La Palabra de Dios: El cimiento de nuestra fe
Tesoros
[The Word of God: The Foundation of Our Faith]
Cuando aceptamos a Jesús en nuestro corazón y vida como Señor y Salvador, comenzamos una nueva vida y una relación personal con Dios. Él se convierte en nuestro mejor amigo, consejero, maestro, guía y pastor. Nuestra fe aumentará y aprenderemos sobre Dios por medio de Su Palabra registrada en la Biblia, que entre otras cosas nos enseña quién es Dios, quiénes somos en relación con Él y Su voluntad para nosotros, que somos creación Suya. Los evangelios en particular revelan Su esencia, autoridad y amor por la humanidad a través de la vida de Jesús.
En la Biblia leemos sobre la importancia de la Palabra de Dios para nuestra vida espiritual. Jesús, citando lo que dijo Moisés en el libro de Deuteronomio, señaló: «No solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mateo 4:4). En su angustia, Job declaró: «He atesorado las palabras de Su boca más que mi comida» (Job 23:12).
El tema del Salmo 19 es la importancia de la Palabra de Dios. «La ley del Señor es perfecta, que restaura el alma; el testimonio del Señor es seguro, que hace sabio al sencillo. Los preceptos del Señor son rectos, que alegran el corazón; el mandamiento del Señor es puro, que alumbra los ojos. […] Los juicios del Señor son verdaderos, todos ellos justos; deseables más que el oro; sí, más que mucho oro fino» (Salmo 19:7–10).
El apóstol Pedro, en una carta a los nuevos conversos, les advirtió: «Deseen como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcan» (1 Pedro 2:2). Así como debemos nutrir el organismo para desarrollarnos bien y sobrevivir, necesitamos alimentar nuestro espíritu con la Palabra de Dios.
Historia de la Biblia
La palabra biblia tiene su origen en el vocablo griego biblía, que significa libros. Sin embargo, es mucho más que un conjunto de libros. Constituye la Palabra de Dios y el fundamento de la fe y la vida cristianas. Nos muestra a Dios, nos revela Su plan para la humanidad y contiene verdades e instrucciones incomparables. Expresa «Sus preciosas y maravillosas promesas», de modo que por ellas podamos «ser partícipes de la naturaleza divina» y que lleguemos a ser más piadosos, más como Jesús (2 Pedro 1:4).
La Biblia contiene 66 libros en dos secciones principales: El Antiguo y el Nuevo Testamento. (Testamento en este caso tiene la acepción de alianza o contrato. Vienen a ser el antiguo y el nuevo acuerdo o compromiso entre Dios y los hombres.) En la antigua alianza, Dios prometió bendecir a los israelitas siempre que estos lo adoraran a Él y solo a Él, y se rigieran por la ley que les comunicó (Deuteronomio 27–28). Jesús anunció a Sus discípulos la nueva alianza durante la Última Cena, en la víspera de Su muerte (1 Corintios 11:23–26). Mientras pasaba la copa de vino de la que iban a beber todos, les señaló que aquel vino simbolizaba «el nuevo pacto en Mi sangre que por ustedes se derrama» (Lucas 22:20).
Más de 600 años antes del nacimiento de Jesús, el profeta Jeremías previó el día en que Dios establecería una nueva alianza con Su pueblo. Dijo que con ese nuevo pacto Él escribiría Sus leyes en el corazón de la gente en vez de esculpirlas en tablas de piedra (Jeremías 31:31–34). Jesús explicó que el nuevo pacto sería el cumplimiento de lo prometido por Dios en la primera alianza (Mateo 5:17).
El Nuevo Testamento contiene cinco libros narrativos: los cuatro Evangelios y los Hechos de los Apóstoles. Los Evangelios cuentan el ministerio, la muerte y la resurrección de Jesús. El libro de los Hechos —que lo escribió Lucas— documenta los principales acontecimientos relacionados con la iglesia primitiva en los treinta años posteriores a la muerte de Jesús. Constituye un epílogo o continuación del evangelio de Lucas. Luego de la narrativa histórica aparecen veintiuna cartas o epístolas. La autoría de trece de ellas claramente corresponde al apóstol Pablo, mientras que las ocho restantes son obra de otros apóstoles o de personas estrechamente vinculadas a ellos. En el último libro del Nuevo Testamento, el Apocalipsis, el apóstol Juan narra una serie de visiones proféticas acerca del Tiempo del Fin y del retorno triunfal de Cristo.
