Llevar a cabo la Gran Misión
Recopilación
En presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de venir en Su reino y que juzgará a los vivos y a los muertos, te doy este solemne encargo: Predica la Palabra; persiste en hacerlo, sea o no sea oportuno. 2 Timoteo 4:1-2[1]
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Cuando Jesús le dijo a Sus seguidores: «Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas nuevas a toda criatura», aquel pequeño grupo de pobres discípulos en el Medio Oriente se quedó abrumado. ¿Debían caminar o viajar montados en animales lentos? En aquella época, esos eran los medios de transporte. No había barcos transatlánticos. Por lo tanto, tenían verdaderos obstáculos físicos para ir a todo el mundo.
Hoy en día tenemos aviones, barcos, trenes, autobuses y automóviles. El mundo es un pañuelo; y a diario se vuelve más pequeño. Se puede cruzar un océano por avión en cuestión de horas y volver a casa al día siguiente en caso necesario. Se puede decir que hay un número ilimitado de oportunidades para que el cristiano común participe en misiones internacionales a corto plazo. Puedes ir a cualquier lugar del planeta; solo hay que preguntar a las empresas que se dedican al turismo. No tenemos excusa para no divulgar las buenas nuevas.
Ahora, gracias a Internet, el mundo se ha vuelto más pequeño. Además del teléfono y los faxes, cualquier creyente con acceso a Internet puede comunicarse con otros en prácticamente cualquier país del mundo. ¡Tienes al mundo entero al alcance de tu mano! Incluso en pueblos remotos se recibe correo electrónico. Así pues, por Internet se puede hablar del Evangelio con personas que estén al otro lado del mundo, ¡sin ni siquiera salir de la casa! En la historia de la humanidad, nunca antes ha sido tan fácil llevar a cabo la misión de ir a todo el mundo. Los grandes obstáculos ya no son la distancia, el costo o el transporte. […] La Gran Misión es tu misión. Y llevarla a cabo es el secreto de una vida que tiene importancia. Rick Warren[2]
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Dios necesita mejores órganos de modo que se revele a Sí mismo por medio de personas con una vida más plena, más verdadera, más santa; de manera que esas personas revelen Su amor, que tengan una personalidad más organizada de modo que Su gracia se manifieste en el mundo. Dios no puede hacer Su trabajo sin nosotros. No puede predicar sin nuestros labios, consolar sin nuestra ayuda, sanar sin nuestras manos, llevar la verdad sin nuestros pies, quitar la sombra sin nuestra fe y esfuerzo. Lo invisible obra a través de lo visible; lo oculto y eterno trabaja por medio de instrumentos pequeños, ¡como nosotros! Rufus M. Jones
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Por ser cristianos tenemos la tarea de difundir al mundo de la actualidad las buenas nuevas, el Evangelio, el mensaje del amor y la salvación de Dios. Para poder hacerlo de una manera con la que se puedan identificar las personas, es importante que comprendamos los cambios de fondo que ha experimentado la sociedad, los cuales han tenido un efecto en la perspectiva que tienen muchos del mundo, en sus valores y en su percepción del cristianismo. Si reconocemos lo profundos que han sido tales cambios y los temores, inseguridades y escepticismo que los acompañan, estaremos mejor capacitados para transmitir el mensaje de una forma relevante para las personas a las que tenemos la misión de dirigirnos.
Sabemos que el Evangelio es un mensaje para la actualidad, pero encontrar la forma de transmitir el mensaje a quienes no se han visto atraídos al mismo, o que, por la razón que sea, le han tomado antipatía, representa un reto cada vez mayor. El mundo moderno ha cambiado de una manera impresionante y con suma rapidez durante los últimos treinta años, y la tendencia no ha cambiado. El secularismo ha calado profundamente en los círculos de pensamiento e influencia con valores que fomentan el interés en uno mismo y el materialismo, así como otros valores que son incompatibles con el cristianismo y los valores tradicionales y que en última instancia los van corrompiendo.
