La mente de Cristo
Recopilación
«Que el Dios que infunde aliento y perseverancia les conceda vivir juntos en armonía, conforme al ejemplo de Cristo Jesús, para que con un solo corazón y a una sola voz glorifiquen al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo». Romanos 15:5-6[1]
¿Cómo podemos alcanzar, en algún grado, la mente de Cristo? No somos divinos por naturaleza como lo es Él, y estamos en una constante batalla del espíritu contra la carne. Aunque nuestros corazones están dispuestos, la carne nos vence con demasiada frecuencia, y nos encontramos en un perpetuo estado de tratar de llegar más allá de nuestras posibilidades.
Jesús es nuestro ejemplo. Como hombre en este mundo, no profesó ninguna destreza o plan propio, sino que vivió exclusivamente para cumplir la voluntad de Su Padre. Lo hizo con inequívoca obediencia a Su Padre y con una dependencia absoluta de Él. Esta no era, de ningún modo, una dependencia pasiva, sino una en la cual tomó la naturaleza de un siervo y vivió cada día en activa obediencia dentro del contexto de una dependencia absoluta.
Tener la mente de Cristo es ser escéptico de cualquier sentimiento de autosuficiencia y darnos cuenta de que Cristo en nosotros es nuestra fortaleza, sustento, sabiduría y justicia. Jesús murió y resucitó para que, habiendo quitado nuestra culpa, Él pudiera ocupar ese espacio en nuestra vida como Señor para dirigirnos y empoderarnos. Esto significa que Su voluntad se impone a nuestro bienestar y conveniencia en cada aspecto. La obediencia a Él, aunque en ocasiones parezca costosa, siempre producirá la profunda satisfacción que nuestro corazón busca.
La semejanza a Cristo no viene por imitar sino por ramificación, como dice Pablo: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí»[2]. Dios ha puesto de ejemplo en Jesucristo la mente, actitud y disposición que caracteriza la vida cristiana. Si vamos a complacer a Dios y hallar la satisfacción que estamos destinados a tener, entonces debemos adquirir la mente de Cristo. Esto no significa hacer lo correcto todo el tiempo. Adquirir la mente de Cristo es vivir en una amorosa relación de dependencia y obediencia a Él, tal como Él vivió con Su Padre. Brett McBride
Más como Jesús
Ser cristiano significa hacer todo lo posible por emular a Jesús. Huelga decir que nunca seremos perfectos ni estaremos libres de pecado como lo estaba Él: tenemos que lidiar con nuestra naturaleza humana. Sin embargo, como seguidores de Jesús debemos tratar de imitar Su modo de vivir y de relacionarse con los demás.
Emular a Jesús es hacer un esfuerzo por vivir conforme a Sus enseñanzas y ejemplo. Significa aplicar nuestra fe a los sucesos cotidianos de nuestra vida. Es esforzarnos al máximo por alinear nuestros pensamientos, nuestras reacciones y nuestras actitudes con las de Él. Es fijarse en las instrucciones y el ejemplo de Jesús antes de sacar conclusiones o tomar decisiones. Significa suspender nuestras actividades y patrones de pensamiento para entrar en Su Espíritu, de modo que Él nos guíe, viva en nosotros y obre por medio de nosotros. Es seguir las huellas del Maestro, esforzarnos al máximo por ser como Él en todos los aspectos de nuestra vida.
Emular a Jesús es algo más profundo que simplemente imitar Su estilo. Es dejar que Él more en nosotros y morar nosotros en Él. Jesús dijo a Sus seguidores: «Permanezcan en Mí, y Yo permaneceré en ustedes. Yo soy la vid y ustedes son las ramas. El que permanece en Mí, como Yo en él, dará mucho fruto; separados de Mí no pueden ustedes hacer nada»[3]. Ser cristianos productivos significa vivir en Jesús y permitir que Él viva en nosotros.
Para participar de Su naturaleza divina debemos establecer y mantener una estrecha relación con Él, asimilar y aplicar Su Palabra y acudir a Él para pedirle instrucción y orientación. Al hacer eso, nuestros pensamientos y acciones se alinean con los Suyos. El apóstol Pablo habló de tener «la mente de Cristo»[4], que significa pensar, reaccionar y actuar como lo haría Jesús.
Cuanto más vivamos en Él, cuanto más renunciemos a nuestra propia naturaleza y asumamos la Suya, más nuestros haremos Sus pensamientos, Sus actitudes, Sus actos y Sus reacciones. Adoptaremos más características Suyas, más de Su amor, bondad, mansedumbre y todos los demás frutos del Espíritu[5]. Seremos más como Él. Peter Amsterdam
Interacción con Dios
Por medio del Espíritu Santo, Dios nos ha hecho «participantes de la naturaleza divina»[6] para que podamos tener todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad por medio del conocimiento del Señor. Consideremos la mente humana como un ordenador y el Espíritu Santo como una especie de programa antivirus que se puede subir al disco duro humano. Una vez que se ha subido el programa, esa mente puede luego afectar todos los sistemas del ordenador, retirando aplicaciones dañinas y reemplazándolas con aplicaciones buenas y funcionales.
