No temas
David Brandt Berg
No temas, porque Yo te redimí; te puse nombre, Mío eres tú. Cuando pases por las aguas, Yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás ni la llama arderá en ti. Isaías 43:1-2[1]
La Palabra de Dios dice: «Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón de mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza»[2].
Esa es una promesa del Señor. Él es nuestro amparo y fortaleza y, en los tiempos difíciles en que vivimos y que habremos de conocer, será «nuestro pronto auxilio en las tribulaciones». Si lo amamos y nos esmeramos por guardar Sus mandamientos podemos descansar en Su infalible presencia.
En la Biblia encontrarán multitud de relatos que manifiestan la forma tan maravillosa en que el Señor protege y guarda a Sus hijos. De vez en cuando tuvieron problemas y sufrieron un poco, ¡pero Él siempre los libró! No dice que nunca tendremos batallas ni aflicciones, sino que el Señor promete librarnos de todas ellas[3].
El Señor en ocasiones permite que tengamos pruebas para ver cuánta fe tenemos, lo resueltos que estamos, cuánta paciencia tenemos y cuánto vamos a resistir. Por eso debemos gloriarnos al enfrentar batallas, sabiendo que la prueba de nuestra fe produce paciencia y resistencia[4].
En cierta ocasión en que yo estaba preocupado e inquieto por el futuro, el Señor me respondió con una pregunta. Me dijo: «¿Acaso no cuidaré de los Míos?» ¡Qué Palabras tan alentadoras del Señor! «¿Acaso no cuidaré de los Míos?» El Señor es capaz de guardarnos pase lo que pase, en cualquier situación. Él cuidará de nosotros. De hecho, no permitirá que nadie toque un cabello de nuestra cabeza sin Su autorización. «El que os toca, toca a la niña de Mis ojos»[5].
Cuando surgen problemas, el Señor es nuestro libertador, el castillo fuerte en que nos refugiamos, la torre fuerte en que los justos se refugian y se mantienen a salvo. El Señor ha prometido: «El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente»[6], y sabemos que ésa es la mejor protección que pueda haber ante cualquier problema en nuestra vida.
Un cerco protector
No debemos olvidar jamás que los hijos de Dios están rodeados por los ángeles de Dios. Tenemos un cerco protector a nuestro alrededor, como dijo el propio Diablo de Job. El Diablo se quejó a Dios diciendo: «¿Cómo quieres que le ponga un dedo encima, si lo tienes rodeado de un cerco protector. Lo tienes tan rodeado que ni puedo acercarme a él. No lo puedo ni tocar»[7]. Dios también ha puesto un cerco de ángeles a nuestro alrededor. «El ángel del Señor acampa alrededor de los que le temen, y los defiende»[8]. Gracias a Dios por la muchedumbre de Sus ángeles.
Cuando parecía que el profeta Eliseo estaba acorralado y cercado por todo un ejército enemigo, su criado se preocupó e inquietó mucho, pues la situación se veía verdaderamente imposible: «Y se levantó de mañana y salió el que servía al varón de Dios, y he aquí el ejército tenía sitiada la ciudad, con gente de a caballo y carros. Entonces su criado le dijo: "¡Ah, señor mío! ¿Qué haremos?"»[9]
Pero el profeta le respondió: «"No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos." Y oró Eliseo y dijo: "Te ruego, oh Señor, que abras sus ojos para que vea". Entonces el Señor abrió los ojos del criado, y (éste) miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo y de carros de fuego alrededor de Eliseo»[10].
Es preciso que tengamos eso presente y que siempre le demos las gracias al Señor por Su protección prodigiosa, milagrosa y sobrenatural. Gracias a Dios por Sus ángeles que acampan a nuestro alrededor.
Mantengan estrecha comunicación con el Señor e invoquen Su protección en todo momento, pidiéndole que los guarde, bendiga y proteja, porque pueden suceder muchas cosas que no podemos evitar, pero que el Señor sí puede.
