La verdadera Navidad
Virginia Brandt Berg
Algunas personas no pueden entender cómo Dios podría haber bajado y haberse envuelto en carne humana, pero Él vino. No me parece extraño. Eso parece tan fácil de creer, porque a diario lo veo nacer en los corazones. Él llega, vive en los corazones y transforma vidas. Y para mí ese es un gran milagro, un enorme milagro, que pueda nacer en tu corazón y en el mío, que viva allí en nuestro corazón, que de esa manera se identifique con nosotros.
En una noche oscura, un joven soldado alemán estaba en su puesto de guardia junto al cuartel. De pronto se oyó el sonido de unos cascos. Era el caballo de su capitán. Se acercó rápidamente, saludó y se quedó inmóvil como una estatua de mármol hasta que el capitán gritó: «Oye, esa señal de respeto no me sirve en esta noche tan oscura. ¡Abre las puertas para que pueda entrar!»
Algo parecido sucede en las navidades. La gente rinde honores a Dios de manera externa. Sin embargo, en las navidades, con todo el tributo que rendimos a Jesús, nuestro capitán, ¿lo aceptamos en nuestro corazón? Unos versos de un poema antiguo dicen:
Aunque Cristo naciera
mil veces en Belén,
si no nace en ti, estarías
perdido y triste también[1].
Otro poema que ayuda a comprender mejor ese punto, dice:
Este año haré mis diligencias cariñosas con anticipación,
así los días antes de Navidad quedarán libres de distracción,
sin prisas febriles. El ajetreo que he tenido en otro tiempo
no se adueñará de mí, mi espíritu será tranquilo y atento.
Adoraré a Cristo en Navidad; rogaré en el nombre de Jesús.
Tomaré tiempo para contemplar las velas y su hermosa luz.
Descansaré con tranquilidad y saldré a solas de mi aposento;
no me perderé, como antes, el plateado y silente firmamento.
Quizá si paso largo rato en sosiego, escucharé al final
lo que el bullicio me ha ocultado: el coro de ángeles,
la tierna canción del niño y el susurro maternal[2].
La Palabra de Dios dice que se le llamará Admirable. En el capítulo nueve de Isaías dice Admirable. «Un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre Su hombro; y se llamará Su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz»[3]. Su nombre es Admirable porque así fue Su vida en la tierra, anduvo haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos[4]. Admirable fue Su muerte, murió por ti y por mí, ¡a fin que tengamos vida! Admirable es Su resurrección, ¡a fin de que también resucitemos! Y es admirable ahora en Su vida después de la muerte, porque Él intercede por nosotros.
No basta que haya nacido Cristo
bajo una brillante estrella,
ni que la mañana aquella
tuviera un dorado brillo.
Él debe nacer en tu corazón,
tener allí Su trono y habitación[5].
¿Le permitirás que entre en tu corazón?
Holman Hunt pintó un cuadro famoso en el que se ve a Jesús de pie junto a una puerta. Se cuenta que alguien se acercó y le dijo que había un error en ese cuadro, pues la puerta no tenía pomo o tirador, que el Salvador estaba de pie con un farol en la mano frente a una puerta cerrada. Holman Hunt respondió: «No me equivoqué. El pecador abre la puerta desde el interior. El pomo está por dentro. El Salvador no puede entrar a menos que se abra la puerta desde adentro».
La Palabra de Dios dice: «A todos los que le recibieron… les dio potestad de ser hechos hijos de Dios»[6]. Recíbelo esta Navidad. Él significará mucho para ti. Transformará tu vida. Recíbelo en tu corazón. Él todavía está en el trono y quiere estar en el trono de tu corazón; y la oración hará que cambien las cosas para ti.
Texto adaptado de Momentos de meditación.
Traducción: Patricia Zapata N. y Antonia López.
[1] Angelus Silesius, poeta del siglo XVII.
[2] Texto adaptado de un poema de Grace Noll Crowell.
[3] Isaías 9:6.
[4] Hechos 10:38.
[5] Anónimo.
[6] Juan 1:12.
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