La naturaleza y el poder de Dios
David Brandt Berg
El poder de Dios mueve el universo. Él vive en todas las criaturas porque la vida misma que fluye en su interior proviene de la existencia de Dios. La Biblia asegura: «Hiciste todas ellas con sabiduría; la tierra está llena de Tus beneficios»[1]. También afirma: «Todas las cosas por medio de Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho fue hecho»[2]. «Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas»[3].
Pero el universo también encierra un poder maligno que opera en el plano físico y a quien la Biblia denomina Satanás o el Diablo. Ese poder maligno existe bajo la misma premisa de libertad de elección que Dios concedió a Adán y Eva. La libertad de elegir entre el bien y el mal, de obedecer o desobedecerle, de creer o de dudar Su Palabra.
¿Qué pasaría si Dios impidiera la existencia del Diablo y del mal? El mundo carecería del conocimiento del bien. Si solo conociésemos el bien, si solo conociésemos la luz, ¿cómo sabríamos que es luz? No sabríamos lo que es la oscuridad.
Nosotros nos imaginamos a Dios como una persona, porque la Biblia promueve el concepto de la personificación divina, puesto que no admite una manera más sencilla de presentar a Dios. Pero Dios no tiene cabida en nuestro concepto de humanidad. Dios es Espíritu[4]. Ningún hombre ha visto a Dios[5]. Él habita en cada partícula del universo. Es el poder que rige la órbita de los astros. Es el poder del amor. Con todo, ha personificado Su esencia en Su hijo. Jesús vino a la Tierra en representación de Su Padre y como modelo de la naturaleza divina. Podría decirse que vino a la Tierra para llevar el concepto de Dios a nuestra diminuta capacidad de comprensión, imaginación y entendimiento. En otras palabras, Su intención fue comunicar la esencia de Dios desde la cuarta o quinta dimensión —solo Dios sabe cuántas dimensiones habrá— a la limitada capacidad de raciocinio humano. Para ofrecernos una vislumbre de Su existencia. A Él lo vemos en Su Hijo Jesús.
Hizo que Jesús viniera a este mundo como un hombre muy normal y corriente, nació de una mujer. Su Hijo nació como cualquier otro bebé para que fuera igual de humano que nosotros y pudiera comprender nuestras fragilidades y problemas humanos y alzarse como sumo sacerdote que se compadece de nuestras debilidades[6]. Pero Su cuerpo albergaba la esencia misma de Dios. Era el hijo de Dios. La personificación de Dios en carne y hueso, la representación de un Ser superior. Si bien Dios se comunica en el idioma de la humanidad y comparte numerosas similitudes con el hombre —que fue hecho a Su imagen y semejanza—, no es un anciano de carne y hueso ni un poderoso rey de blancos cabellos. Pero así es como lo han representado muchos artistas.
¿De qué otra manera podría representarse a Dios? ¿Cómo imaginar al Padre de Jesús, sino como un hombre, aunque desde una perspectiva puramente técnica Él no es uno de nosotros? Él es el poder detrás del universo. Es la esencia del amor. Es el mecanismo sobre el que se traza la órbita del universo. No se le puede percibir, sino mediante el efecto de Su vasto poder espiritual, el cual se siente todos los días.
Dios no es un hombre de carne y hueso. Es espíritu. En otras palabras, es la fuente de todo poder, un ente espiritual invisible para el ojo humano. La Biblia anuncia que Dios es Espíritu: «A Dios nadie lo ha visto jamás. Dios es Espíritu.»[7]
Podría decirse que Jesús es una fotografía de Dios. Al menos de Su esencia. Su existencia es un símbolo o representación divina. Muchas veces decimos: De tal palo, tal astilla. Los hijos son un reflejo de sus padres, si bien con características distintas en cuanto a la personalidad. La Biblia, hasta cierto punto, caracteriza a Dios como una persona. De lo contrario no llegaríamos siquiera a concebir Su existencia.
Dios mismo adoptó forma humana y caminó con Adán en el Jardín del Edén, como si fuera un hombre. Y más tarde Abraham le vio como un hombre[8]. En la Biblia se apareció como un hombre, pero ese cuerpo no era más que una personificación de Él. No tenemos otra forma de imaginar a Dios o al Espíritu Santo aparte de esas figuras y esas personificaciones. Como Dios dice que es un Padre, lo representamos como un Padre.
Jesús es una persona y tiene un cuerpo como el nuestro, como el que tendremos cuando tengamos nuestro cuerpo de resurrección. Puede ingerir alimentos y sentir como el común de los mortales. Si bien es el hijo de Dios, posee un cuerpo humano. Dios y el Espíritu Santo pueden adoptar forma física para manifestarse, tal como lo hicieron a veces en la Biblia, figuras para representarlos que vieron los profetas. Daniel vio a Jesús cuando lo llevaron ante el Anciano de días[9]. El Anciano de días debía de parecer un hombre viejo, como un rey sentado en su trono. En esas figuras que vio en sus visiones, vio personificaciones o representaciones.
Dios se ve en la necesidad de presentar esas cosas con términos humanos que la mente humana pueda entender, con conceptos, figuras y representaciones de lo espiritual. Tenemos que representarlos de la misma manera que lo hace el Señor en la Biblia. Se presenta a Sí mismo, en cierto modo, con palabras que sugieren imágenes cuando dice: «Dios hizo esto», e hizo lo otro, y dijo esto, y dijo lo otro, y se apareció a Adán, y caminó con él en el Huerto del Edén, y se apareció ante Abraham, y se apareció a éste y a aquél en alguna clase de representación figurativa. No soy ningún teólogo y solo estoy tratando de simplificar la esencia divina para el bien del conocimiento común. Dios es Espíritu pero a Sí mismo se llama Padre y es como un Padre.
No alcanzamos a comprenderlo todo; muchas cosas escapan a nuestra comprensión. Sus caminos son más altos que nuestros caminos, como son más altos los cielos que la tierra, y por tanto, ¿quién puede entender la mente de Dios, dice la Escritura?[10] Escapa a nuestra comprensión. Gracias a Dios que nosotros sabemos a Quién adoramos: al único Dios verdadero y a Su Hijo Jesucristo, el único Salvador.
*
¿Acaso no lo sabes? ¿Acaso no te has enterado? El Señor es el Dios eterno, creador de los confines de la tierra. No se cansa ni se fatiga, y Su inteligencia es insondable. Isaías 40:28
¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el erudito? ¿Dónde el filósofo de esta época? ¿No ha convertido Dios en locura la sabiduría de este mundo? 1 Corintios 1:20
Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Filipenses 4:7
Publicado por primera vez en octubre de 1984. Texto adaptado y publicado de nuevo en abril de 2014. Traducción: Sam de la Vega y Antonia López.
[1] Salmos 104:24.
[2] Juan 1:3.
[3] Romanos 11:36.
[4] Juan 4:24.
[5] Véase Juan 1:18.
[6] Hebreos 4:15.
[7] Juan 1:18, 4:24.
[8] Génesis 3:8, 17:1, 18:1.
[9] Daniel 7:13.
[10] Isaías 55:8-9, Romanos 11:33-34.
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