La primera alusión bíblica a consignar palabras por escrito es cuando Dios instruye a Moisés: «Escribe esto en un libro como recordatorio» (Éxodo 17:14). Aunque no se ha descubierto un manuscrito original de ningún libro de la Biblia, sí se han encontrado numerosas copias antiguas, como por ejemplo los rollos del Antiguo Testamento encontrados en el Mar Muerto (datados en el segundo siglo antes de Cristo) y el Códice Sinaítico (datado en el cuarto siglo después de Cristo) del Nuevo Testamento, y copias múltiples de un mismo pasaje.
Todos los libros del Nuevo Testamento se escribieron durante una generación, a partir de la vida y muerte de Jesús de Nazaret. […] Hasta la fecha, tenemos más de 5800 manuscritos griegos del Nuevo Testamento, con una asombrosa cantidad de 2,6 millones de páginas de textos bíblicos. Aunque algunos de esos manuscritos son pequeños y fragmentarios, el tamaño promedio de un manuscrito del Nuevo Testamento es de 450 páginas. Si a eso agregamos los manuscritos antiguos en latín, copto, siríaco, armenio, etc., que se cuentan por decenas de miles, vemos que hay una abundancia de manuscritos del Nuevo Testamento. Ningún otro texto antiguo puede compararse con el Nuevo Testamento en lo referente a la gran cantidad de manuscritos; tampoco cuando consideramos que los manuscritos más antiguos se aproximan mucho a los originales. Bible Archaeology Report1
La Palabra de Dios es verdad
La Biblia nos enseña que la Palabra de Dios es verdad. «La suma de Tu palabra es verdad; eternos son todos Tus justos juicios» (Salmo 119:160). «Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia» (2 Timoteo 3:16).
Jesús encarnó la Palabra; leemos «la Palabra se encarnó y habitó entre nosotros; y vimos Su gloria, la que le corresponde como Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad» (Juan 1:14). Jesús es «el camino, la verdad y la vida» (Juan 14:6), y enseñó: «Si ustedes permanecen en Mi palabra […] conocerán la verdad, y la verdad los hará libres» (Juan 8:31,32).
Estudiar y aprender los preceptos de la Biblia proporciona una vara con la cual podemos medir todas las cosas; y también nos da los principios por los que podemos guiarnos al tomar decisiones. El Espíritu de Dios manifestado en Su Palabra nos prepara para discernir qué es verdadero y qué es falso, y para discernir la voluntad de Dios. Para beneficiarnos de la Palabra, aprender y crecer espiritualmente, es provechoso que nos detengamos a reflexionar sobre lo que leemos y lo apliquemos a nuestras circunstancias. El apóstol Pablo escribió: «Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad» (2 Timoteo 2:15). O como dice la Nueva Versión Internacional, «esfuérzate por presentarte a Dios aprobado». Requiere esfuerzo y estudio.
Podemos pedir al Señor que nos ayude a ser como los cristianos de la iglesia primitiva de Berea, a quienes el apóstol Pablo elogió porque «estuvieron muy dispuestos a recibir el mensaje y todos los días examinaban las Escrituras para ver si era verdad lo que se les anunciaba» (Hechos 17:11). A medida que estudiemos las Escrituras, aumentará nuestra fe, pues «la fe proviene del oír, y el oír proviene de la palabra de Dios» (Romanos 10:17).
La Biblia está repleta de relatos verdaderos sobre personas comunes y corrientes a las que su fe y amor a Dios les dieron los medios para sobreponerse a enormes obstáculos y desafíos, y se mantuvieron fieles a su fe. Su fe los hizo grandes a los ojos de Dios y Él los elogió. (V. Hebreos 11.) Hay mucho que podemos aprender del ejemplo de ellos y también obtener gran fortaleza.
Hay además innumerables testimonios en la Biblia del amor y el desvelo de Dios por Sus hijos, de cómo nos protege y provee para todas nuestras necesidades. Por contrapartida, hay también ejemplos de lo que no se debe hacer y de las consecuencias de infringir Sus principios espirituales. Todo ello tiene por fin edificar nuestra fe. «Estas cosas les sucedieron como ejemplo, y fueron escritas como enseñanza para nosotros» (1 Corintios 10:11), y «todo lo que fue escrito en tiempos pasados, para nuestra enseñanza se escribió, a fin de que por medio de la paciencia y del consuelo de las Escrituras tengamos esperanza» (Romanos 15:4).
¿Por dónde comenzar?
Por lo general, no se recomienda a los nuevos cristianos que comiencen a leer la Biblia desde el principio en el Antiguo Testamento. Lo mejor es empezar a leer los primeros cuatro libros del Nuevo Testamento —los Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan—, crónicas de la vida, enseñanzas y ministerio de Cristo. Con frecuencia se recomienda leer primero el Evangelio según San Juan, dado que es el que contiene la mayor cantidad de palabras de Jesús.