Por eso es tan importante el factor «tú». Tú encarnas el mensaje. El Espíritu de Dios, el Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús vive en tu interior. Tu naturaleza, tu forma de vivir, el amor que manifiestes, tu bondad, compasión e interés, reflejan el Espíritu de Dios que mora en ti. El Espíritu Santo es el que llama a cada corazón en particular, pero ese llamado a menudo llega a través de tu ejemplo. Las personas se interesan porque ven la luz en ti y sienten tu calor; eso motiva en ellos el deseo de escuchar lo que les quieres decir y la confianza que necesitan para aceptar y creer lo que les dices.
Uno de los retos del cristiano de la actualidad es vivir de una manera que permita que el Espíritu Santo se vea reflejado en nosotros a fin de que las personas se vean atraídas e intrigadas por la luz que ven en nosotros. Luego, al acercarse al calor de esa luz, se conectarán con la luz del mundo, y Él les dará la luz de la vida. Peter Amsterdam
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El Evangelio nunca se ha escuchado en un vacío ni en el aislamiento. Siempre se escuchó en el contexto cultural en que se vive. William Lane Craig
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La verdadera santidad no significa una huida del mundo; más bien, radica en el esfuerzo de encarnar el Evangelio en la vida cotidiana, en la familia, en el colegio, en el trabajo; y también en la participación social y política. Papa Juan Pablo II
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El creyente es el único libro en el que Dios mismo escribe Su Nuevo Testamento. William Dell
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En una época de poscristianismo, de escepticismo, un despliegue de amor es la apologética que convence más. J. D. Greer
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Aunque no vean el efecto de su testificación enseguida de alguna manera sí están logrando algo. Ha prometido que Su Palabra no volverá a Él vacía; ¡cumplirá el propósito para el que fue enviada![3] Algunos de los resultados no los veremos hasta que lleguemos al Cielo. No siempre conocemos el fruto de la simiente que sembramos en el corazón de un ser humano. Ignoramos si echará raíz, y en ese caso, de qué manera o en qué momento. Es posible que la persona a la que hayas testificado con el tiempo encuentre al Señor gracias a algo que tú le hayas dicho. Cabe también la posibilidad de que el testimonio que le diste haya obrado en su corazón de tal manera que se muestre más abierta y receptiva cuando otro cristiano le testifique.
No siempre podemos contar con ser sembradores y además segadores. El Señor dijo que unos plantan y otros riegan, pero es Dios el que da el crecimiento[4]. A veces entramos en las labores de otros hombres y las aprovechamos, y otras veces son ellos los que aprovechan las nuestras. En ocasiones nosotros llevamos al Señor a personas que han estado mucho tiempo en preparación, gente que quizá lleva toda una vida pasando ciertas experiencias, de las cuales el Señor se ha valido para llevarla hasta el punto en que está dispuesta a rendirle su vida a Él. De repente, en ese punto aparecemos nosotros e invitamos a esas personas a recibir a Jesús, lo cual aceptan. El Señor simplemente nos trae en ese preciso momento de su vida, luego que han pasado por un largo período preparatorio, y no hacemos otra cosa que segar lo que otros han sembrado y regado.
A veces entramos en escena en otro punto del proceso que se ha ido desenvolviendo. Es posible que intervengamos al principio, en calidad de sembradores que plantan la semilla inicial. O ¿quién sabe? A lo mejor intervenimos en algún punto intermedio del proceso para regar la semilla que otro ya sembró en el corazón de esa persona. Respondemos a otra de sus preguntas y le reflejamos un poquito más del Amor de Jesús, el cual seguirá obrando en su corazón aunque la persona no revele el profundo sentido que tuvo para ella. Es posible que no la volvamos a ver nunca más, y que la Palabra y el amor que le comunicamos actúen en su corazón, y el Señor se sirva de ellos para hacer avanzar a esa persona un paso más con miras a que finalmente le llegue a conocer a Él. La salvación que tendrá lugar a la postre en esa persona será en parte resultado de lo fieles que hayamos sido en demostrarle el amor del Señor y transmitirle Su mensaje. María Fontaine
Publicado en Áncora en noviembre de 2014.
Traducción: Patricia Zapata N. y Antonia López.
[1] Biblia al día (BAD).
[2] The Purpose Driven Life (Grand Rapids, MI: Zondervan, 2002), 298–299.
[3] Isaías 55:11.
[4] V. 1 Corintios 3:6.
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