La parábola del trigo y la cizaña
Peter Amsterdam
[The Parable of the Wheat and the Weeds]
La parábola del trigo y la cizaña figura únicamente en el Evangelio de Mateo y presenta algunas semejanzas con la del crecimiento de la semilla en Marcos 4:26–29, en cuanto a vocabulario e ideas expresadas; por otra parte, también hay algunas diferencias significativas. El capítulo 13 de Mateo contiene ocho parábolas, y dentro de esa sucesión la del trigo y la cizaña está justo a continuación de otra parábola relacionada con la siembra: la del sembrador.
Echemos un vistazo a la parábola:
Les refirió otra parábola, diciendo: «El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. Fueron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo, pues, tiene cizaña?” Él les dijo: “Un enemigo ha hecho esto”. Y los siervos le dijeron: “¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?” Él les dijo: “No, no sea que al arrancar la cizaña arranquéis también con ella el trigo. Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega, y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: ‘Recoged primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero’”» (Mateo 13:24–30).
A diferencia del agricultor de la parábola del sembrador, que sembraba él mismo las semillas, el hombre de esta parábola goza de una buena posición económica, es un propietario que tiene peones para realizar esas tareas. En la parábola, después que ellos siembran la buena semilla de trigo, viene por la noche un enemigo y siembra cizaña en el mismo campo.
En la Antigüedad, cuando existían rivalidades entre agricultores, estos a veces sembraban semillas dañinas en el campo de su adversario. La cizaña (maleza en algunas traducciones) a la que se alude aquí era probablemente espantapájaros, una mala hierba tóxica similar al trigo y que abunda en Siria y Palestina. En las primeras fases de desarrollo, el espantapájaros se parece al trigo, aunque posteriormente es fácil distinguir uno de otro, ya que el espantapájaros produce una espiga más pequeña.
Nadie se da cuenta de que el enemigo del hombre ha sembrado espantapájaros hasta meses después, «cuando brotó la hierba y dio fruto». En ese momento «apareció también la cizaña». Hasta entonces no era evidente que el trigo y la cizaña estaban creciendo juntos.
El dueño del terreno entiende que su enemigo ha sembrado la cizaña. Sabe también que sería inútil arrancar el espantapájaros. A esas alturas, todo esfuerzo por meterse en el campo y arrancar las plantas de espantapájaros dañaría también las de trigo, dado que sus raíces deben de estar estrechamente entrelazadas. Decide más bien que, cuando llegue el tiempo de la siega, los segadores harán dos veces la fatigosa labor de segar, primero para recoger el espantapájaros, luego el trigo. El espantapájaros lo atarán en manojos para quemarlo, probablemente como combustible. El trigo se recogerá y guardará en graneros.
Jesús no le da ninguna explicación a la muchedumbre sobre la parábola, pero sí se la explica más tarde a Sus discípulos.
Entonces, después de despedir a la gente, entró Jesús en la casa. Se le acercaron Sus discípulos y le dijeron: «Explícanos la parábola de la cizaña del campo». Respondiendo Él, les dijo: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre. El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino, y la cizaña son los hijos del malo. El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. De manera que, así como se arranca la cizaña y se quema en el fuego, así será en el fin de este mundo. Enviará el Hijo del hombre a Sus ángeles, y recogerán de Su Reino a todos los que sirven de tropiezo y a los que hacen maldad, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga» (Mateo 13:36–43).
El campo es el mundo, en el que el Hijo del Hombre, Jesús, siembra a «los hijos del reino». Por otra parte, el Diablo ha sembrado también en el campo a «los hijos del malo». En este contexto, la expresión «hijos de…» es de uso frecuente en hebreo y en arameo, y significa «los que pertenecen a».
Los hijos del reino han sido sembrados por el sembrador (Jesús), se menciona que Dios es «su Padre», son llamados «justos» y dice que «resplandecerán como el sol en el reino de su Padre». En cambio, los hijos del malo han sido sembrados por el enemigo (el Diablo), dice que «hacen maldad» —o en otras versiones, que son «perversos»— y explica que su destino será ser echados «en el horno de fuego», donde será «el lloro y el crujir de dientes».
Según lo que enseñaba Jesús en esta parábola, el bien y el mal iban a seguir lado a lado en el mundo y el mal no iba a ser extirpado de la humanidad hasta «el fin del mundo», hasta el día del juicio. Aunque el trigo y el espantapájaros crezcan juntos por un tiempo, llegará el momento en que se haga una separación, y correrán una suerte bien distinta. La cizaña que crece juntamente con el trigo se recogerá, atará y quemará.
