Mirar hacia adelante
Recopilación
Una de las más grandes leyendas del hockey profesional es Wayne Gretzky. La carrera de este canadiense duró más de dos décadas. Su enfoque del juego nos da una idea de la razón de su inmenso éxito. ¿Su estrategia favorita? «Yo patino hacia donde va a estar el disco, no hacia donde estuvo».
Este renombrado atleta conocía esta estrategia clave para un deporte tan veloz. Tenemos que pensar hacia adelante. No puedes determinar tu curso de acción basado en donde estuvo el disco. Debes anticiparte intencionalmente (y con precisión) a donde va a estar para poder triunfar. Para ganar en el hockey, como en la vida, necesitamos pensar con anticipación.
Como cristianos debemos olvidar lo que queda atrás y extendernos hacia lo que está delante. No debemos vivir en el pasado, ya sea regocijándonos en los gloriosos buenos tiempos de antaño o sumergiéndonos en la desilusión de lo sucedido. Debemos elegir olvidar el pasado —y, sí, es una elección— y luego fijar la vista firmemente en Jesús y en el futuro que Él tiene para nosotros.
El apóstol Pablo nos anima a hacer esto en Filipenses 3:13-14, cuando dice: «Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo alcanzado ya; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús».
¿Cuál es el consejo de Pablo para nosotros? ¡Que olvidemos el pasado! Que no vivamos en el ayer. Que no fijemos la mente en el pasado. No perdamos el tiempo reviviendo algún logro del ayer. Tampoco nos castiguemos por un error del pasado cuando ya hemos buscado el perdón de Dios. Sigamos adelante en pos del llamamiento celestial que se nos ha prometido en Cristo Jesús. El evangelio transforma nuestra perspectiva del pasado y nos cambia. Podemos dejar que Dios se valga de nuestra experiencia personal para Sus propósitos cuando cooperamos con Él y señalamos a otros el camino a Jesús.
Dios promete que en Cristo, podemos convertirnos en algo mejor de lo que hemos sido. Enfoquémonos más en la promesa y menos en lo que hemos sido. La vida se va desarrollando delante —no detrás— de nuestros propios ojos. Pongámonos nuestros patines espirituales, ignoremos lo que aparece en el espejo retrovisor, y deslicémonos hacia el futuro que Dios nos ha preparado. Karen Ehman[1]
*
Ambrose Hollingworth Redmoon escribió: «El valor no es la ausencia de miedo, sino el entender que hay algo más importante que el miedo.» ¿Y de dónde sacaremos el valor para hacer lo que de otro modo tendríamos miedo de hacer? Es preciso ver más allá del temor. Mantener los ojos en la meta, en ese algo más.
Había un concurso televisivo llamado Fear Factor (el factor miedo) en el que los participantes competían en una serie de pruebas de valor; o, más exactamente, en pruebas para superar el miedo. Para pasar a la fase siguiente del proceso de eliminación, había que realizar ciertas hazañas en condiciones aterradoras, extrañas o repulsivas. ¿Cómo puede alguien estar dispuesto a someterse a semejante tormento? Por el premio que se entrega al último que queda, ese algo más. En ese caso, eran cincuenta mil dólares.
Y no son los únicos. Los alpinistas se juegan la vida y la integridad física en condiciones penosas como exposición a los elementos, hambre y agotamiento, todo por la emoción de alcanzar una cumbre y ver el mundo desde una perspectiva que pocas personas han visto o verán alguna vez. Los deportistas hacen gala de increíble disciplina y se esfuerzan hasta el límite porque centran la atención en un trofeo, una medalla de oro o un premio en metálico.
En el capítulo 11 de la segunda epístola a los Corintios, el apóstol Pablo recuerda que se esforzó y trabajó arduamente perdiendo sueño, sufriendo hambre, sed y desnudez; lo azotaron, golpearon y apedrearon dándolo por muerto; naufragó, fue encarcelado, estuvo en peligro constante y en muchos casos no tenía residencia fija. ¿De dónde sacaba el valor para soportar todo eso? En Filipenses 3:13-14 nos cuenta su secreto. «Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús». ¡Ese es el secreto! Esforzarse por llegar a la meta. Mantener los ojos en el premio.
El mundo abunda en problemas, tristeza y dolor; y tanto los titulares de las noticias actuales como numerosas profecías de la Biblia nos dicen que la situación empeorará antes de mejorar. ¿De dónde sacaremos el valor para afrontar lo que nos espera? Tenemos que mirar más allá de esta vida y centrar la atención en el galardón.
A la mayoría de la gente el Cielo se le hace muy lejano. Es difícil verlo como lo describe la Biblia, como un mundo mucho más real e infinitamente más duradero que el entorno material en el que vivimos. Pero esa visión celestial es el núcleo de la fe. En ella el creyente encuentra valor. Por la fe, Moisés se sostuvo como viendo al Invisible[2], también podemos hacerlo nosotros. Misty Kay
*
Estaba echado con el rostro hacia abajo en una tabla de surf sobre el mar como a un kilómetro de la playa de Waikiki. Siempre había querido practicar surf en Hawai, pero al verme entre aquellas gigantescas olas verdes, de pronto ya no me sentí con mucha sed de aventuras.
—Aquí ya estamos a suficiente distancia —precisó el bronceado muchacho que me había acompañado hasta allí en su tabla—. Ahora dese la vuelta y fije la vista en la playa. Cuando una ola levante la tabla, reme con todas sus fuerzas con los brazos. Y luego póngase de pie.
—¿De pie?
—Dime —le pregunté con un gruñido, procurando que no se me reflejara el pánico en la voz—, ¿qué es lo más importante que tengo que recordar?
—¿Lo más importante? —repitió con una sonrisa—. ¡No mirar hacia atrás!
La siguiente ola levantó la tabla. Ante mí se abrió un profundo abismo en el mar. La tabla se inclinó y se lanzó a lo más hondo de aquel precipicio color esmeralda. La inclinación era tal que casi se veía vertical. Traté de ponerme de pie. Sabía que a mis espaldas un millón de toneladas de agua salada en movimiento se iban acumulando por encima de mi cabeza. En ese instante olvidé lo que me había aconsejado el muchacho. Volví la vista atrás...
En realidad, no me ahogué. No exactamente. Me quedé flotando en el Pacífico mientras mi tabla se sumergía y se iba sola, hasta que por fin me armé de valor para volver a intentar.
Jamás olvidé el consejo del muchacho de la playa: no mirar atrás.No fijarme en errores cometidos, oportunidades perdidas, ofensas sufridas y motivos de queja, ya fuesen reales o imaginarios. No. Lo que hay que hacer es mirar hacia adelante. Ir en pos del futuro. Concentrarse en lo que nos aguarda. Eso es lo más importante que se debe tener presente.
Señor, ahora a las puertas del Año Nuevo, ayúdame a proyectarme a los retos del futuro y no volver la vista a un pasado que no puede cambiar. Arthur Gordon
*
No podría marginarte de Mi amor. Jamás te podría despreciar. No hay un instante en que no vele por ti. Jamás pasa por Mi mente un pensamiento acerca de ti que no sea con amor. Eres una criatura Mía a la que amo y por la cual di la vida.
No temas nunca el futuro ni tengas remordimientos por el pasado. Alza los ojos y contempla Mi rostro amoroso. Ven a Mí y encontrarás plena fortaleza, amor, perdón y consuelo desde ahora hasta el día en que vengas a Casa por la eternidad. Jesús
Publicado en Áncora en enero de 2021.
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