La Palabra es el factor constante
María Fontaine
La Palabra y nuestra relación con el Señor son los factores inmutables de nuestra vida de cristianos y nuestro servicio al Señor. En nuestra vida todo puede cambiar, nuestras circunstancias, estado de salud, hogar, país de residencia, ministerio, pero Su Palabra nunca deja de guiarnos y de ser una presencia perdurable en nuestras vidas. Es nuestra ancla espiritual, nuestra brújula moral y espiritual, la sangre que nos da vida, nuestro gozo, nuestra paz, nuestra esperanza, nuestra motivación y nuestro consuelo. La Palabra ha sido y sigue siendo la esencia de nuestra naturaleza, de nuestra forma de vida, nuestras creencias, nuestros valores, nuestra misión, nuestra forma de criar a nuestros hijos, nuestra forma de conducirnos, y nos ha sustentado a través de todos los retos que hemos enfrentado a lo largo de los años.
Su vínculo con el Señor es un tesoro invaluable, la perla de mayor precio, algo de inmenso valor. Nadie puede trazar por ustedes el curso de su vida y de su fe, ni decirles con precisión la manera en que el Señor desea que operen y las decisiones de deban tomar en su relación con Él. En el marco del amplio túnel de los principios cristianos, lo que Él quiere es acompañarlos en su vida personal de fe. La forma en que Él les indique que expresen su condición de discípulos puede ser radicalmente distinta a algunos de los medios por los cuales otros se sienten motivados a expresarlo. Deberíamos celebrar esas diferencias y capacitar a otros para que identifiquen su llamamiento y senda personales, y apoyarlos en su travesía.
Aunque cada uno de nosotros tiene que conectarse personalmente con el Señor y buscar Su voluntad para él mismo, la Palabra de Dios sigue siendo el cimiento de nuestra fe. La Palabra de Dios es la esencia de nuestra vida de fe. La Palabra es:
- El secreto para estar lleno de poder, alcanzar victorias y triunfos, y tener productividad, fogosidad, vida, calor, luz y dotes de mando.
- Alimento para el alma y fuerzas para la batalla.
- La verdad más poderosa de la Tierra.
- El Espíritu y la vida del mismísimo Dios (Juan 4:24).
- Es la chispa espiritual de Dios que nos prende fuego con Su vida, Su luz y Su poder.
- Es el principal medio por el que Dios se comunica con nosotros y nos hace saber Su voluntad, y así obtenemos la fe y las fuerzas para continuar sirviéndole en esta vida.
- Es la vida misma de Dios. Es lo que nos da vida, alimento, sustento, fuerzas y salud espirituales.
- La clave de la victoria o de la derrota, la clave del éxito y del fracaso.
- La fe se edifica mediante el estudio fiel de la Palabra de Dios. Se tiene porque se está lleno de la Palabra de Dios.
- Si mantienes una estrecha relación con la Palabra y dejas que de veras te cambie, irás madurando y transformándote en lo que el Señor quiere que seas.
- La única forma posible de hallar verdadera libertad es permanecer en la Palabra de Dios. Su verdad y Su Palabra nos hacen libres.
- La Palabra de Dios es tu fundamento espiritual, tu única tabla de salvación, lo único que te mantendrá en equilibrio y sobre la firme base de la verdad.
- La Palabra, además, es una luz que ahuyenta y deshace las tinieblas del Enemigo. «Lámpara es a mis pies Tu Palabra y lumbrera a mi camino» (Salmo 119:105). Si te llenas la cabeza de la Palabra de Dios, no quedará lugar para las tinieblas.
- Su Palabra es el arma más poderosa que hay.
- [La Palabra puede] transformar corazones y mentes y ganar seguidores para Cristo y Su causa[1].
Repasemos algunos de los versículos de la Biblia sobre los cuales se basa nuestra perspectiva de la función crucial que desempeña la Palabra de Dios:
- No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios[2].
- Si vosotros permaneciereis en Mi Palabra, seréis verdaderamente Mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres[3].
- Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios[4].
- Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza[5].
- En mi corazón he guardado Tus dichos, para no pecar contra Ti[6].
- La exposición de Tus Palabras alumbra; hace entender a los simples[7].
- Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la Palabra de verdad[8].
- El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida[9].
- El cielo y la tierra pasarán, pero Mis palabras no pasarán[10].
- Lámpara es a mis pies Tu Palabra, y lumbrera a mi camino[11].
- Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo[12].
- He aquí Yo derramaré Mi Espíritu sobre vosotros, y os haré saber Mis Palabras[13].
- Para siempre, oh Señor, permanece Tu Palabra en los cielos[14].
La Palabra, tanto la nueva como la antigua, rebosa de hermosas y eternas promesas, profecías y palabras; mucho más de lo que jamás podríamos retener y guardar en el corazón. También contiene mucha instrucción, para que podamos beneficiarnos de las lecciones de fe que otros han aprendido[15]. Hay escritos que describen la historia del pueblo de Dios durante cierto periodo, así como sus experiencias y lecciones de fe. Podemos sacar enseñanzas y principios morales o espirituales de tales escritos, y procurar aplicarlos al contexto en que vivimos en la actualidad.
