Navidad para los que están cansados
Recopilación
Dios empezó a prepararse para la Navidad mucho antes de lo que imaginamos. La memorable profecía de Isaías sobre el niño que nos sería nacido fue escrita 500 años antes del nacimiento de Cristo. El pueblo de Dios debía entender correctamente mientras esperaba aquella primera Navidad, y de igual manera nosotros también necesitamos adquirir esa misma comprensión cuando recordamos aquel suceso. En especial si nos sentimos agotados.
Los pesares de la vida suelen parecer peores en la época navideña. En lo cultural, hemos convertido la Navidad en cuestión de desempeño. La cultura actual nos presiona a mostrar una vida digna de publicar en Instagram: casas suntuosas, comida riquísima, niños hermosos y de aspecto precoz. Mientras tanto, las relaciones tirantes, la ausencia de seres queridos, las dificultades económicas y la incertidumbre se sienten con mayor intensidad. Esta temporada de presunta celebración hace aún más evidentes las penurias.
Así que no cabe duda: el capítulo 9 de Isaías es para nosotros. Veamos a quién va dirigida la profecía:
«Mas no habrá siempre oscuridad para la que está ahora en angustia, tal como la aflicción que le vino en el tiempo a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí; pues al fin llenará de gloria el camino del mar, de aquel lado del Jordán, en Galilea de los gentiles. El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz» (Isaías 9:1-2). […]
En estos tiempos donde tanto se discute la apropiación religiosa y cultural, algunos podrían pensar que la Navidad debería ser sólo para los cristianos. Pero Isaías afirma que es para los quebrantados. En otras palabras, para todos nosotros.
Dios no vino al mundo para dar palmaditas en la espalda a los que tienen éxito y chocar esos cinco con quienes tienen todo bajo control. Vino para quienes andan en tinieblas. Porque ellos han visto una gran luz. No sólo para «Venid fieles todos, de gozo triunfantes». De lo contrario, ninguno de nosotros llegaríamos a Belén. No. La Navidad es para quienes han perdido la fe, la alegría y las ganas de seguir luchando. […]
¿De qué manera? En la forma de un bebé. Es una victoria poco probable, no cabe duda: «Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre Su hombro; y se llamará Su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz» (Isaías 9:6).
La sabiduría, la guía y las enseñanzas de ese Hombre fueron prodigiosas. A decir verdad, quienes lo escuchaban por primera vez afirmaban que nadie había hablado como Él. Sus palabras tuvieron un efecto sin igual. A medida que le seguimos y obedecemos, caemos en cuenta de que Sus consejos son en verdad maravillosos. Este año que viene, no permitamos que pase un día sin sentarnos a escuchar Su voz. […]
Ese bebé creció hasta traer verdadera y eterna paz entre nosotros y nuestro Dios. Una paz tan potente que ha influenciado todas las relaciones y la misma creación. […] Lo único que podemos hacer es maravillarnos. Y recibirle en nuestra vida. Porque un Hijo nos es dado. Sabiendo eso, podemos entonar el villancico: «Oh, santo Niño de Belén, desciende con tu paz. En nuestras almas nace hoy y arroja todo el mal.» Sam Allberry[1]
Un mundo agobiado se regocija
¿No es maravilloso que cada diciembre escuchemos por todo lugar canciones que proclaman el nacimiento de Jesús? ¡En cada tienda, emisora de radio y anuncio televisivo, los oyentes (sin importar su fe) recuerdan la llegada del Mesías! Es muy posible que ya hayas escuchado «Noche divina» en más de una ocasión, pero ¿te has detenido a pensar en la letra de ese villancico? Una frase que me encanta dice: «se alegra el triste mundo». […]
La siguiente es la estrofa:
Noche divina de estrellas relucientes,
noche en que nació nuestro buen Salvador.
Yacía el mundo en pecado errante,
mas Él apareció al son de Su voz.
Rayo de esperanza, se alegra el triste mundo,
pues ya rompe el nuevo día.
