Las recompensas de la fidelidad
Recopilación
Me parece que todos pasamos por temporadas de sequía, por lo que saber que el Señor evalúa nuestro corazón y no nos juzga por el éxito que obtenemos sino por nuestra fidelidad, elimina buena parte de la presión. Ello no quiere decir que no debamos tomarnos el tiempo para preguntarle a Dios cómo hacer mejor nuestro trabajo, ni que no debamos buscar maneras de aprender y mejorar, pero es algo que podemos hacer mientras le confiamos el resultado a Él.
El apóstol Pablo escribió a los corintios sobre cómo —para realizar una labor— cada persona debe hacer su parte por el Señor y que no se le debe dar todo el mérito a una sola persona. Al fin y al cabo, el Señor es el que cambia la vida de la gente para bien. Nuestra única tarea es dirigirlos a Él. Nuestra parte a lo mejor fue solo ofrecer una palabra amable, sonreír, pasar un versículo o cita para leer u orar con esas personas. Sobra decir que nunca sabremos cuántas otras personas contribuyeron también a animar a esa persona o la motivaron a cambiar.
Pablo escribió: «Eso según lo que a cada uno concedió el Señor. Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo ni el que riega, sino Dios que da el crecimiento. Y el que planta y el que riega son una misma cosa, aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor, porque nosotros somos colaboradores de Dios»[1].
También he decidido no desanimarme cuando no vea el resultado de mis esfuerzos, ya sea de forma inmediata o a largo plazo. Ello depende del Señor y del momento que Él elija.
Recuerden que al fin y al cabo, la felicitación que buscamos del Señor es: «Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu Señor»[2].
Mientras tanto, disfrutemos de las pequeñas bendiciones que recibimos y de los éxitos que alcanzamos, sabiendo que son parte del plan maestro de Dios. Nina Kole
*
Dios es juez de nuestros pensamientos y motivaciones. Todo saldrá a la luz cuando estemos ante Su presencia[3]. […] De la misma manera que cada árbol produce un fruto distinto, el fruto de cada persona es único. Dios sabe lo que le ha dado a cada uno y lo que espera que hagamos con ello[4]. Nuestra responsabilidad ante Dios es «ser fiel en lo poco» para que nos confíe mucho más[5]. Tomado de gotquestions.org[6]
*
En el campo de cosecha maduro
hay trabajo para todos.
Oye, es la voz de Dios que te llama,
te llama a la cosecha.
¡Lo poco es mucho cuando Dios está en ello!
No trabajes por riqueza ni fama.
Hay una corona y la puedes ganar
si vas en el nombre de Jesús.
¿El lugar en que te ha tocado trabajar
parece demasiado pequeño y poco conocido?
Es grande si Dios tiene que ver con ello.
Y Él no olvidará a los Suyos.
Cuando termine aquí nuestro conflicto
y se acabe nuestra carrera terrenal,
Él nos dirá, si hemos sido fieles:
«Bienvenido a casa, hijo Mío. ¡Bien hecho!»
Kittie Suffield
*
En una cultura que celebra la emoción y lo novedoso como derechos inalienables, podemos sentirnos tentados a creer que una vida de fidelidad a un antiguo Dios es bastante aburrida en comparación. Pero una vida ordinaria de fidelidad a un Dios extraordinario es de todo menos aburrida. Dios cuida de nosotros, Su pueblo, y la vida dedicada a Él rebosa alegría. […]
Resulta fácil sentir vergüenza de vivir una aburrida vida de fidelidad a un Dios antiguo, una vida que se define por la apacible búsqueda de santidad y humildad. Pero no deberíamos sentirnos desanimados al reflexionar en nuestra vida de probidad, porque la recompensa de la fidelidad en esta ordinaria vida temporal es alegría por toda la eternidad.
En la parábola de los talentos, el maestro dice a su siervo: «Bien hecho, buen siervo y fiel. Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré. Entra en el gozo de tu Señor»[7]. Que Dios nos infunda alegría para vivir con fidelidad, en vez de buscar novedades e intentar agarrar el viento. Ninguna novedad se compara con el gozo que Él nos tiene reservado. Chris Martin[8]
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La fidelidad es perseverancia, constancia y obediencia. Es cuidar lo que se nos ha confiado. Es la convicción de que las Escrituras reflejan vivamente la realidad. La fidelidad a la Biblia es creer en lo que dice sobre Dios, en Su existencia, en Sus obras y en Su carácter. La fidelidad es fruto del Espíritu, es el resultado del Espíritu que obra en nosotros. Pero el Espíritu también es nuestro sello de fidelidad. Es nuestro testigo a la promesa de Dios de que, si aceptamos la verdad sobre Dios, Él nos salvará.
En la lista de Hebreos 11 se incluye el ejemplo de Enoc, quien «tuvo testimonio de haber agradado a Dios. Pero sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe y que recompensa a los que lo buscan»[9]. La fe —o el fiel compromiso a quien Dios dice ser— es el punto de partida de nuestro caminar con Dios. En el peregrinar de Jesús, respondió a la fe de las personas y se alejó de los lugares donde no creían[10].
Enoc entendió que Dios recompensa a quienes le buscan y confían en Él con todo su corazón. Nosotros confiamos en el accionar de Dios porque confiamos en Él. No al revés. En otras palabras, confiamos en Dios aun cuando calla y no vemos milagros. Eso es parte de la fidelidad. Sabemos que Dios es confiable, inquebrantable y verdadero.
Los santos del Antiguo Testamento también depositaron su fe en las obras invisibles de Dios[11]. Abraham nunca vio a su descendencia volverse «numerosos como las estrellas del cielo». Moisés nunca pisó la Tierra Prometida. Y ninguno de los santos del Antiguo Testamento vivió para ver al Mesías. Pero fueron fieles. Creyeron que Dios cumpliría Su Palabra. Vivieron por fe y no por vista[12].
La fidelidad es creer que Dios es quien dice ser y seguir creyendo a pesar de los constantes cambios de la vida. En términos funcionales, ello significa creer lo que Dios dice en la Biblia y no necesariamente en lo que nos dice el mundo o en lo que podemos ver. Confiamos en que Él hará que todo sea para nuestro bien. Confiamos en que obrará Su voluntad en nuestra vida. Y confiamos en que nuestra situación terrenal no es nada en comparación a las recompensas que nos aguardan en el Cielo. La única manera en que podemos tener semejante fe es por la influencia del Espíritu Santo. Él da testimonio de la verdad y nos motiva a buscar a Dios. El Espíritu nos inspira fidelidad. Tomado de gotquestions.org[13]
Publicado en Áncora en septiembre de 2019.
[1] 1 Corintios 3:5-9.
[2] Mateo 25:21.
[3] Hebreos 4:12-13.
[4] Lucas 12:48.
[5] Mateo 25:21.
[6] https://www.gotquestions.org/bearing-fruit.html.
[7] Mateo 25:21.
[8] https://www.desiringgod.org/articles/the-unique-joy-of-ordinary-faithfulness.
[9] Hebreos 11:5b-6.
[10] Marcos 6:1-6.
[11] Hebreos 11:13.
[12] 2 Corintios 5:7.
[13] https://www.gotquestions.org/fruit-Holy-Spirit-faithfulness.html.
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