A lo largo de los años el Señor nos ha enseñado mucho sobre confiar en Él, aun cuando las cosas no resultan muy bien o no se dan de la manera que consideraríamos correcta. Estoy segura de que para los hijos de Israel que abandonaron Egipto con Moisés, la situación no pintaba muy buena cuando les faltaban los elementos más básicos y cuando deambularon por el desierto durante 40 años. La mayoría de ellos perdieron las esperanzas y pecaron a los ojos de Dios al quejarse de lo que les había tocado, por lo que nunca pudieron entrar a la Tierra Prometida, a pesar de haber renunciado a tanto y de soportar tales penurias. No podían ver el maravilloso futuro que Dios había preparado para Su pueblo de fe, el cual con el tiempo los conduciría a la llegada de Jesús.
Cuando uno lee sobre la vida de los grandes misioneros como Adoniram Judson, William Carey, Mary Slessor. David Livingstone, Amy Carmichael, etc., y no la ve a través de los ojos de la fe, se podría llegar a la conclusión de que las cosas no les resultaron muy bien la mayor parte del tiempo. Sufrieron penurias increíbles, perdieron a seres queridos, a menudo les tocaba operar con muy poco dinero o recursos, se enfermaban y en muchos casos sufrían una soledad casi insoportable. Si hubieran elegido otro tipo de vida, no cabe duda de que su vida habría sido mucho más fácil. Podrían haberse quedado en su país, podrían haber disfrutado de la comodidad que tenían sus familiares, podrían haber evitado la pérdida de sus seres queridos si no se hubieran expuesto a enfermedades o penurias físicas.
Estuvieron dispuestos a soportar esas penurias porque eligieron confiar en Dios. Se sostuvieron «como viendo al invisible»[16]. Eso es aguantar mucho, y supongo que si ustedes son como yo a veces se preguntarán si serán capaces de soportar como lo hicieron ellos. Estoy segura de que muchos creyentes de su época que observaron las penurias que soportaron también se preguntaban qué sentido tenía sacrificar todo eso, si realmente valía la pena.
Esos hombres y mujeres de fe a menudo estaban casi solos en el cumplimiento de su labor. Seguían la voz de Dios y Su llamado con muy poco apoyo externo. Todo se reducía al factor Dios, a ver al invisible. Cuánta fe requirieron las palabras de David Livingstone cuando dijo que jamás hizo un sacrificio. Sabemos por la historia que en efecto hizo muchos difíciles y desgarradores sacrificios que debieron ser una muerte en vida. Convertirse en uno de los grandes hombres de Dios le costó todo y supongo que en su vida tuvo muchos interrogantes que nunca fueron respondidos. Aunque ciertas cosas no les queden claras o les parezcan sin sentido, el Señor seguirá siendo su pastor, los guiará a verdes pastos y aguas de reposo que refrescarán su alma y los fortalecerán.
¡Él es la suprema Palabra de Dios! Como dijo Juan: «En el principio era el Verbo [la Palabra], y el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios»[17]. Jesús es la Palabra viviente, por lo pueden pedirle que los guíe y les hable a cada uno en particular. Él es la Palabra viva que siempre se aplica a cada situación y a cada periodo de la historia, desde el principio del mundo hasta el fin del mismo.
Por eso, si les da la impresión de que su fe está en crisis, los aliento a volver al fundamento, Jesús, y que se afirmen sobre la Roca Eterna. Pidan al Señor que les hable y les dé las respuestas que buscan. Permitan que el Espíritu Santo los guíe a toda la verdad e inspire consuelo y paz a su corazón.
La fe sigue obteniéndose al oír la Palabra de Dios, y la exposición de Sus palabras alumbra y hace entender[18]. Estos son principios eternos. Por eso, sigan fortaleciendo y afirmando su fe mediante la lectura de las palabras de Él y al recibir Su inspiración, instrucción y guía para su vida personal y relación con Él.
Artículo publicado por primera vez en noviembre de 2010
y adaptado en enero de 2013.
[1] David Berg, «La Palabra, la Palabra, la Palabra», PCD 8, noviembre de 1988, CM 2484.
[2] Mateo 4:4
[3] Juan 8:31-32.
[4] Romanos 10:17.
[5] Romanos 15:4.
[6] Salmos 119:11.
[7] Salmos 119:130.
[8] 2 Timoteo 2:15.
[9] Juan 6:63.
[10] Mateo 24:35.
[11] Salmos 119:105.
[12] 2 Pedro 1:21.
[13] Proverbios 1:23.
[14] Salmos 119:89.
[15] Romanos 15:4.
[16] Hebreos 11:27.
[17] Juan 1:1
[18] Romanos 10:17; Salmos 119:30
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