La luz del evangelio alumbra en la oscuridad
Recopilación
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Cuando leo los titulares o encuentro algunas formas en que esas realidades se representan en películas, en la televisión, en las novelas y otras manifestaciones artísticas, me gustaría saber… ¿cómo dejar huella en un mundo en el que la mayoría tendría terror de entrar? ¿Hay esperanza de redención, transformación y justicia que va más allá de simplemente un castigo? Como cristiano, quisiera saber cómo las buenas nuevas de Jesús pueden crear un cambio en un mundo de jefes del tráfico de drogas, de traficantes y violencia.
Frente a preguntas como esas, supe de la obra del artista Pedro Reyes. En su obra Disarm, transformó en instrumentos musicales 6.700 armas que fueron incautadas por el ejército y la policía. Las armas venían de Ciudad Juárez —una ciudad de aproximadamente 1,3 millones de personas—, donde en la época de mayor violencia hubo un promedio de 10 asesinatos diarios debido a la violencia del narcotráfico. En 2010, Ciudad Juárez tenía una tasa de asesinatos de unas 230 personas por cada 100.000 de habitantes.
Reyes señaló que las armas que utilizó para esto fueron solo la punta del iceberg de todas las armas que se decomisan a diario y que el ejército debe destruir. Sin embargo, en vez de sucumbir a la desesperación, Reyes tomó los instrumentos utilizados para la violencia y creó instrumentos musicales.
En 2008 Reyes ya era conocido por una obra llamada Palas por pistolas en la que fundió 1.527 armas para hacer la misma cantidad de palas, con las que a su vez se plantaría el mismo número de árboles. Reyes hace hincapié en que su obra no es solo una protesta, sino una propuesta. Su propuesta es tomar objetos de destrucción y transformarlos en objetos de creación. No es por casualidad que la obra creativa de Reyes nos hace recordar la visión del profeta Isaías de la antigüedad, cuando en el gran día del Señor «forjarán sus espadas en rejas de arado» […] Así que en vez de objetos de destrucción, se convirtieron en objetos de creación. Para Reyes, el arte es sobre transformación; se trata de luz que alumbra en la oscuridad.
¿Dios podría tomar el caos y la destrucción que a menudo vemos en nuestro mundo y transformarlos con actos aparentemente sencillos, pequeños, de compromiso creativo? Para los que siguen a Jesús, esa clase de enfrentamiento con las fuerzas destructivas del mundo da testimonio de la realidad de Jesucristo, el Creador de la vida, la luz, la bondad y el amor. Pues la luz resplandece en la oscuridad y la oscuridad no la vence. Margaret Manning Shull
Mantenerse orientados hacia objetivos externos
Cuando visito una universidad para dar una presentación, procuro hablar con estudiantes de los grupos cristianos que son activos en el recinto universitario. En muchos casos, esos estudiantes hablan de la apatía que parece estar presente en la cultura cristiana de las universidades de los Estados Unidos. No me malinterpreten; en muchas universidades de los Estados Unidos hay muchas organizaciones y clubes cristianos. Sin embargo, resulta claro en mis conversaciones con los estudiantes que parece que pocos cristianos hacen un esfuerzo para comunicar lo que creen con los que no son cristianos en el campus. Algunos grupos cristianos son internamente activos, si no se orientan hacia objetivos externos. La mayoría de los jóvenes cristianos prefieren pasar el rato con otros cristianos en un entorno seguro que activamente llevar el evangelio en el campus. […]
¿Por qué no nos atrevemos a comunicar el Evangelio a los no creyentes? Creo que es porque tratamos el Evangelio como una galleta dulce y no como una cura o remedio.
A veces pregunto a estudiantes cristianos si estarían dispuestos a acompañarme en un recorrido por las calles de la ciudad grande más cercana con la finalidad de tratar de convencer a la gente de que las galletas con trocitos de chocolate son las mejores del mundo. Como era de esperar, por lo general a los estudiantes no les entusiasma la idea. Al preguntarles, rápidamente admiten que parece inútil tratar de convencer a la gente de algo tan subjetivo como una opinión personal acerca de unas galletas. Reconocen que la preferencia de galletas es cuestión de una opinión subjetiva, y no una verdad objetiva. Normalmente ninguno de ellos está dispuesto a hacer un gran esfuerzo para defender una opinión.
Entonces pregunto a los estudiantes si estarían dispuestos a acompañarme a una zona de la ciudad donde hay un brote de tuberculosis a fin de convencer a las personas infectadas que tomen la cura conocida: el fármaco isoniacida. Todos los estudiantes a los que hice esa pregunta pensaron que es un esfuerzo encomiable; están dispuestos a colaborar en una causa como esa. Reconocen la diferencia entre una galleta y la cura. […] Cuando estamos realmente convencidos de que un tratamiento en particular es la única cura para lo que nos aqueja, ignoramos nuestras preferencias y actuamos rápidamente para salvarnos y para divulgar la verdad.
Hay una relación entre nuestra clasificación de las afirmaciones cristianas y nuestro deseo de transmitirlas al mundo que nos rodea. Algunos vacilamos para divulgar el evangelio porque (ya sea que lo reconozcamos o no) hemos llegado a ver la verdad religiosa como una opinión subjetiva en vez de una verdad objetiva. Tratamos el Evangelio más como si fuera una galleta que como una cura. Por eso creo que es importante ayudar… a los cristianos de modo que entiendan que las pruebas apoyan las afirmaciones de los autores del Nuevo Testamento. A medida que [ellos] tengan más confianza, su punto de vista con respecto al cristianismo cambia sutilmente y pasa de ser una opinión a una convicción objetiva. Cuando eso sucede, es mucho más probable que comuniquen a otros el evangelio, que defiendan con valor lo que creen y que con denuedo representen a Cristo en nuestra cultura. J. Warner Wallace[1]
El llamamiento
Jesús dejó bien claro que todos los cristianos han sido comisionados para predicar el Evangelio cuando dijo en Juan 15:16: «No me elegisteis vosotros a Mí, sino que Yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto».
Por ende, no es solo algo placentero que hacer cuando tengamos ganas o encontremos tiempo, sino la misión y deber que Dios ha encomendado a todos Sus hijos. Como lo expresó San Pablo: «Pues si anuncio el Evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ay de mí si no anuncio el Evangelio»[2].
Sea cual sea su nacionalidad, país, color o credo, el corazón del hombre es igual en todas partes del mundo. Sus angustias, penas, pecados, dolores y temor a la muerte son también iguales en todos. Sus anhelos, amores y sed de Dios y Su verdad, de gozo, felicidad y paz interior son creados por Dios y comunes a los hombres del mundo entero. Quienes están dispuestos a demostrarles el amor de Cristo no son suficientes. Como dijo el mismo Jesús: «A la verdad la mies es mucha, más los obreros pocos». Por lo cual ordenó: «Rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a Su mies»[3]. Su enorme cosecha representada por multitudes de personas hambrientas, frías y que divagan en la oscuridad sin Dios. David Brandt Berg
Publicado en Áncora en abril de 2018. Leído por Miguel Newheart.
[1] http://coldcasechristianity.com/2016/treating-the-gospel-like-a-cookie-rather-than-a-cure.
[2] 1 Corintios 9:16.
[3] Mateo 9:37-38.
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