Magnífico Sanador
Palabras de Jesús
Él sana a los de corazón quebrantado y les venda las heridas.
Cuenta las estrellas y llama a cada una por su nombre.
¡Qué grande es nuestro Señor! ¡Su poder es absoluto!
¡Su comprensión supera todo entendimiento!
El Señor sostiene a los humildes. […]
El Señor se deleita en los que le temen, en los que ponen su esperanza en Su amor inagotable.
Salmo 147:3-6, 11[1]
*
Cesa de esforzarte y reposa en Mi amor. Ten la tranquilidad de que a medida que me busques, me hallarás. No temas, ni dejes que los sentimientos de condenación te detengan ni te hagan sentir que no te amo. Conozco las debilidades y flaquezas de tu condición humana. A pesar de todas ellas, Yo te estoy dejando la vía tan expedita y tan fácil como puedo.
Así como el padre se compadece del hijo que se esfuerza por complacerle, Yo también me compadezco de ti al ver tus esfuerzos por alcanzar la manija, y te abro generosamente la puerta por iniciativa propia. Te doy entrada libre a Mi Reino. Ven y participa de los frutos de Mi Espíritu. De gracia doy de Mi Espíritu, y tienes libertad para disfrutar de los frutos de Mi Espíritu por la eternidad.
Tiempo en el desierto
No desmayes, sino confía en Mi amor, ten fe en él. Confía en que tus pruebas y batallas, los momentos en que te encuentras en un paraje desolado y tienes que reposar bajo los árboles y beber de aguas refrescantes que te devuelven las fuerzas provienen de Mí. Ahora no lo ves como una bendición, pero este tiempo de quietud, de oración, de soledad, de reflexión, redundará en riqueza de espíritu.
Encontrarás sabiduría, compasión y comprensión. Hallarás fortaleza en Mí. En tu relación conmigo encontrarás el poder que necesitas. Piensas: «He estado tantas veces en este paraje desolado. Cuántas veces he participado de esta quietud y soledad. ¿Por qué he de hacerlo una vez más? ¿Será que no aprendí las lecciones que necesitaba? ¿Será que soy tan duro de corazón que no oigo la voz del Señor, y por eso Él tiene que castigarme y quebrantarme tantas veces?
Este tiempo no es ningún castigo. No es que no oigas Mi voz ni aprendas las lecciones que te hacen falta. Te estoy bendiciendo y honrando al concederte estos momentos tan especiales conmigo. Momentos en que podemos disfrutar de mutua comunión y conocernos de un modo más íntimo.
No quiero que tengas otros dioses delante de Mí: ni tu familia, ni tu trabajo, ni tu ministerio. Necesitarás esa estrecha relación conmigo para cumplir el plan que te tengo reservado, cuando se te pida que estés en sintonía conmigo, que andes en oración y con prudencia, que manifiestes amabilidad, amor y compasión, y que entiendas a los que se sienten desanimados y han perdido las esperanzas.
Al haber pasado ese tiempo en el desierto podrás hablar de la abundancia de tu corazón. Hablarás por experiencia y darás testimonio de las bendiciones y beneficios que te reportó poner tu confianza en Mí y prestar oídos a Mi voz.
Operación del corazón
Acércate a Mí tal como eres. Te daré un nuevo corazón y un espíritu renovado. Soy consciente de que hay muchas pequeñas piedras que estropean la belleza de tu corazón. Confía en que haré lo que no puedes hacer: quitar los trocitos de piedra uno por uno. No esperes que ese trabajo sea sin dolor. Las operaciones del corazón son algo serio; siempre hay dolor. Muchas de tus duras experiencias fueron, sin que te dieras cuenta, Mis operaciones en tu corazón, las que he llevado a cabo con habilidad. Cuando pases por una época difícil, pon los ojos en Mí; sonríe y agradéceme por la renovación que obro en tu interior. Ese acto de fe no detiene tu sufrimiento instantáneamente, pero da sentido a tu dolor.
