¿No ardía nuestro corazón?
Recopilación
«Entonces les fueron abiertos los ojos, y le reconocieron; mas Él se desapareció de su vista. Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?» Lucas 24:31-32
Este es uno de los episodios más conmovedores de la Biblia. En las horas que siguieron a la resurrección, dos discípulos caminaban por un camino en las afueras de Jerusalén. Todavía estaban conmovidos por la crucifixión. Un extraño se les acercó mientras iban por el camino y entabló conversación con ellos. Por algún motivo, Dios no permitió que reconocieran que el extraño era Jesús. Cuando finalmente les reveló Su identidad, mientras compartían una comida, inmediatamente desapareció. Y luego se hicieron la pregunta retórica: «¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino?» Por supuesto que sí. El Cristo resucitado habló y caminó con ellos.
Me emociono cada vez que leo este relato en Lucas 24:13-35. Tal vez lo que lo hace tan especial es que me imagino que yo estaba allí. Pienso en lo fantástico que sería que eso sucediera. Caminar con Jesús, escucharlo y sentir que lo que escucho es sobrenatural, pero sin saber por qué y sin saber que era Jesús hasta que se hubo marchado. Eso sería la mayor frustración de todos los tiempos. ¿Cómo no nos dimos cuenta?
Es más, el relato nos indica cómo deberíamos vivir como creyentes y la certeza que deberíamos tener de que Jesús camina con nosotros y nos habla en nuestro andar. Es impresionante pensar en eso.
Deberíamos tener la certeza de quién es Él, lo que ha hecho y lo que nos ha enseñado. Deberíamos tener esa certeza debido a Su presencia, lo que sabemos de Su misión para redimirnos, lo que leemos en la Palabra de Dios, lo que vemos de Su poder y obra en la vida de la gente que nos rodea. No cabe duda de que está con nosotros a cada paso del camino. Todd Dugard[1]
Teníamos la esperanza
Los dos discípulos que iban de camino a Emaús estaban teniendo un día difícil. Eran parte del grupo, los seguidores de Jesús, y venían de Jerusalén luego de la crucifixión. Era algo terrible. Ahora, tres días después, había rumores de que Su cuerpo había desaparecido. Algunas de las mujeres de su grupo y algunos de los apóstoles habían salido a ver, y era cierto. ¿Qué significa todo esto?
Estaban tan llenos de su propio dolor, decepción y confusión, que no reconocieron a Jesús cuando se juntó a ellos en el camino. Les preguntó qué pasaba. Ellos se detuvieron, estaban abatidos. En su desilusión y desespero ni siquiera lo miraron de cerca. Solo querían contarle el relato de su dolor. «Teníamos la esperanza», dijeron.
Tantas veces en la vida nos vemos inmersos en nuestras tristezas y no nos damos cuenta de que Jesús está al lado nuestro. «Teníamos la esperanza»… de que en nuestra vida no hubiera tantos problemas. En cambio, nuestros seres queridos están enfermos; nuestros matrimonios no son lo que esperábamos; o tal vez nuestros hijos nos decepcionan. Nosotros o alguien que amamos batalla con una adicción.
Le cuentan sus relatos y algo en Jesús los atrajo a Él: Su calor humano, Su comprensión. Les habla del varón de dolores de Israel. Les dice que el sufrimiento es parte del relato. Toca sus corazones y empiezan a ver las escrituras con otros ojos, aunque todavía no hacen la conexión.
Cuando llega el momento de separarse en el camino, le piden que se quede con ellos. Cuando se sientan a la mesa para cenar, hay calor humano y oración, y cuando Jesús toma el pan, lo bendice y lo parte, ambos se dan cuenta de que se trata de Jesús. De pronto todo cobra sentido y Jesús está aquí.
Luego desaparece. Perplejos, los dos amigos se miran el uno al otro. «¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino?»Lo habían sentido, pero no lo habían reconocido. Las escrituras y el partimiento del pan los hicieron entender.
Estos discípulos, reconociendo ese ardor en el corazón, se fueron de inmediato a Jerusalén, pese a los peligros de viajar de noche. Esta vez probablemente no caminaron con mirada triste, sino que corrieron, riéndose y abrazándose por el camino al comprender lo que había ocurrido. Ahora difundían las buenas nuevas.
