Las aguas de Mara
Recopilación
«Llegaron a Mara, lugar que se llama así porque sus aguas son amargas, y no pudieron apagar su sed allí». Éxodo 15:23 (NVI)
En épocas de prueba podemos elegir uno de tres caminos. Nuestra actitud puede ser: lo que está predestinado, sucederá; y así no mejora nuestra relación con Dios. Podemos amargarnos y resentirnos, lo que deteriora nuestra relación con Dios. O bien, podemos acercarnos más a Dios, sabiendo que Él tiene un propósito.
En las aguas amargas de Mara se ve un ejemplo excelente de que Dios cumple Su propósito en momentos de prueba. Después de cruzar el Mar Rojo, los israelitas por fin estaban libres, pero languidecían en el desierto de Shur, tierra cálida y estéril. Al tercer día, vieron algo que brillaba a la distancia. Se acercaron de prisa y vieron que era agua. La bebieron, pero era amarga; y de nuevo Moisés y Aarón soportaron el peso del descontento de la gente.
Éxodo 15:25 (NVI) nos dice: «Moisés clamó al Señor, y Él le mostró un pedazo de madera, el cual echó Moisés al agua, y al instante el agua se volvió dulce». Allí el Señor emitió un decreto para Su pueblo y al terminar dijo: «Yo soy el Señor, que les devuelve la salud». Es enigmático que el antídoto fuera un trozo de madera, pues no se conoce madera alguna que neutralice el agua amarga. Muchos comentadores de la Biblia han visto esto como un elemento precursor de la cruz de Cristo y en las Escrituras hay una asociación de la cruz de Cristo con el significado de la curación. «Gracias a Sus heridas fuimos sanados»[1].
Jamie Buckingham, experto en condiciones desérticas, es autor de un libro titulado A Way through the Wilderness. Escribe que en el agua de Mara abundaba el magnesio, que es un potente laxante, y que así se habría expulsado la mayor parte de las amebas, parásitos y microbios mortíferos que tal vez las personas habían traído de Egipto. Además, el magnesio es la base de un medicamento llamado dolomita, que en general se utiliza donde hay un calor agobiante para controlar la fibrilación cardíaca y espasmos musculares. Dios les había proporcionado el medicamento adecuado para que purgaran su organismo y se prepararan para el largo y penoso viaje por el desierto.
La primera parada de los israelitas en el desierto no fue un lugar de desolación, sino un lugar en el que Dios les proporcionó aguas medicinales. Bebieron el agua y luego llegaron a Elim, donde había doce manantiales y setenta palmeras; un lugar de reposo con abundante agua dulce, donde acamparon.
Todos visitamos las aguas amargas. Sin embargo, una y otra vez, significa la bendición de Dios en la que Él obra para llevarnos a nuestro Elim, a fin de que hallemos descanso en la completa suficiencia y provisión de Cristo. Charles Price
Llámenme Mara
En el libro de Rut se volvió a hacer referencia a marah o mara en un contexto distinto. Cuando Noemí y su nuera Rut —las dos eran viudas—, se trasladaron a Israel, la tierra natal de Noemí, las mujeres de la aldea saludaron a su amiga, a quien no habían visto desde hacía mucho tiempo. Noemí les respondió: «Ya no me llamen Noemí […] Llámenme Mara, porque el Todopoderoso ha colmado mi vida de amargura»[2]. El dolor y la pérdida continua causaron la amargura de alma que la definió. El Señor ayudó a sanar esa amargura por medio de la historia de amor de Booz y Rut. Obed, el hijo de ellos, fue como un hijo para Noemí[3]. Y Obed creció y llegó a ser el abuelo del rey David.