En cambio, la descripción del destino del trigo que se recoge en el granero del propietario es una imagen de gloria. El lenguaje empleado evoca el de Daniel 12:3: «Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas, a perpetua eternidad».
Esta parábola enseña que los hijos del reino y los del mal coexisten en este mundo y seguirán haciéndolo hasta el día del juicio. Si bien el reino ha llegado al mundo por medio del ministerio de Jesús, no lo ha hecho plenamente. El bien y el mal cohabitan en el mundo, aunque en el futuro el mal será echado, y entonces sí que el reino de Dios estará totalmente presente.
La parábola de la red, que Mateo incluye apenas unos versículos más adelante, da un mensaje similar.
El reino de los cielos es semejante a una red que, echada al mar, recoge toda clase de peces. Cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan y recogen lo bueno en cestas y echan fuera lo malo. Así será al fin del mundo: saldrán los ángeles y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes (Mateo 13:47–50).
Aunque la parábola del trigo y la cizaña habla de que los justos resplandecerán como el sol y describe asimismo el destino de los transgresores, esta parábola de la red se centra únicamente en el destino de los malos o impíos. De nuevo se nos dice que los ángeles separarán a los malos y los echarán en un horno ardiente, en el que habrá llanto y rechinar de dientes. En esta parábola, Jesús indica que habrá un proceso de separación y un juicio. En ese momento, cuando llegue el fin del mundo, lo malo será excluido del reino de Dios.
Debo reconocer que no me gusta pensar en el juicio, un tema que está íntimamente entrelazado con todo el resto de la Biblia y que Jesús abordó con frecuencia. Como escribió C. S. Lewis:
No hay doctrina que eliminaría con mayor gusto del cristianismo, si ello estuviera en mi poder. Pero tiene todo el respaldo de la Escritura y, especialmente, de las propias palabras de nuestro Señor; siempre ha sido profesada por la cristiandad, y tiene el respaldo de la razón1.
Tan solo en el Evangelio de Mateo, hay 21 pasajes en los que Jesús habla directamente del juicio o lo da a entender. No es un tema popular, y dentro del cuerpo de Cristo algunos han cometido el error de utilizarlo como táctica de intimidación, tanto en otras épocas como en la actualidad. Pero por mucho que nos desagrade el concepto, se trata innegablemente de un aspecto fundamental del mensaje de Jesús, como elemento de Su predicación sobre el reino.
El juicio futuro es una realidad, y es precisamente la razón por la que Jesús vino a la Tierra y sacrificó Su vida por todos nosotros. Todos los seres humanos merecemos ser castigados a causa de nuestros pecados, los cuales nos separan de Dios. Dios no desea esa separación; pero como Él es completa santidad, en Su presencia no puede haber nada que no sea santo. Por otro lado, Su amor por la humanidad lo llevó a idear una forma de redimirnos y declararnos puros, mediante la muerte de Jesús en la cruz, que tuvo como consecuencia el perdón de nuestros pecados. Debido a eso, somos considerados justos; y en la separación que habrá en el fin del mundo, los que hayan establecido una relación con Dios por medio de Jesús no correrán la misma suerte que los que no lo hayan hecho.
La imagen del horno encendido y del lugar de llanto y rechinar de dientes, que aparece en ambas parábolas, es justamente eso, una imagen y no debe tomarse literalmente. De todos modos, sean cuales sean las circunstancias exactas, el caso es que será un lugar en el que quedarán separados de Dios y de los que lo aman. Si tenemos en cuenta todo lo que Dios es —amor, hermosura, bondad, misericordia, santidad, amabilidad, equidad, justicia, confiabilidad y mucho más—, el solo pensamiento de estar en un lugar en el que los rasgos de Dios estén ausentes es espeluznante.
Esa verdad debería hacernos sentir muy agradecidos por haber tenido la oportunidad de escuchar el evangelio, recibir a Jesús como nuestro Salvador y establecer una relación con Dios. En segundo lugar, debería convencernos de la importancia de dar a conocer el mensaje.
La gente necesita a Dios. Dios no quiere que nadie perezca, sino que desea, tal como escribió el apóstol Pedro, que todos vengan al arrepentimiento (2 Pedro 3:9). «De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3:16). A los que hemos gustado el amor y la misericordia de Dios se nos pide que demos a conocer la noticia de que Él nos ama. Al hacerlo, damos a la gente la oportunidad de unirse a los que pasarán la eternidad en un lugar lleno de todo lo que Dios es. ¡Hagamos, pues, todo lo posible por divulgar el amor y el mensaje de Dios!
Publicado por primera vez en noviembre de 2015. Adaptado y publicado de nuevo en enero de 2025.
1 El problema del dolor.