El libro de los Hechos de los Apóstoles es también importante, porque además de narrar los principales acontecimientos en los que participaron los primeros cristianos, sirve de modelo para la evangelización y la comunidad cristiana. El resto del Nuevo Testamento contiene las epístolas —y el Apocalipsis—. La mayoría de las epístolas las escribió el apóstol Pablo; se enviaron a las comunidades de los primeros seguidores de Jesús y se difundieron por el Imperio romano. Las epístolas enseñaron a los creyentes a vivir las enseñanzas de Jesús en comunidad con otros cristianos.
Del Antiguo Testamento, el libro de los Salmos ha sido durante miles de años fuente de ánimo y consuelo para millones de personas. El libro de los Salmos se centra en la adoración y anima a los lectores a alabar a Dios por quien es Él y lo que ha hecho. Los Salmos dan testimonio de la fidelidad de Dios en tiempos de angustia y nos recuerda la importancia de Su Palabra. Presentan una imagen clara de Dios, que guía a Su pueblo amorosamente. Y también la adecuada respuesta de adoración y devoción.
Comentarios sobre la Biblia y publicaciones cristianas
Un buen maestro facilita mucho el aprendizaje. Podemos beneficiarnos de lo que por medio del estudio aprendieron los maestros cristianos, autores y teólogos. Las biblias de estudio contienen comentarios y explicaciones del significado de versículos y pasajes de la Biblia; además, señalan otros pasajes de las Escrituras para contextualizar, lo que puede ser muy útil para entender el sentido y la intención de un versículo y el contexto en el que se dio.
Las publicaciones cristianas también proveen lecturas que edifican la fe para enseñar la Biblia, aprender a vivir nuestra fe y divulgar el evangelio. También ayudan a responder a los desafíos de la fe cristiana y ofrecen testimonios de conversión al cristianismo, escritos devocionales y biografías de cristianos consagrados. Nunca antes ha habido tal cantidad de recursos para que los cristianos crezcan en la fe y en su relación con el Señor, y en tantos idiomas; además, muchos de ellos están disponibles gratuitamente en Internet. Claro, es importante evaluar todos los escritos cristianos basándonos en los criterios de la Biblia, en sus enseñanzas y principios. La Biblia es el fundamento y norma de la doctrina cristiana.
Permanecer en la Palabra de Dios
Permanecer en la Palabra de Dios y modelar nuestra vida según sus preceptos es el secreto para la alegría duradera y la paz. Jesús dijo: «Si guardan Mis mandamientos, permanecerán en Mi amor, así como Yo he guardado los mandamientos de Mi Padre y permanezco en Su amor. Estas cosas les he hablado, para que Mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea perfecto» (Juan 15:9–11).
Al estudiar la Palabra de Dios, aprendemos sobre Sus amorosos caminos y cuáles deberían ser nuestras cuestiones prioritarias y nuestras interacciones con otras personas. Cuando le preguntaron a Jesús cuáles son los mandamientos más importantes en las Escrituras, Jesús enseñó que no hay mayor mandamiento que amar al Señor nuestro Dios con todo el corazón, el alma, la mente y las fuerzas, y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos (Marcos 12:30,31).
Cuando entendemos las profundidades del amor de Dios por nosotros, manifestado al darnos a Su único Hijo para nuestra salvación (Juan 3:16), eso nos ayuda a tener fe en que sean cuales sean nuestras circunstancias, Él cuidará de nosotros. Cuando surjan decepciones, obstáculos y reveses, dedicar tiempo a leer la Palabra de Dios contribuye a poner las cosas en perspectiva. «Mucha paz tienen los que aman Tu [Palabra], y nada los hace tropezar» (Salmo 119:165).
Las promesas de Dios
En la Biblia hay numerosas promesas que Dios ha hecho a Su pueblo y que podemos aplicar a nuestra vida. Algunas son universales, por ejemplo: «Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo» (Romanos 10:13). Otras en un principio estaban dirigidas a ciertas personas o grupos, como: «Si me piden algo en Mi nombre, Yo lo haré» (Juan 14:14), promesa que originalmente hizo Jesús a Sus doce discípulos.
Sin embargo, Dios no hizo muchas de esas promesas que se encuentran en la Biblia exclusivamente para sus primeros destinatarios. Son para todos Sus hijos: los que han aceptado a Jesús como su Señor y Salvador, que creen en Dios y en Su Palabra. A medida que aumente tu entendimiento de la Palabra de Dios, aprenderás a reconocer Sus promesas y a invocarlas como una declaración positiva de tu fe y conocimiento de la Palabra.