La Palabra de Dios habla de «la necesidad de orar siempre y no desmayar»[11]. También dice: «Orad sin cesar»[12]. Jesús dijo: «Velad y orad»[13]. No lo dijo porque sí. No solo sabía que lo necesitaríamos, sino que además Él así nos motiva a mantenernos en estrecha comunicación con Él, siempre en Su presencia, y confiando en todo momento en Él y en Su protección y provisión.
Nuestra mejor protección en las tormentas de la vida es mantenernos fuertes en el Señor, en la Palabra, en la oración y en el Espíritu. Jesús mismo dijo: «El hombre fuerte armado guarda en paz lo que posee»[14]. ¿Qué quiso decir Jesús con eso? Ser fuerte es ser precavido y prudente. No se trata solo de estar preparado físicamente, sino de ser fuerte en espíritu y armarse de oración.
Confiar en el Señor
Cuando alguien se preocupa o inquieta por algo, muchas veces le decimos que no se preocupe. Pues si hay alguien que nos pueda decir eso a nosotros es el Señor. «No te preocupes. Eres hijo Mío, y te cuidaré pase lo que pase.»
No te preocupes por los problemas. Limítate a confiar en el Señor, y Él cuidará de ti. Él nunca falla, sean cuales sean las circunstancias. Él dice: «Bienaventurado el hombre que puso en el Señor su confianza»[15].
En cierta ocasión en que yo estaba muy preocupado por algo, clamé al Señor preguntándole qué debíamos hacer. Y en vez de decirme lo que debíamos hacer, me dijo lo que no debíamos hacer. Yo no le había pedido ningún versículo; solo quería saber qué hacer. Pero el Señor me dijo simplemente: «No temas, porque Yo estoy contigo; no desmayes, porque Yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de Mi justicia»[16].
De modo que sin importar a qué se enfrenten y hagan lo que hagan, no tengan miedo. Hagan como el rey David, que exclamó: «En Dios he confiado; no temeré»[17]. Depositen su fe en el Señor, confíen en Él y sean conscientes de que todo está en Sus manos, y no sucederá nada que Él no permita. El Señor nos cuidará pase lo que pase, y cumplirá Su propósito.
Todo está en manos de Dios, y nada les sucede a Sus hijos sin Su permiso, y todas las cosas que Él permite, a la larga redundan en bien nuestro.
Señor, ayúdanos a no tener miedo ni preocuparnos, sino a temerte y amarte solo a Ti. Tú has dicho: «En el temor del Señor está la fuerte confianza; y esperanza tendrán Sus hijos»[18]. Ayúdanos a permanecer serenos en Ti, Señor. «Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en Ti persevera, porque en Ti ha confiado»[19]. Ayúdanos a no preocuparnos por las olas, los vientos ni las marejadas que nos azotan. Ayúdanos a poner los ojos en Ti, Señor, a mantener la vista en Ti y confiar en Ti. Sabemos que Tú harás que de algún modo todo se resuelva para bien. Señor, todas las cosas redundarán en bien de los que te amamos. De algún modo, todo ello nos ayudará a bien, en el nombre de Jesús. Amén.
El Señor es nuestro refugio en momentos de tribulación.
En brazos de Jesús,
bajo Su tierna faz,
envuelta en Su amor
halla mi alma paz.
En brazos de Jesús
no hay preocupación,
nada hay que me haga daño
ni dé tribulación.
Refugio de mi alma,
Jesús murió por mí;
¡firme en la Roca eterna
mi fe estará hasta el fin!
Fanny Crosby
Publicado por primera vez en marzo de 1990. Texto adaptado y publicado de nuevo en septiembre de 2015.
[1] Versión Reina-Valera
[2] Salmo 46:1-3
[3] Salmo 34:19
[4] V. Santiago 1:2-3
[5] Mateo 10:30; Zacarías 2:8
[6] Salmo 91:1
[7] Job 1:10
[8] Salmo 34:7
[9] 2 Reyes 6:15
[10] 2 Reyes 6:16-17
[11] Lucas 18:1
[12] 1 Tesalonicenses 5:17
[13] Mateo 26:41
[14] Lucas 11:21
[15] Salmo 40:4
[16] Isaías 41:10
[17] Salmo 56:11
[18] Proverbios 14:26
[19] Isaías 26:3
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