La presencia de Dios a lo largo del día
Palabras de Jesús
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Yo dibujé el hermoso amanecer que viste esta mañana, y al trazarlo pensé en ti. Permití que una brisa matutina te rozara el rostro; esa fue una forma de recordarte que siempre estoy contigo. La sonrisa de tus seres queridos te brindó alegría; y a través de ellos, te sonreí y te aseguré que me haces muy feliz.
Te recordé una canción alegre y, cuando la entonaste, te sentiste feliz. En ese momento, te ayudé a evocar la gran alegría que siento en todo momento por ti. Te ayudé a realizar una labor importante en tu trabajo y te di la paciencia para llevar tus labores a buen término. Te demostré una vez más que nada es insignificante para Mí, y que siempre puedes pedirme ayuda. Una palabra dicha sin pensar no te molestó como de costumbre, y perdonaste a esa persona y olvidaste el comentario. En esos momentos derramé sobre ti comprensión.
Para Mí, nada es demasiado pequeño. A veces las cosas más sencillas son las que sé que te transformarán el día; disfruto haciéndolo solo para demostrarte cuánto te quiero. Eres muy importante para Mí y quiero que lo sepas.
¿Viste aquella bella mariposa? Es otro ejemplo de cuánto te quiero, pues Yo la creé exclusivamente para tu deleite, para colmar tu vida de belleza.
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¡Eres inestimable para Mí! ¡Eres como una piedra preciosa! Una piedra preciosa se embellece más con cada pulido, cada talla, cada lustre. Tú eres esa gema, y sonrío mientras te labro, porque sé que estoy aumentando tu valor y que con cada toque Mío brillas más. Descansas tranquilamente en Mis manos con la plena certeza de que Yo, el Maestro Artesano, sé bien lo que hago. Con una sonrisa en los labios, te voy puliendo mientras reflejas Mi sonrisa y Mi amor para quienes se te acercan. Mientras te tallo, pulo y doy lustre, lo soportas, porque sabes que hago todo eso por tu bien. ¡Cómo me alegra que me dejes resaltar tu belleza, Mi precioso diamante!
Te amo tal como eres. No tienes que ser perfecto para que te ame. Sin embargo, te digo: tienes un gran valor para Mí, porque llevas las vestiduras de Mi justicia.
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Eres especial. Fuiste creado por Mi mano. Eres único, no hay nadie como tú. Te hice de tal forma que te ajustaras al propósito que tengo para ti. Tienes talentos y cualidades que, bien sé, necesitarás para la misión que te encomendé. También tienes debilidades que contribuyen a mantenerte humilde y cerca de Mí.
El secreto para hallar dentro de ti paz y satisfacción es agradecerme y permitirme vivir en ti. Alábame por tus flaquezas, pues hacen que dependas de Mi fuerza. Gloríate en tus debilidades[1], en tus momentos de tristeza, pues dan profundidad a tu relación conmigo y te hacen aferrarte a Mí con más fervor. También date por contento en los momentos tristes, sabiendo que producen en ti un cada vez más excelente y eterno peso de gloria[2].
Cuando te presentes ante Mí en el crepúsculo de tu vida, te recibiré con gloria eterna. Todas las lágrimas cesarán y tendrás dicha y júbilo por siempre jamás. Te tengo aquí unas sorpresas maravillosas que recibirás con gran deleite. Espero con ilusión el momento en que llegues; pero mientras tanto, estaré en tu corazón. Te susurraré al espíritu y te ayudaré a lo largo de cada jornada. Te amo muchísimo. Me encanta cuando piensas en Mí y reconoces Mi presencia.
¡Dame gracias por todas tus bendiciones! Dame gracias por las pequeñeces que hago por ti todos los días. Agradéceme por los seres queridos que te acompañan en tu andar. Deléitate en Mi gozo y en Mi presencia. Esto te dará las fuerzas día a día, hasta que llegue el momento en que nos reunamos aquí.
*
Soy compositor de música muy variada; mas la sinfonía de tu vida y tus experiencias es muy compleja, una combinación armónica bellísima. La música va sonando poco a poco con el paso de los años hasta que alcance su clímax cuando te traiga a tu hogar celestial donde morarás conmigo.
Los placeres, dichas, bendiciones y amores, así como las tristezas, la pena y el dolor de tu vida, todo se combina armónicamente en Mi perfecta sinfonía. Cuando llegues aquí arriba, la tocaré de nuevo para ti y solo escucharás perfección, porque entenderás Mi plan para cada fase de tu existencia.
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Hoy estuve contigo en tu trabajo mientras trajinabas y sudabas. Hice Mi parte para que el día te fuera mucho mejor, tu carga fuera mucho más liviana y tus pesos más llevaderos. Te sostuve y te di las energías que necesitabas hacia el final del día, cuando creías que te iba a superar el agotamiento.
Todavía estoy contigo cuando sientes cansancio y agotamiento por los esfuerzos y preocupaciones del día. Relájate, descansa en Mis brazos como una niña pequeña que se queda dormida en los fuertes y tranquilizadores brazos de su padre. Aquí no hay temor a peligros ni preocupación por el mañana; solo un descanso profundo, agradable y tranquilo que se encuentra cuando te acurrucas en Mis brazos y te apegas a Mi corazón.
Publicado en Áncora en abril de 2021. Leído por Gabriel García Valdivieso.
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