Lo realmente feliz en un feliz Año Nuevo
Recopilación
Sospecho que si a la gente se le preguntara cuál es su principal objetivo para el nuevo año, la respuesta se reduciría a ser feliz. Los propósitos que nos hacemos coinciden con factores variables en nuestra vida que constituyen obstáculos para ser felices. Pero ¿qué es esa felicidad que persigue la gente? Generalmente hablamos de la felicidad como una categoría subjetiva que cada persona determina por sí misma. Hemos dejado de lado la noción de que sea algo más definido que eso.
Si fuimos creados por Dios, Él nos hizo para determinados propósitos, y nuestra felicidad está ligada a la búsqueda de dichos propósitos. Dios ha creado toda suerte de cosas que contribuyen a nuestra felicidad, pero únicamente si las ocupamos del modo en que Él lo quiso. Hacer un mal uso de ellas no puede nunca conducir a su finalidad última.
De ahí que para ser felices debemos hallar las vías indicadas para ello. Melinda Penner
Felicidad = Su presencia
Un nuevo año da ocasión a una nueva y vigorosa posibilidad y promesa, a metas y aspiraciones y a renovación y crecimiento personal. Es la oportunidad de empezar de nuevo, y naturalmente se espera que el año esté lleno de felicidad.
A pesar del jolgorio y del ambiente festivo, el advenimiento del año nuevo inevitablemente trae consigo su cuota de pena y tristeza. Algunas de nuestras expectativas se verán defraudadas. Cuando se anhela alegría y belleza, un diagnóstico terminal, un pavoroso accidente o una serie de fracasos y decepciones menoscaban planes y alteran el sentido de lo «normal». Aun cuando no se dan estas tremendas deconstrucciones, rara vez todo marcha «a la perfección». Al momento de desearle un feliz año a amigos y seres queridos, todos sabemos que sin lugar a dudas habrá también desilusiones.
Al comenzar un nuevo año, el deseo de que tengas un «Feliz Año Nuevo» trasciende los límites de una simple expresión. Más bien, lo que transmiten estas palabras son preciadas imaginaciones de posibilidad y promesa. Y esas preciadas imaginaciones varían según la definición que uno atribuya a la felicidad. Hay quienes la definen como un año en que todo compagina y sale a pedir de boca. Otros aspiran a placeres más sencillos y otros más no abrigan otra cosa que la esperanza de que sea un año de saltar a la palestra, encontrar trabajo o sobrevivir un día más a pesar del hambre punzante o la doliente soledad…
¿Querer un feliz Año Nuevo es simplemente otro deseo de que «se haga mi voluntad»?
Existe una invocación litúrgica que se repite en diversas tradiciones eclesiásticas. El sacerdote dice «El Señor esté con vosotros». Y los fieles responden: «Y con tu espíritu». Caí en la cuenta, al responder al unísono con el coro de voces que entonaba esa invocación, que una de las claves de la felicidad para muchas personas, independientemente de la fe o credo al que adhieran por tradición, es un sentido de que no pasas inadvertido y de que tienes importancia. Particularmente en las más difíciles circunstancias, tenemos esa necesidad de amparo y de la presencia de Dios con nosotros, el deseo de esa cercanía divina a través de todos los acontecimientos del año. Es que en cada Año Nuevo son muchísimas las cosas que conspiran contra la feen la presencia de Dios; así, un ateísmo sigiloso puede ir apoderándose lentamente de más de una persona de fe.
Dado que cada Año Nuevo traerá indudablemente felicidad y también su cuota de pena y dolor, desear que la presencia de Dios se haga manifiesta pareciera ser un complemento necesario al consabido y muchas veces genérico deseo de felicidad. Feliz es el año en que —pase lo que pase o sea lo que sea que nos depare— se haga sentir la presencia de Emanuel, Dios con nosotros. Margaret Manning[1]
Aprovechar la insatisfacción para crecer
En mayor o menor grado, casi todos estamos insatisfechos con nosotros mismos y con las circunstancias en que nos hallamos. Pero no necesariamente debemos recriminarnos por ello. Para hacer progresos es menester cierta medida de insatisfacción. Si queremos desarrollar nuestro potencial es preciso que soñemos con ser más de lo que somos. El problema es que muchos nos quedamos estancados en esa fase, en la de los sueños. ¿Por qué será?