La Biblia es la voluntad de Dios revelada, así que cuando enfrentes una decisión vital, comienza con el estudio de lo que Él ha dicho en Su Palabra y basa tu decisión en los principios de Su Palabra. Permite que la Palabra de Dios te transforme. «Transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto» (Romanos 12:2).
Dios tiene planes y un propósito para nuestra vida, incluso cuando el futuro no sea claro para nosotros o no comprendamos totalmente por qué ocurrieron determinados acontecimientos en nuestro pasado (Jeremías 29:11). A medida que consultamos con Él y dejamos que Él nos oriente y nos aconseje, podemos confiar en que «Dios hace que todas las cosas cooperen para el bien de quienes lo aman y son llamados según el propósito que Él tiene para ellos» (Romanos 8:28).
Poner en práctica la Palabra de Dios
Los cristianos somos llamados no solo a estudiar, aprender y crecer en la Palabra de Dios, sino a ponerla en práctica en nuestra vida. En la epístola de Santiago, leemos: «No solo escuchen la palabra de Dios; tienen que ponerla en práctica. De lo contrario, solamente se engañan a sí mismos. Pues, si escuchas la palabra pero no la obedeces, sería como ver tu cara en un espejo; te ves a ti mismo, luego te alejas y te olvidas cómo eres. Pero si miras atentamente en la ley perfecta que te hace libre y la pones en práctica y no olvidas lo que escuchaste, entonces Dios te bendecirá por tu obediencia» (Santiago 1:22–25).
A fin de desarrollarnos como cristianos, necesitamos poner en práctica lo que leemos en la Palabra: tomar al pie de la letra lo que Dios dice y hacer lo que Él nos enseña. «Si saben esto, serán felices si lo practican» (Juan 13:17).
Cuando leemos que Jesús demostraba amor y consideración a todas las personas, podemos pedirle que nos ayude a seguir Su ejemplo, y Él lo hará. Podemos activamente tender la mano a los que se cruzan en nuestro camino para dar a conocer las buenas nuevas del evangelio y ser un ejemplo viviente del amor de Dios para cada persona.
Cuando Jesús sirvió con gran humildad a los que Él dirigía al reino de los cielos, dijo: «Les he dado ejemplo, para que como Yo les he hecho, también ustedes lo hagan» (Juan 13:15). Cuando nos esforzamos por modelar nuestra vida según Su ejemplo, entendemos a partir de Sus enseñanzas que Él nos ha llamado a servir a otros con amor. «Cualquiera de ustedes que desee llegar a ser grande será su servidor. […] Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir» (Marcos 10:43–45).
Cuando leemos «todo lo que pidamos lo recibimos de Él, porque guardamos Sus mandamientos y hacemos las cosas que son agradables delante de Él» (1 Juan 3:22), nos esforzamos por seguir, obedecer y complacer al Señor.
Cuando leemos que es más bienaventurado dar que recibir (Hechos 20:35), damos de nosotros mismos, nuestro tiempo y nuestros bienes materiales y dinero para ayudar a los que lo necesitan. Confiamos en que Dios nos bendecirá y nos lo devolverá en buena medida (Lucas 6:38) y proveerá todo lo que necesitamos según Sus riquezas en gloria (Filipenses 4:19).
Cuando Jesús dijo: «Como el Padre me ha enviado, así también Yo los envío» (Juan 20:21), entendemos que el Señor encomendó a cada uno de nosotros que fuéramos Sus mensajeros, y que comunicáramos las buenas nuevas de la salvación por medio de Jesús.
Que seamos fieles al estudiar la Palabra de Dios, que aprendamos y crezcamos en la fe, y que modelemos nuestra vida según las enseñanzas de Su Palabra.
La Biblia expresa el pensamiento de Dios, revela la naturaleza humana, señala el camino de la salvación. Sus doctrinas son sagradas; sus preceptos, vinculantes; sus historias, verdaderas; sus decisiones, inmutables. Léela para obtener sabiduría, créela para obrar con prudencia, practícala para santificarte. Alumbrará tu camino y te guiará; será para ti sustento y alimento; te consolará y te reanimará. Constituye el mapa del viajero, el bastón del peregrino, la brújula del piloto, la espada del soldado y la integridad moral del cristiano. Cristo es su gran tema, nuestro bien es su diseño y la gloria de Dios su fin. Sigue sus preceptos y te guiarán al Calvario, al sepulcro vacío, a una vida resucitada en Cristo; sí, a la misma gloria, por la eternidad. Anónimo
Publicado en Áncora en octubre de 2025.
1 Bryan Windle, The Earliest New Testament Manuscripts, Bible Archaeology Report, 15 de febrero de 2019, https://biblearchaeologyreport.com/2019/02/15/the-earliest-new-testament-manuscripts/