Qué hermoso recordatorio de lo esplendoroso que fue el nacimiento de nuestro Salvador. El pecado y las tinieblas del mundo fueron borrados por un rayo de esperanza. El nacimiento de todos los bebés es emocionante, pero este villancico nos recuerda que aquel evento no fue sólo la alegría del momento. El nacimiento de Cristo trajo el nuevo día. […]
¿Cómo imaginan un mundo triste que se alegra? […] Hasta las alegrías mundanas de la Navidad, aunque fascinantes, son efímeras. Me gusta sentarme junto al árbol y mirar las luces o abrir una ventanita de mi calendario de adviento con temática de café. ¡Todo eso es bueno! Pero si intento usarlo como escudo contra el quebranto de este año, se derrumbará. No hay en el mundo suficiente chocolate caliente o películas de Navidad como para que me regocije de verdad. Intentar producir esa alegría de manera artificial es una pérdida de tiempo.
Ahí es donde interviene Jesús. Él sabe lo cansados que estamos al terminar el año y que necesitamos algo que nos infunda verdadera esperanza. Nos recuerda, tanto en Su Palabra como en las letras de canciones de escritores inspirados, que lo único a lo que nos podemos aferrar es a Él. […] Solo el regalo que nos ha hecho Dios puede traernos paz, esperanza y alegría de verdad.
Ese regalo llegó a la tierra en la forma de Su Hijo, Jesús. Nació de una virgen en un humilde pesebre, vivió una vida perfecta y sin conocer pecado, y sufrió una muerte que no merecía. Pero venció a la muerte y resucitó al tercer día, ¡todo para que nosotros pudiéramos tener una esperanza y un futuro! Este mundo no es nuestro hogar. Sin importar cuán difíciles se pongan las cosas, sabemos que Cristo luchó por nosotros. Él ya ganó la batalla. Lo único que debemos hacer es poner nuestra fe en Él. […]
Este año, si sientes que la tristeza y la amargura del mundo te empiezan a superar, no te rindas. Jesús te entiende. Él también lo vivió y anhela escuchar tus oraciones. Tenemos la bendición de poder acercarnos a Él en cualquier momento y entregarle cualquier problema que tengamos. ¿Qué mejor regalo de Navidad podríamos pedir que sentir paz? Bethany Pyle[2]
Ven a mí, Jesús anhelado
Aquella noche, la casa estaba en completo silencio. Mi hijo menor dormía, mi hijo adolescente estaba ocupado, y mi esposo estaba trabajando. Era el momento ideal para salir a la calle y dar vueltas por el centro comercial.
Agaché la cabeza para refugiarme del frío y vi las luces navideñas reflejadas en el asfalto empapado. Me sentía triste. Me decepcionaban mis errores y me desconcertaba el pecado del mundo. Una sensación de ansiedad se posó en mi corazón mientras meditaba en quienes habían perdido el rumbo y la esperanza. […]
Mi corazón y el mundo entero parecían desdichados y desesperados por culpa del pecado. Tanto así, que no podía pensar en la Navidad como un momento feliz.
Pero la compasión y fidelidad del Espíritu Santo se abrieron paso y escuché un susurro que decía: «La Navidad es para ti. La Navidad es para quienes están cansados. La esperanza de la Navidad es para los desdichados y desesperados».
La Biblia nos cuenta que Zacarías dudó de las promesas del Señor y como resultado quedó mudo temporalmente. Cuando el Señor le devolvió la voz, pronunció una profecía sobre su hijo, Juan, aquel que prepararía el camino para Quien traería la salvación.
Zacarías dijo: «Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó desde lo alto la aurora, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz» (Lucas 1:78-79).
Cristo el Redentor nació para salvar a los desdichados, a los desesperados, al ladrón y al mentiroso.
Su nacimiento iluminó como la aurora este mundo en tinieblas. Él es el amanecer que ahuyenta la oscuridad de la sombra de muerte. Eso es la Navidad. No permitas que la duda o el agobio silencien tu adoración. La Navidad es para ti, para el cristiano que no puede más. Es para la parte de nosotros que aún siente el escalofrío de la sombra de muerte.
