La paz de la Navidad
Recopilación
Para muchos millones de personas en todos los países del mundo, esta Navidad tendrá características muy distintas de las de otros años de mayor desahogo. Los que no han sentido de lleno el impacto de la pandemia y la crisis económica mundial están rodeados de personas que sí se han visto duramente afectadas.
Los fabricantes, mayoristas y minoristas que dependen del comercio navideño para equilibrar sus cuentas se preparan para afrontar el índice de ventas más bajo en muchos años. Las instituciones benéficas que cuentan con las donaciones navideñas para financiar sus proyectos del año entrante temen tener que hacer recortes sustanciales en sus programas, precisamente ahora que tanta falta hacen.
Los que han perdido su empresa se preocupan por el sostenimiento de su familia y las de sus antiguos empleados. Quienes han quedado sin trabajo no ven cómo podrán obsequiar algo a sus hijos esta Navidad. Hacía muchos años que un segmento tan amplio de la población de numerosos países no se veía tan afectado por una crisis generalizada.
Sí, esta Navidad muy probablemente será distinta de otras; pero eso no significa que no pueda ser estupenda. La adversidad suele sacar a relucir nuestras mejores cualidades. El mismo efecto tiene la Navidad. Un coctel de estos dos elementos representa una oportunidad única. Es una oportunidad de de cribar, es decir, de separar lo que es realmente importante de las nimiedades que suelen monopolizar nuestra atención, especialmente en temporadas como la navideña.
Es asimismo una ocasión para concentrarnos en el auténtico motivo por el que la celebramos año tras año —el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios—. Es también un buen momento para descubrir nuevas formas de expresar cariño a nuestros seres queridos y compadecernos de los que son menos afortunados que nosotros, los cuales siempre abundan.
Es posible que esta Navidad enfrentemos desafíos sin precedentes. Tal vez no podamos proporcionar ayuda material tan generosamente como otros años, pero no cabe duda de que la promesa de paz en Navidad está a disposición de todas las personas en cualquier momento. Keith Phillips
El Príncipe de paz
«Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre Sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz.» Isaías 9:6 (NVI)
En nuestro mundo, pocas personas ven señales de esperanza en el gobierno. La corrupción que conlleva el poder parece más la norma que el ideal presentado en la visión de Isaías de un gobierno dirigido por un Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, o Príncipe de paz. En cambio, la mayoría ve al gobierno con cinismo y desesperación; y pocos verían el gobierno como el conducto para la paz.
En la época de Isaías, había muchas potencias extranjeras y gobernantes que amenazaban Israel y Judá. Y, a lo largo de la vida de Isaías, Judá iría al exilio bajo el dominio de Babilonia. Por lo tanto, los destinatarios originales de la profecía de Isaías habían oído una promesa de que un rey vendría y que sería sabio y poderoso. […] Sin embargo, la historia de Israel cuenta algo diferente. […] En última instancia, Judá vería la destrucción de Jerusalén y la diáspora de su pueblo.
¿Isaías se equivocó en su profecía? ¿O vio algo más que simplemente un reino político o un gobierno terrenal para el pueblo judío?
El niño prometido que se predijo en la visión de Isaías no era simplemente un rey o gobernante humano que llegaría establecer un reino terrenal. Más bien, los títulos Dios fuerte y Padre eterno atribuidos al niño que nacería indicaban que ese futuro gobernante era divino. […] Isaías prevé que un día Dios estaría con el pueblo, como Emanuel, «Dios con nosotros». Y si Dios era el que vendría entre los seres humanos para gobernar y reinar, entonces ese gobierno estaría caracterizado por la sabiduría, sería un Consejero admirable y paz, shalom, el bienestar de todo el pueblo.
Sin embargo, ¿qué clase de paz trae Dios si no es la paz que pone fin a las guerras y conflictos entre seres humanos y con el mundo creado? Empezamos a hallar respuestas en la llegada de Jesús, y en Su muerte y resurrección.
En primer lugar, la paz que Dios trae en Jesús corrige nuestro alejamiento que resulta del pecado. El apóstol Pablo escribe: «Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo»[1]. Este es el «evangelio de la paz»[2]; Dios hace la paz «por medio de la sangre de Su cruz»[3].
