La Navidad: Es cuestión de amar
María Fontaine
Estoy muy entusiasmada con la Navidad que nos espera, porque creo que el Señor hará cosas maravillosas, y que obrará de maneras nuevas a través de cada uno de nosotros. En la medida en que contemos con Dios y sigamos al Señor adonde sea que nos conduzca experimentaremos unos resultados. La Navidad nos da una oportunidad de infundir más energía y poder a la misión, a medida que estamos atentos para encontrar a quienes tienen hambre espiritual, a las puertas que se nos puedan abrir, o a nuevas amistades y conexiones que se nos puedan presentar, así como a posibles miembros y sustentadores con los que podamos ponernos en contacto, a milagros y más.
Como bien saben, la Navidad es una época muy singular y entrañable del año. Nos permite dar un testimonio claro y profundo de Jesús y Su amor en muchos países que profesan otras religiones y llegar a personas que el resto del año pueden no ser tan receptivas. Es un momento ideal para transmitir muchísimo el mensaje del Señor, salvar almas e ir al encuentro de la gente. Ofrece una oportunidad perfecta para organizar actuaciones, cenas benéficas y muchas otras actividades muy visibles. En Navidad se abren de par en par puertas que durante el año están cerradas a cal y canto, si estamos dispuestos a pasar por esas puertas cuando el Señor las abre.
Mi oración de Navidad es que en medio del ajetreo de la vida y a pesar de que surgen cantidad de urgencias y prioridades, no perdamos de vista la importancia del amor en las decisiones que tomamos a diario y en las cuestiones que tienen prioridad. A veces se nos olvida que nuestros logros no son nada sin amor. «Y si tuviera profecía, y entendiera todos los misterios y todo conocimiento, y si tuviera toda la fe, de tal manera que trasladara los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiera todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregara mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve»[1]. Si no amamos, ni nuestros sacrificios, ni nuestro trabajo tendrán mucho valor ni llevarán el fruto deseado.
El Señor dijo en profecía: «Deben tener siempre muy presente que el amor sigue siendo lo más importante. Nunca perderá importancia. Es uno de esos principios espirituales que no cambian con el paso del tiempo. Mi amor es lo que el mundo necesita y lo que resolverá sus problemas, y al entregarlo a los demás, ustedes son representantes de ese amor. Pero es fácil meterse tanto en el trabajo —con el afán de alcanzar metas relacionadas con un ministerio o carrera—, que se olvida la razón de todo, que es el amor».
Y en otro mensaje, dijo: «Lo que hacen por amor se multiplica para siempre. Lo que dan en la Tierra por amor se engrandece en la eternidad. Sigan dando lo que tengan, amando y sirviendo con amor, y a la larga saldrán ganando con creces».
Aprender a ocuparse de los demás es todo un arte, y un arte en el que siempre hay espacio por recorrer. Es cierto que todos estamos ocupados. Pero si nos esmeramos en cuanto a cuidar de otros, podríamos fortalecernos y renovarnos. Por ejemplo, aprender a manifestar amor de las maneras en que los demás lo aprecian y necesitan; a cuidarlos cuando se enferman o padecen dolencias físicas, a animarlos cuando están deprimidos, a ayudarlos cuando pasan por una época de mucho trabajo, a brindarles nuestra amistad cuando se sientan solos o ayudarlos cuando enfrentan una tentación o debilidad; aprender a cuidar de otros espiritualmente, con una fe y esperanza que haga aflorar lo mejor del otro, y vea más allá de sus faltas. Toma tiempo aprender a hacer eso para otros, pero es parte de conquistar el mundo.
Una de las maravillas del amor es que es adaptable. Se ajusta a la necesidad. Para algunos, puede significar que no hagan ruido y respeten la necesidad de silencio que tiene alguien. Para otros, que sean más extrovertidos y conversen con ellos. En el amor no hay una fórmula que se aplique a todos por igual, de manera que parte del trabajo de amar consiste en averiguar la necesidad y cómo satisfacerla.
Es motivador pensar en lo que podría hacer un compromiso de amor así, la diferencia que hará para cada uno, porque se beneficiará al canalizar el amor del Señor. Se fortalecerá espiritualmente. Se llenará de formas novedosas. Atraerá las bendiciones del Señor, junto con milagros de provisión. Que la alegría de la Navidad los acompañe hoy y siempre.
*
La Navidad no es solo un día a finales de año,
es más que una ocasión de dicha y desenfado.
Es la pauta de Dios para enseñarnos a dar
y todo el año actuar con generosidad.
Se levanta el ánimo al llegar esta fecha.
El vínculo con seres queridos se estrecha.
Abriendo el corazón descubrimos el placer
de vivir en el mundo como es nuestro deber.
Pero ya despojado de adornos el pino
no dura el espíritu de Navidad, sino
que se pierde en el ajetreo cotidiano
y en la monotonía del resto del año.
Así marginamos, inadvertidamente,
la mayor bendición que tiene el ser viviente.
Si cada día lo viviéramos como Navidad
y procuráramos manifestar bondad…
Tendríamos el secreto de la existencia,
que no está en recibir, sino en dar con largueza.
Y sabríamos qué es la paz en la tierra,
el fin que el nacimiento del Salvador encierra.
Con las buenas nuevas de la primera Navidad,
Dios nos mostró el camino, la luz y la verdad.
Helen Steiner Rice
Pasajes seleccionados de artículos publicados por primera vez en 2008 y adaptados en diciembre de 2012. Traducción: Patricia Zapata N. y Antonia López.
[1] 1 Corintios 13:2–3.
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