El vocablo marah nos recuerda la amargura que destruye la utilidad del agua y de la vida humana que es envenenada por ella. Cuando dejamos de confiar en la bondad de Dios y solo vemos nuestros recursos limitados, podemos amargarnos. Hebreos 12:15 nos advierte: «Asegúrense de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz amarga brote y cause dificultades y corrompa a muchos»[4]. Al igual que los israelitas, cuando enfrentamos circunstancias amargas, empezamos a dudar de la mano de Dios en nuestra vida. Podemos atribuir características negativas a nuestro Padre celestial y tal vez hasta lo acusemos de haber obrado mal[5]. Al igual que marah inutilizó las aguas, así marah en nuestra vida nos hace inútiles, de modo que no llevemos fruto para el reino de Dios. Dios sanó el agua, y Él puede sanarnos cuando obedecemos Sus instrucciones[6]. Tomado de gotquestions.org
Purificación del agua
Luego, los habitantes de la ciudad le dijeron a Eliseo:
—Señor, como usted puede ver, nuestra ciudad está bien ubicada, pero el agua es mala, y por eso la tierra ha quedado estéril.
—Tráiganme una vasija nueva, y échenle sal —les ordenó Eliseo.
Cuando se la entregaron, Eliseo fue al manantial y, arrojando allí la sal, exclamó:
—Así dice el Señor: «¡Yo purifico esta agua para que nunca más cause muerte ni esterilidad!»
A partir de ese momento, y hasta el día de hoy, el agua quedó purificada, según la palabra de Eliseo. 2 Reyes 2:19-22 (NVI)[7]
¿Se acuerdan de aquella fuente amarga que encontró Eliseo? —cuyas aguas eran amargas, como las aguas de Mara—; ocurrió un milagro y Eliseo endulzó las aguas de Mara echando un poco de sal. Lo más probable es que aquel famoso manantial de agua dulce fuera amargo en tiempos de Abraham, porque más adelante, cuando Eliseo estuvo allí, era amargo.
Es posible que ocurriera un milagro químico. Dios le indicó a Eliseo lo que tenía que hacer para endulzar el agua. Los milagros no siempre son acontecimientos sobrenaturales: simplemente se dan cuando se siguen las leyes divinas con las que no estamos familiarizados y que Dios reveló a algunos de Sus seguidores en la época de ellos, en la antigüedad. Dios endulzó esas aguas; y desde entonces siempre ha sido una fuente o manantial de agua dulce muy famosa que brota al pie de las colinas del Jordán. David Brandt Berg
Endulzar las aguas amargas
En el desierto de Shur (Sur) los israelitas no tenían agua. En Mara tuvieron agua, pero era amarga; de modo que no pudieron beberla. […]
Ante esa situación angustiosa, la gente se preocupó y peleó con Moisés. […] En momentos de grandes sufrimientos, incluso los creyentes verdaderos serán tentados a preocuparse, desconfiar y quejarse. Sin embargo, en cada padecimiento debemos echar nuestra preocupación sobre el Señor y abrirle nuestro corazón. Entonces descubriremos que una voluntad sumisa, una conciencia tranquila y el consuelo del Espíritu Santo harán que el padecimiento más amargo sea soportable; sí, incluso agradable.
Moisés hizo lo que el pueblo no había hecho; clamó al Señor. Dios proveyó generosamente para ellos. Dios llevó a Moisés hasta donde se encontraba un árbol. Moisés arrojó el árbol a las aguas y, de inmediato, fueron endulzadas. Algunos comparan ese árbol a la cruz de Cristo que endulza las aguas amargas de la aflicción para todos los fieles y hace posible que se regocijen en la tribulación. […]
Dios es el gran Médico. Si estamos bien de salud, es Dios quien nos mantiene así; si somos sanados, Dios es el que hace que nos recuperemos. Él es nuestra vida y la duración de nuestros días. No olvidemos que hemos sido salvados de la destrucción y librados de nuestros enemigos para ser los siervos del Señor. En Elim tuvieron agua buena y suficiente. Aunque es posible que por un tiempo Dios ordene que Su pueblo acampe junto a las aguas amargas de Mara, ese no será para siempre su destino. No permitamos que las tribulaciones nos hagan desfallecer. Matthew Henry[8]
Publicado en Áncora en agosto de 2018.
[1] Isaías 53:5.
[2] Rut 1:20 (NVI).
[3] Rut 4:13-17.
[4] NVI.
[5] Malaquías 2:17; 3:13-15.
[6] Salmo 34:18; Deuteronomio 32:39.
[7] NVI.
[8] Matthew Henry’s Concise Commentary on the Bible (1706).
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