En segundo lugar, la paz que Dios trae nos permite tener paz en nuestro corazón, gracias a la reconciliación con nuestro Creador y a que Su Espíritu obra dentro de nosotros. Es el bienestar que viene de la reconciliación con Dios.
En tercer lugar, debido a que tenemos paz interior, podemos buscar la paz con otros, amigos y enemigos. […]
Independientemente del lugar donde vivamos y sea cual sea el gobierno donde estemos, Dios se ha acercado a nosotros en Jesús y ha establecido un gobierno que está disponible para nosotros a medida que tenemos comunión unos con otros bajo Su autoridad. En Jesús, tenemos un Consejero admirable, un Dios fuerte, un Padre eterno y un Príncipe de paz. Margaret Manning Shull[4]
Esperanza para tiempos difíciles
Al pensar en el día en que nació Jesús, en muchos casos la imagen que nos viene a la mente es la de María serena y hermosa, ataviada con una túnica limpia y adorando al niño Jesús; éste envuelto en sábanas blancas impecables y acostado en un pesebre que parece más un mueble fino que un comedero de animales; y a un lado un burro debidamente almohazado para la ocasión junto a un José alto, fornido e impertérrito.
En realidad, podemos imaginarnos lo difícil que debió de ser para María ir de Nazaret a Belén cuando estaba a punto de dar a luz. Aunque la Biblia no dice que Jesús naciera la noche misma en que llegaron a Belén, ese viaje de más de 100 kilómetros —ya fuera a pie o a lomo de burro— debió de agotarla tanto que le indujo el parto.
Tal vez José también se sentía abrumado, cansado y atormentado por las dudas: ¿Cómo es que no había buscado una mejor manera de trasladarse? ¿Cómo es que no se le había ocurrido hacer el viaje antes? Quizás estuvo a punto de hundirse en la desesperación al llegar a Belén y no encontrar un lugar para hospedarse.
Es muy posible que en algún momento José y María temieran fracasar en la misión trascendental para la que habían sido elegidos: la de traer al mundo, que tan perdido y oscuro estaba, al portador del amor y la luz de Dios. Con todo, piensa en la alegría que los debió de embargar cuando tomaron en brazos a su recién nacido y se toparon con Su hermosa mirada de amor y que su bebito resplandecía con el amor de Dios como ningún otro.
Por otra parte, la noche en que nació Jesús señaló el principio de una vida de tribulaciones, peligros, penas y dolores para Él y Su familia. Todo eso condujo a una gloriosa victoria, la resurrección de Jesús; pero no fue una victoria fácil.
Mucho dependía de José y María, quienes aparte del llamamiento particular que habían recibido para constituirse en los padres terrenales de Jesús eran personas comunes y corrientes, como nosotros. Por momentos debió de ser durísimo para ellos. Desde ese prisma, nuestras desgracias y dificultades se ven bastante manejables, por mucho que las sobredimensione y que a veces me parezcan abrumadoras.
Es normal descorazonarse o perder la esperanza cuando las circunstancias nos agobian y enfrentamos tiempos difíciles en el mundo. Este último año hemos enfrentado muchos desafíos, y seguimos haciéndolo. Sin embargo, incluso en estas circunstancias podemos poner nuestra esperanza en el «Dios de la esperanza» que ha prometido llenarnos de Su paz y alegría[5], sabiendo que nada puede separarnos del amor de Dios[6] y nunca estamos solos en las batallas de esta vida
Un día todos celebraremos la victoria juntos: Jesús, María, José, tú, yo y muchos otros. ¿Por qué? Porque Dios nos dio a Su Hijo en Navidad, el mayor regalo. Lily Sridhar
Publicado en Áncora en diciembre de 2020.
[1] Romanos 5:1 (NBLA).
[2] Efesios 6:15.
[3] Colosenses 1:20 (NBLA).
[4] https://www.rzim.org/read/a-slice-of-infinity/the-peace-that-god-brings.
[5] Romanos 15:13.
[6] Romanos 8:38,39.
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