleguemos a la plena y completa medida de Cristo» (Efesios 4:13).
Eres una obra en curso. Tu transformación espiritual al desarrollar el carácter de Jesús tomará el resto de tu vida; y aun así, no se terminará aquí en la Tierra. Solo terminará cuando llegues al Cielo o cuando Jesús regrese.
En ese momento, será terminado el trabajo de tu carácter que haya quedado inconcluso. La Biblia dice que cuando por fin seamos capaces de ver a Jesús perfectamente, llegaremos a ser como es Él, perfectos: «Él todavía no nos ha mostrado lo que seremos cuando Cristo venga; pero sí sabemos que seremos como Él, porque lo veremos tal como Él es» (1 Juan 3:2).
En la vida cristiana, gran parte de la confusión proviene de ignorar la simple verdad de que a Dios le interesa más desarrollar nuestro carácter que ninguna otra cosa. Nos preocupamos cuando Dios parece estar en silencio sobre cuestiones específicas como «¿Qué carrera debo elegir?» La verdad es que hay muchas carreras diferentes que en tu caso podrían ser la voluntad de Dios. Lo que a Dios más le interesa es que lo que sea que hagas, lo hagas a la manera de Cristo (1 Corintios 10:31; 1 Corintios 16:14; Colosenses 3:17, 23).
A Dios le interesa mucho más quién eres que lo que haces. Somos seres humanos, no hacedores humanos. Dios está mucho más preocupado por tu carácter que por tu carrera, porque a la eternidad llevarás tu carácter, no tu carrera.
La Biblia advierte: «No te adaptes tan bien a tu cultura que encajes en ella sin siquiera pensarlo. En cambio, fija tu atención en Dios. Cambiarás desde adentro hacia fuera. […] A diferencia de la cultura que te rodea, siempre arrastrándote hacia abajo a su nivel de inmadurez, Dios saca lo mejor de ti, desarrolla en ti una madurez bien formada» (Romanos 12:2).
Debes tomar una decisión contracultural para concentrarte en llegar a ser más como Jesús. De lo contrario, otras fuerzas como amigos, padres, compañeros de trabajo, y la cultura, tratarán de moldearte a su imagen. Lamentablemente, un repaso rápido de una gran cantidad de libros populares cristianos revela que muchos creyentes han dejado de vivir para los grandes propósitos de Dios y en cambio se han conformado con una satisfacción personal y estabilidad emocional. Eso es narcisismo, no discipulado.
Jesús no murió en la cruz de modo que pudiéramos llevar una vida cómoda, equilibrada. Su propósito es mucho más profundo: quiere hacernos como Él antes de llevarnos al Cielo. Ese es nuestro mayor privilegio, nuestra responsabilidad inmediata y nuestro destino final. Rick Warren1
Pecadores en recuperación
Dallas Willard solía decir que deberíamos empezar los oficios de la iglesia como en las reuniones de Alcohólicos Anónimos (AA): «Hola, me llamo Cameron McAllister, y soy un pecador en recuperación». Revisemos de nuevo lo que dijo el apóstol Pablo, esta vez en su carta a los filipenses. Reflexionemos sobre estas palabras:
«No quiero decir que ya haya logrado estas cosas ni que ya haya alcanzado la perfección; pero sigo adelante a fin de hacer mía esa perfección para la cual Cristo Jesús primeramente me hizo Suyo. No, amados hermanos, no lo he logrado, pero me concentro únicamente en esto: olvido el pasado y fijo la mirada en lo que tengo por delante, y así avanzo hasta llegar al final de la carrera para recibir el premio celestial al cual Dios nos llama por medio de Cristo Jesús. Que todos los que son espiritualmente maduros estén de acuerdo en estas cosas. Si ustedes difieren en algún punto, estoy seguro de que Dios se lo hará entender» (Filipenses 3:12–15). […]
Cuando pensamos en la transformación en la vida de los cristianos, necesitamos pensar en tiempo presente. Todo cristiano, como Pablo, es una obra en curso, una persona que está siendo salvada (1 Corintios 1:18). Además, los cristianos están en distintas etapas del camino, con una variedad en los niveles de madurez espiritual. Sin duda, esa realidad puede ser surrealista. Algunos ancianos son niños espiritualmente; algunos jóvenes son adultos espiritualmente; algunos gigantes son enanos espiritualmente, y algunos enanos son gigantes espiritualmente. Eso es parte de lo que Cristo quiso decir al expresar que los primeros serán últimos y los últimos serán primeros […]
Según las Escrituras, los problemas que persiguen a la Humanidad son más graves que la pobreza y la ignorancia, aunque estos últimos son graves. Lamentablemente, una educación excelente no garantiza el comportamiento moral más que una gran cuenta en el banco. Incluso con los mejores recursos y en las mejores circunstancias, igual nos hacemos daño a nosotros mismos y a otros. Para emplear lenguaje de la Biblia, hemos caído. Somos pecadores.