Las más veces ello obedece a que nos consideramos incapaces de convertir nuestros sueños en realidad. Y normalmente tenemos razón. Algunos cambios los podemos efectuar a fuerza de voluntad o de trabajar más arduamente. Por ejemplo, alcanzar una meta más alta en ventas o bajar unos kilos. Pero... ¿qué pasa cuando se trata de cambios más profundos, de transformaciones internas que sabemos que nos proporcionarían mayor felicidad y nos permitirían ejercer una influencia positiva en nuestro rinconcito del mundo? Por lo general esos cambios de fondo son los más esquivos.
Jesús lo resumió de modo muy sencillo cuando dijo: «Para los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios»[2]. El secreto radica en ponernos en manos de Dios y dejar que Él haga lo imposible para nosotros, por medio de nosotros y a veces a pesar de nosotros. Tenemos nuestras limitaciones, somos débiles, somos incapaces, pero hay un Dios grande, fuerte y muy capaz que está siempre presto a realizar en nosotros esas transformaciones imposibles. Keith Phillips
Definir la felicidad
¿Es dable alcanzar la felicidad? He ahí un interrogante que muchos han querido responder… un tema que se debate en aulas de filosofía, que se conversa en voz baja en fiestas de amigas que se quedan a dormir y uno que se nos promete en innumerables campañas de marketing, particularmente al inicio de un nuevo año. Nuestras múltiples formas de perseguir la felicidad son tan diversas como las numerosas definiciones que tenemos para la palabra. Pero ¿cómo sería si la posibilidad de alcanzar la felicidad estuviera íntimamente ligada a nuestra respuesta a otra pregunta? Concretamente, ¿cuál es la fuente de tu mayor gozo en la vida? Dicho de otro modo, ¿podría existir una conexión entre tu cosmovisión y tu capacidad de experimentar la felicidad?
En un estudio de mucha relevancia, Armand Nicholi, profesor de psiquiatría clínica de la Universidad de Harvard, comparó la vida y obra de Sigmund Freud con la de C.S. Lewis. Cada uno de estos gigantes de la cultura fue reconocido por la impresionante exactitud con que observaba las emociones y experiencia humana. Así y todo, cada uno definió y experimentó la felicidad de maneras notablemente distintas y mediante cosmovisiones radicalmente diferentes.
La experiencia y la interpretación de la felicidad en el caso de Freud resultaron ser fundamentales para su concepción materialista del mundo. Según sus observaciones, la felicidad era «cuestión de satisfacer los deseos instintivos de la persona». Como consecuencia, la posibilidad de alcanzar la felicidad era abordada con pesimismo. Freud reconoció que el apetito humano nunca se satisfacía plenamente. [...] Por desgracia, la vida misma de Freud reflejaba su definición de la felicidad. Sus cartas destilaban cada vez más pesimismo y depresión, al punto de llegar a mencionar que el consumo de drogas era el único medio eficaz que él podía encontrar para levantar el ánimo.
Lo que convierte a C.S. Lewis en un fascinante punto de comparación es que al igual que Freud, él también era intensamente pesimista sobre la posibilidad de hallar felicidad temprano en la vida. No obstante, como lo recalcan muchos biógrafos y amigos cercanos, su vida sufrió una profunda transformación cuando tenía un poco más de treinta años, luego de un radical cambio de cosmovisión. [...] Para Lewis, la felicidad en última instancia no podía realizarse en el terreno material. Al encontrar que se acercaba a una cosmovisión forjada por algo que trascendía lo material, Lewis al principio pensó que desembarcaría en un lugar, una idea; en cambio, se dio cuenta de que llegó a una Persona, una localizada en el mundo material, pero que al mismo tiempo lo trascendía y lo precedía. Es más, fue precisamente la sorpresa de encontrarse con una Persona lo que primero redefinió su noción de felicidad, felicidad que emanaba de esa fuente de alegría que marcó su vida aun en momentos de dolor y pérdida.
En este promisorio año nuevo quizá merezca la pena explorar las fuentes primordiales de la felicidad así como también cada opción posible o propósito optimista. El salmista escribe sobre un creador que es fuente dentro de lo material y al mismo tiempo más allá de lo material. «Me mostrarás la senda de la vida; en Tu presencia hay plenitud de gozo, delicias a Tu diestra para siempre»[3]. Bien podría haber una conexión entre nuestra capacidad de felicidad y nuestro modo de entender la vida. Según la cosmovisión cristiana, Cristo, en carne y sangre, te llama a acercarte para que tu gozo sea transformado por un amor presente y perdurable. Jill Caratini
Publicado en Áncora en enero de 2019.
[1] https://www.rzim.org/read/a-slice-of-infinity/new-year-wishes.
[2] Marcos 10:27.
[3] Salmo 16:11.
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