Maravíllate por el milagro de ser una nueva creación, injertada a Mí: el Mesías. Te has liberado eternamente de la condenatoria ley de pecado y muerte. Puedes regocijarte en esta verdad gloriosa aunque estés en medio del sufrimiento. Como soy el Creador de todo lo que hay y se te ha creado conforme a Mi imagen, en tu interior tienes una abundancia de poder creativo. Esfuérzate por ver tus circunstancias con una nueva perspectiva: con ansia de colaborar conmigo mientras creo algo nuevo dentro de ti y a través de ti. Aunque soy el Señor del universo, deseo trabajar conjuntamente contigo. A medida que aceptes participar en esta aventura sagrada, te conviertes más en la persona que he planeado que seas[2].
Tu nave llegará a puerto
Siento el dolor y el trauma que has sufrido, tanto en lo físico como en lo espiritual, al pasar por esta experiencia difícil. Conozco el sufrimiento, el dolor, el sentimiento de pérdida, de estar incompleta. Para superar esa depresión, esa melancolía, y salir de estos altibajos emocionales, aférrate firmemente a Mí. Ora, pidiendo mucha fe, y cree Mi promesa de que te guardaré en completa paz. Mantén tus pensamientos firmes en Mí, y permítete creer y aceptar Mi amor y el cariño de quienes te rodean.
Este quebrantamiento, este aplastamiento, estas emociones profundas, esta experiencia que te ha llenado de inquietud, es como el pulido de una piedra preciosa valiosísima. Permito que algunas partes se desbasten y aparentemente se pierdan, pero en el proceso se revela la auténtica belleza interior, la que centellea, la que resplandece. En este proceso has adquirido profundidad interior, que es una joya de valor incalculable. Ahora el amor que hay en tu interior puede brotar sin trabas.
La clave para cobrar fuerzas y estar victoriosa radica en que me ames, en que confíes en Mí y tengas fe en Mí y en los demás. Es importante que te fijes en todo lo que tienes, y no en lo que te falta. Es esencial que creas y aceptes el amor que recibes de Mí y de tus seres queridos. A medida que recibas y creas, confíes y reposes con amor y respondas con amor, encontrarás paz y se curarán tu alma y tu espíritu. Tu nave, que está siendo zarandeada en alta mar, llegará al puerto apacible de Mi paz, Mi reposo y Mi gozo.
Estoy contigo
Nada me es oculto. Conozco todos los pensamientos y deseos, y hasta la más íntima de las oraciones. Cada vez que alzas los ojos a Mí, que clamas a Mí, estoy a tu lado, oigo tus oraciones y Mi corazón se conmueve de compasión. Jamás se me endurece. Jamás me canso de escucharte. Jamás te rechazo. Nunca me duermo. Nunca coloco en Mi puerta un cartel rogando que nadie me moleste. Jamás estoy pensando en otra cosa. Nunca estoy demasiado cansado u ocupado para atenderte. Siempre oigo y respondo tus ruegos: unas veces de la forma en que deseas y otras de maneras que ignoras, o que aún no puedes ver. En todo caso, siempre oigo y respondo.
*
Ya que tenemos un gran Sumo Sacerdote que entró en el cielo, Jesús el Hijo de Dios, aferrémonos a lo que creemos. Nuestro Sumo Sacerdote comprende nuestras debilidades, porque enfrentó todas y cada una de las pruebas que enfrentamos nosotros, sin embargo él nunca pecó. Así que acerquémonos con toda confianza al trono de la gracia de nuestro Dios. Allí recibiremos Su misericordia y encontraremos la gracia que nos ayudará cuando más la necesitemos. Hebreos 4:14-16[3]
Artículo publicado por primera vez en 1997, a menos que se indique lo contrario en los párrafos correspondientes. Texto adaptado y publicado de nuevo en agosto de 2014. Traducción: Patricia Zapata N. y Antonia López.
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