La Pascua de Resurrección
es vida nueva
Recopilación
Todos los discípulos se encontraban sumidos en la más profunda y oscura depresión. Pensaban que les habían arrebatado la luz. Estaban en tinieblas. El gusto se había alejado de su vida. Todo se había vuelto aburrido e inútil. Simón Pedro estaba abatido por el pesimismo y demacrado por el remordimiento. […] Muy de mañana, María Magdalena se dirigió al sepulcro para llevar especias. No amanecía en su espíritu. El camino se humedeció con sus lágrimas. […]
Y luego se escuchó un grito: «¡Ha resucitado!» El Señor estaba con vida. ¡El sepulcro estaba vacío! Se había deshecho de la muerte, ¡había resucitado! Piensen en el sonido de la trompeta que se escuchaba a altas horas de la noche. Piensen en esa luz intensa que atravesaba la oscuridad, que alumbra vida tras vida a fin de que de nuevo tengan gran esperanza. […]
Ahora bien, ¿qué encontraron los apóstoles en la resurrección que hizo que de manera constante pusieran énfasis en su importancia? ¿Cuál fue su significado práctico? ¿Qué significaba? En primer lugar, significaba esto, que quedó claramente de manifiesto que Jesús de Nazaret era el Hijo de Dios. Antes de aquella estupenda mañana, los discípulos habían sido víctimas de la incertidumbre, su estado de ánimo se había empañado por la duda y el temor.
Sin embargo, con la resurrección termina la incertidumbre. No solo pasa la oscuridad inmediata, sino que también se levanta la neblina de problemas, y el Maestro aparece, se manifiesta claramente como el Hijo de Dios. «¡Levántate, resplandece, porque ha venido tu luz y la gloria del Señor ha nacido sobre ti!» […]
Con el poder de la resurrección, los apóstoles vieron una gran reserva de energía espiritual para la aceleración y emancipación de la carrera. Ese fue su razonamiento y su fe […] que en Cristo nosotros también podemos resucitar e iniciar una vida nueva a fin de que —al igual que cuando Él salió de ese sepulcro— también nosotros podamos salir de la tumba y del cementerio de nuestro pasado corrupto, y tengamos vigor y dulzura al vivir para Dios. Dr. J. H. Jowett[1]
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Si buscan el rostro de Jesús, no en un sepulcro vacío, sino en el poder viviente de Su presencia. […] entonces de verdad se les llenará el corazón de la alegría de la Pascua de Resurrección, y esa alegría se derramará en su hogar. Y no permitan que esa alegría se acabe al terminar los himnos, las oraciones y las comuniones en la casa de Dios. Lleven a su casa la alegría de la Pascua de Resurrección, y que ese hogar brille con amor más generoso, más servicio cordial; llévenla a su trabajo, y hagan todo en el nombre del Señor Jesús; llévenla a su corazón y que ese corazón se eleve de nuevo con las alas de la Pascua de Resurrección a una vida más alta, más alegre, más plena; llévenla junto a la tumba y digan estas dos palabras: «¡Jesús vive!» Y hallen en ellas el secreto de una esperanza tranquila, la de la reunión eterna. John Ellerton
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¿Cuál es el mensaje que nos da en esta primavera? «Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Porque habéis muerto y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios»[2]. No solo se han levantado con Cristo, sino que han resucitado. No se trata de elevarse un poco por encima de la antigua vida, sino de resucitar. A. B. Simpson
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«Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva»[3].
¿Qué significa «vida nueva»? Esto: Cuando nacemos de nuevo y creemos en el Señor Jesucristo […] recibimos una vida que antes no teníamos. Empezamos a sentir, a pensar y actuar como nunca antes. La nueva vida es algo ajeno a nuestra naturaleza pecaminosa. […] La mentalidad pecaminosa no sabe nada de lo espiritual. El hombre que no ha nacido de nuevo no puede entender lo que significa el nuevo nacimiento. […] En tu renacimiento recibiste una luz que jamás había brillado en tu pecho, una vida que no vino de los hombres, ni por los hombres. […] Las semillas de la vida eterna no están enterradas en el muladar de la naturaleza pecaminosa. La vida eterna es el regalo de Dios.
Esta vida es nueva en sus principios. La vida antigua, en su mejor momento, solo decía: «Debo hacerlo bien para ganar una recompensa». Ganar un sueldo es el principio de la vida antigua, legalista, al intentar ser obediente. Ahora lo que te mueve es la gratitud, y no un móvil mercenario. […] Ahora bien, no trabajas como un sirviente que recibe un salario, sino como un hijo amoroso. La gracia reina. El amor de Cristo te apremia. Es tu alegría obedecer por amor, y no por temor servil.
En esta vida prevalecen nuevas motivaciones. Ahora vives para complacer a Dios; antes vivías para complacerte a ti mismo o a tu prójimo. Vivías para lo que podías conseguir para ti, para los placeres pasajeros de una vida fugaz; pero ahora te has lanzado a las aguas eternas. En la eternidad están tus tesoros. La eternidad provoca tus esfuerzos; la eternidad eleva tus deseos. Vives como si vieras al invisible, y tu conducta está controlada, no por el juicio falible de los hombres, sino por el gobierno de Dios, que examina el corazón.
Tu nueva vida tiene nuevos objetivos. Sí, aspiras a más; aspiras a lo más alto de todo; pues vives para la gloria de Dios, y procuras que: «alumbre [tu] luz delante de los hombres, para que vean [tus] buenas obras y glorifiquen a [tu] Padre que está en los cielos». La voluntad de Dios ahora se ha convertido en tu ley. Solo eres feliz a medida que cumplas Sus propósitos, honres Su nombre y extiendas Su reino. […]
Dios nos ha hecho ricos en fe, y nos ha dado mayores riquezas que las de todos los tesoros de Egipto. Cuando el Señor alce sobre nosotros la luz de Su rostro, ya no rogaremos que nos dé grano, vino y aceite. Aunque mueran los rebaños y se pierdan las cosechas, nuestro pan nos será dado, y nuestras aguas serán seguras. En vez de gemir y expresar que vivir no vale la pena, bendecimos a Dios por nuestro ser, porque nuestro bienestar está en Cristo. […]
Ahora somos criaturas felices. En otro tiempo estuvimos bastante compungidos, salvo cuando estábamos embriagados y con alborozo delirante; pero ahora tenemos paz como un río y una alegría secreta que nadie puede quitarnos. Bebemos de un pozo que nunca se secará; tenemos un pan que el mundo no conoce. Nuestra comunión de verdad es con el Padre; y esto, aun para nosotros mismos, es una alegría tan grande que se desborda. Cuando estamos más cerca a Dios e inmersos en Él, no podemos comprender nuestro propio deleite. Charles Spurgeon[4]
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¡El milagro de la Pascua es que así como Jesús no se quedó en el sepulcro, nosotros tampoco tendremos que morir para siempre! Tampoco tenemos que pagar en el infierno nuestros pecados ni padecer la eterna separación de Dios. ¡Jesús pagó por nosotros, y resucitó después a una nueva vida! Podemos tener esa nueva vida en nuestro interior, brindándonos esperanza y paz conforme Él nos llena de amor. ¡Resucitó! Y nosotros también hemos nacido de nuevo. ¡Aleluya! David Brandt Berg
Publicado en Áncora en marzo de 2015.
[1] The School of Calvary (James Clarke and Company, 1911).
[2] Colosenses 3:1, 3.
[3] Romanos 6:4.
[4] Texto adaptado de http://www.spurgeon.org/sermons/2197.htm.
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