Jesús desapareció de la mesa en Emaús, pero permaneció con Sus discípulos en sus corazones ardientes. Y permanece con nosotros, si abrimos el corazón y sentimos el ardor, nos volvemos discípulos que corremos de gozo para anunciar las buenas nuevas de Su amor y misericordia. Creighton’s Online Ministries[2]
Entendiendo las Escrituras
Antes de la resurrección, los discípulos no entendían completamente lo que Jesús les decía acerca de Su muerte y resurrección. Sin embargo, en los cuarenta días que hubo entre Su resurrección y Su ascensión al Cielo, les explicó las Escrituras, y entonces lo entendieron[3].
Empezando por Moisés y todos los profetas, Él les declaraba en todas las Escrituras lo que de Él decían... Se decían el uno al otro:«¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?»[4]
Lo que motivó a los apóstoles a anunciar a Cristo resucitado —tal como quedó registrado en el libro de Hechos— fue el caer en la cuenta de que la salvación estaba al alcance de todos gracias a la encarnación, muerte y resurrección de Jesús. Por esa razón los autores del Nuevo Testamento escribieron acerca de la importancia de la resurrección. Afirmaron que demostró que Jesús era el Hijo de Dios; por ella hemos nacido de nuevo y tenemos la certeza de estar salvados, y sin ella nuestra fe sería en vano.
[Jesús] «fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos»[5]. «Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según Su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos»[6].
La resurrección fue prueba de que Dios, en efecto, había venido al mundo de una nueva forma, por medio de Su Hijo encarnado. Al cabo de cincuenta días, después de la ascensión de Jesús, el Espíritu Santo también vino al mundo de una nueva forma y habitó en los creyentes. Esos sucesos motivaron a los discípulos y a la iglesia primitiva a divulgar la noticia por el mundo de su época. Dieron a conocer que la humanidad podía reconciliarse con Dios por medio de Jesús y Su sacrificio en la cruz. Peter Amsterdam
La verdad de Dios en nuestro corazón
Es muy importante entender que el simple hecho de tener el conocimiento de estas importantes verdades no es suficiente. Al igual que los dos discípulos [que iban camino a Emaús] sintieron el intenso ardor de la motivación por lo que habían oído y experimentado, nosotros también debemos tener la verdad de Dios ardiendo en nuestro corazón.
Las enseñanzas de la Biblia y una íntima relación con nuestro Creador deben ser la fuerza que nos apasiona y motiva. Esto significa que debemos tomar acción cada día para llevar a la práctica Sus prioridades espirituales. Es decir, buscar primeramente el reino de Dios y Su justicia[7].
La pregunta es: ¿Arde nuestro corazón por Dios y Su verdad? ¿Estamos siguiendo verdaderamente la exhortación de Deuteronomio 4:29 que dice: «Busca al Señor tu Dios… con todo tu corazón y con toda tu alma?»
Aunque en la actualidad no tengamos a Jesucristo en la carne con nosotros, como los discípulos en aquellos tiempos, podemos comunicarnos directamente con Él y con nuestro Padre celestial por medio de la oración. Además, tenemos a Jesús en la forma de la Santa Biblia[8]. De manera similar a como Él les reveló las escrituras a los discípulos, nosotros también tenemos entendimiento para que podamos comprender las escrituras profundamente.
A los discípulos que iban de camino a Emaús se les abrieron los ojos por completo para saber que el extraño que iba con ellos era en realidad Jesucristo y podían confiar plenamente en Sus enseñanzas. Las entusiastas palabras y acciones de aquellos discípulos al darse cuenta de quién era el que los acompañaba, deberían ser las nuestras a lo largo de nuestra travesía cristiana. De hecho, con la ayuda poderosa de Dios, asegurémonos de que nuestro corazón arda en nuestro interior. John LaBissoniere[9]
Publicado en Áncora en mayo de 2022.
[1] https://www.harvestbarrie.ca/sermons/did-not-our-hearts-burn-within-us.
[2] https://onlineministries.creighton.edu/CollaborativeMinistry/Lent/e-Emmaus-Hope.html.
[3] Hechos 1:3.
[4] Lucas 24:27, 32.
[5] Romanos 1:4.
[6] 1 Pedro 1:3.
[7] Mateo 6:33.
[8] Juan 1:1, 14.
[9] https://www.ucg.org/members/united-news/our-hearts-burned-within-us.
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