Jesús vino a la Tierra en una misión de rescate. En toda la historia de la humanidad, la suya fue una vida perfecta, el ejemplo perfecto, y el faro de esperanza para todos nosotros. Solo Él puede abordar lo que somos y señalarnos lo que Él quiere que lleguemos a ser. Verdaderos cristianos que han hecho de Jesús su Maestro, que se tambalean, que sufren rasguños y hematomas por el camino hacia volverse como Él. No son perfectos, pero su Maestro sí lo es, y Él es la razón por la que ellos perseveran y siguen adelante, aunque vayan cojeando. Cameron McAllister2
Una obra sin terminar
En cierto sentido, desde la perspectiva divina todos somos una obra sin terminar. Él ha iniciado varias obras que en un principio están bien o que incluso pueden considerarse perfectas en la etapa en que se encuentran, pero que todavía no están terminadas. El Maestro nunca deja de labrar Su creación. Nos moldea, nos da forma, nos talla, nos lustra, todo tiene el propósito de ayudarnos a progresar y acercarnos a Él.
Podemos apoyarnos en la obra de Dios en nuestra vida al procurar crecer y madurar en nuestra relación con el Padre celestial. Podemos hacerlo al invitar a Dios a participar en nuestras decisiones y al regirnos por los principios espirituales de Su Palabra para tomar decisiones (Santiago 1:5). Podemos procurar aprender por medio de nuestras experiencias y recordar en los momentos difíciles que nuestro crecimiento espiritual se activa cuando nuestra fe es puesta a prueba y tomamos conciencia de que en Dios se encuentra la mejor solución a los problemas de la vida. «Tengan por sumo gozo cuando se encuentren en diversas pruebas sabiendo que la prueba de su fe produce paciencia» (Santiago 1:2,3).
Podemos reconocer nuestros puntos flacos y esforzarnos por superarlos. Todos tenemos aspectos en que podemos mejorar. «Todos hemos pecado; nadie puede alcanzar la meta gloriosa establecida por Dios» (Romanos 3:23). En términos generales, no nos cuesta aceptar que somos imperfectos. Lo difícil es confesar errores y debilidades concretos. Reconocer nuestras flaquezas nos resulta embarazoso, incluso hacerlo interiormente o a solas con Dios. Mas cuando somos capaces de admitirlas, eso contribuye a nuestro crecimiento espiritual. «Humíllense delante del Señor y Él los exaltará» (Santiago 4:10).
Podemos concentrarnos en brindarnos a los demás. A medida que nos olvidamos de nosotros y nos concentramos en satisfacer las necesidades de los demás y llevarles el evangelio, nos convertimos en conductos del amor de Dios para esas personas. Y a medida que nos entregamos, el Espíritu de Dios obra en nosotros y a través de nosotros. «El que siembra escasamente, escasamente cosechará, y el que siembra en abundancia, en abundancia cosechará» (2 Corintios 9:6). Alejandro Pérez
Oración para avanzar
Cuando al principio recibimos las buenas nuevas del evangelio, nos convertimos en la obra de Dios, creados nuevamente en Cristo para hacer buenas obras (Efesios 2:10). Al hacer hincapié en lo nuevo que ya llegó a nosotros, Pablo puede escribir en 2 Corintios 5:17: «Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!» Sin embargo, más atrás en la misma carta, Pablo escribe: «Aunque nuestro hombre exterior va decayendo, sin embargo nuestro hombre interior se renueva [tiempo presente] de día en día» (2 Corintios 4:16).
Entonces, ¿ya hemos sido renovados? ¿O estamos en el proceso de ser renovados? La respuesta bíblica es: las dos cosas. Esa respuesta se basa en la dimensión escatológica de nuestra vida en Cristo, que la realidad en la que vivimos es «ya» y «todavía no». Cuando nos convertimos en cristianos, ya somos hechos nuevos por el poder de Dios mediante la Palabra y el Espíritu. Sin embargo, eso que es nuevo no está terminado todavía.
Nuestra vida en Cristo es un proceso largo de renovación en curso por medio de la Palabra y el Espíritu a medida que vivimos en comunión con el Dios Trino y el pueblo de Dios. En Efesios 4:23 [«sean renovados en el espíritu de su mente»], el tiempo presente nos recuerda esa realidad. Al mirar tu vida en la actualidad, deberías poder ver maneras en las que Dios ya te renovó. Y espero que también puedas identificar lo que todavía necesita renovación porque eres una obra de Dios en curso. […]
Oración: Dios misericordioso, gracias por todas las maneras en que has comenzado a renovarme en mi interior. Tengo la certeza de que ni siquiera puedo contar la mitad de ellas. Sin embargo, estoy agradecido por lo que puedo ver. ¡Gracias! De todos modos, Señor, sé que soy una obra inconclusa. Algún día terminarás esta obra. Pero por ahora, todavía soy formado y reformado por ti. Gracias. Y que siga siendo así, a medida que te abro toda mi vida. Amén. Mark Roberts3
Publicado en Áncora en noviembre de 2024.
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