Continuando con la analogía, la mente de Cristo reescribe nuestro disco duro para que seamos capaces de entender o interactuar con Dios mismo. Obtenemos nuevos deseos y cualidades, como humildad[7], compasión[8] y otros frutos divinos[9]. Tenemos un nuevo propósito que está alineado con el Suyo[10] y podemos ver con claridad la realidad que está delante de nosotros, que este mundo es temporal e imperfecto, y que estamos destinados a un mundo eterno[11].
Una vez que somos salvos, el Espíritu Santo va donde el creyente, llenándolo de entendimiento y esperanza de una futura herencia, que es una existencia glorificada[12]. «Por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios»[13].
Por último, tener la mente de Cristo no es algo que esté reservado solo para la gente perfecta. Cualquier creyente tiene acceso a la mente de Cristo por medio de la fe. Sin embargo, todavía tenemos la mente del viejo hombre. Nuestra mente se debe renovar constantemente, alejándonos de la mente de la carne hacia la mente de Cristo[14].
En definitiva, todos los que tienen la mente de Cristo, los que pertenecen a Dios, serán santificados o transformados por el nuevo programa que ha sido instalado por el Espíritu Santo[15]. El proceso se desarrolla a lo largo de la vida y Dios es fiel para llevarla a buen termino[16]. Tomado de Compelling Truth[17]
La mente del servidor
«El que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo», estas son palabras que Jesús dirigió a Sus discípulos[18]. Nuestro Salvador y Señor no solo dijo eso, lo vivió. Lavó los pies de Sus discípulos, incluso los pies del que lo habría de traicionar. Luego les dijo a todos: «Porque ejemplo os he dado, para que como Yo os he hecho, vosotros también hagáis»[19].
La imagen de Jesús a los pies de Sus discípulos establece un poderoso precedente contracultural para nosotros. Nos muestra lo que es la humildad, uno de los sellos distintivos de la vida cristiana. Pero, ¿qué significa la humildad para nosotros mientras vivimos en el aquí y ahora?
En nuestras relaciones con los demás, debemos tener la misma mente de Cristo, quien no vino para ser servido sino para servir. Debemos ejercitar la humildad hacia aquellos que están en nuestras iglesias, pequeños grupos, familias y vecinos. Cuando consideramos a los demás como más importantes que nosotros mismos, y nos servimos unos a otros de esta manera, la iglesia funciona como Dios quiere.
Finalmente, humildad significa entregarle el control a Dios. Vivir como si tuvieras el control engendra ansiedad. Pero al reconocer humildemente que Dios tiene el control y no tú, tendrás paz al andar con Él, sin importar tus circunstancias. ¡Qué liberador!
Cristo es nuestro ejemplo de humildad supremo: «el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres»[20]. El Dios del universo no vino con un cetro sino con una toalla. Lavó los pies polvorientos y callosos de Sus discípulos, uno de ellos Su enemigo. Y si el Rey del cielo puede servirnos de esa manera, nosotros también podemos.
El Espíritu Santo mora en nosotros, obrando humildad en nuestro corazón para que podamos vivir como Jesús. Con Su ayuda, podemos practicar la humildad. Podemos ser realistas en cuanto a nuestras debilidades, vulnerabilidades e impedimentos. Al mismo tiempo, podemos ser realistas acerca de la grandeza de nuestro Dios. Si lo seguimos, Él promete que «recibiremos una corona incorruptible de gloria»[21]. Los tesoros terrenales de esta vida ciertamente perecerán, pero la recompensa que Jesús tiene para Sus humildes y fieles siervos no perecerán jamás. Tomado de Leading the Way[22]
Publicado en Áncora en mayo de 2022.
[1] NVI.
[2] Gálatas 2:20.
[3] Juan 15:4–5 (NVI).
[4] 1 Corintios 2:16.
[5] Gálatas 5:22–23.
[6] 2 Pedro 1:4.
[7] Filipenses 2:5–8.
[8] Mateo 9:36.
[9] Gálatas 5:22–23.
[10] Lucas 19:10.
[11] 1 Juan 2:15–17.
[12] Colosenses 1:27.
[13] Romanos 5:2.
[14] Romanos 12:2.
[15] Hebreos 10:10, 14.
[16] Filipenses 1:6.
[17] https://www.compellingtruth.org/mind-of-Christ.html.
[18] V. Mateo 20:26–27.
[19] Juan 13:15.
[20] Filipenses 2:6–7.
[21] 1 Pedro 5:4.
[22] https://ca.ltw.org/read/articles/2017/06/having-the-mindset-of-christ-jesus.
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