Quiero que la Navidad sea un santo recordatorio de la tierna misericordia de Dios que envió a Su Hijo desde las alturas para alumbrar el camino de quienes andan en tinieblas. Cristo ha venido. Sus misericordias se renuevan cada mañana para guiar nuestros pies cansados y adoloridos por caminos de paz. […]
También quiero que estas fechas te recuerden el día en que:
«El sol nunca más te servirá de luz para el día, ni el resplandor de la luna te alumbrará, sino que el Señor te será por luz perpetua, y el Dios tuyo por tu gloria. No se pondrá jamás tu sol, ni menguará tu luna; porque el Señor te será por luz perpetua, y los días de tu luto serán acabados» (Isaías 60:19-20).
Así que, no camines sin rumbo entre los falsos destellos del comercio y el tumulto navideño. […] Levanta la mirada a la luz que alumbra las tinieblas, porque la oscuridad no puede vencerle.
«Ven a mí, Jesús anhelado, nacido para liberar a Tu pueblo, de nuestros temores y pecados líbranos, ayúdanos a encontrar descanso en Ti» (escrito por Robert Robinson). Tish Hedger[3]
Su presencia
La bondad y misericordia divinas fluyen como un torrente por el texto del Antiguo Testamento. Pongamos por ejemplo este verso de uno de mis Salmos favoritos: «El Señor es compasivo y misericordioso, lento para la ira y grande en amor» (Salmo 103:8).
Pero yendo más lejos, ¡lo acontecido hace 2.000 años en Belén puso el amor y la ternura de Dios por la humanidad en un plano infinitamente más alto! Para reconciliarnos con Él, Dios ofrendó a Su único Hijo, que se encarnó asumiendo la forma de una criatura débil e indefensa. Todo por salvar a la humanidad.
Desde entonces incontables hombres y mujeres de fe han hecho eco de los episodios de la Navidad para transmitir el amor y el mensaje de Cristo a sus semejantes y al mismo tiempo contribuir a mejorar el mundo que los rodeaba. Gente como Fred, el personaje de Dickens, que dijo:
«Siempre he pensado que la Navidad es una fecha estupenda, una temporada de perdón, de afecto, de caridad, la única ocasión que conozco, en el largo calendario del año, en que hombres y mujeres parecen ponerse de acuerdo para abrir libremente sus cerrados corazones y considerar a los que son inferiores a ellos como compañeros de viaje hacia la tumba y no como seres de otra especie con un destino distinto».
Para muchas personas, el año pasado ha sido difícil y se enfrentan a desafíos nunca vistos. Pero sin importar lo que estemos afrontando, podemos aferrarnos a la alegría y la esperanza que entraña el relato de la Natividad, que se mantienen incólumes en el tiempo.
Así pues, al margen de cuáles sean tus circunstancias esta Navidad, ¿por qué no dedicas un rato a meditar en el espléndido regalo que nos hizo Dios a todos: Su hijo Jesús? Oremos por nuestro angustiado mundo. Cuando nos acordemos de los desfavorecidos este año intentemos hacer algo más que solo pensar en ellos y pasemos más tiempo comunicando Su amor y Su verdad a quienes tengamos ocasión. Al hacerlo, pasaremos tiempo con Jesús mismo, que dijo: «Donde dos o tres se reúnen en Mi nombre, allí estoy Yo, en medio de ellos» (Mateo 18:20).
¡Que goces de Su presencia esta Navidad en compañía de los tuyos! Ronan Keane
Publicado en Áncora en diciembre de 2023.
[1] https://www.thegospelcoalition.org/article/christmas-weary
[2] https://www.biblestudytools.com/bible-study/topical-studies/a-weary-world-rejoices-even-with-christmas-in-chaos.html
[3] https://ftc.co/resource-library/blog-entries/christmas-for-the-weary
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