La Ley y los Profetas, 1ª parte
Peter Amsterdam
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[The Law and the Prophets—Part 1]
Jesús dedicó buena parte del Sermón del Monte al tema de la Ley y los Profetas, es decir las escrituras hebreas o lo que los cristianos llamamos el Antiguo Testamento.
Las escrituras hebreas, que el pueblo judío conoce comúnmente como Tanaj, contienen exactamente los mismos libros que el Antiguo Testamento cristiano, pese a que existen algunas diferencias en cuanto a la división y el orden de los mismos. Cuando Jesús habla de la Ley y los Profetas por lo general se da por entendido que se trata de una forma abreviada de referirse a la totalidad de las escrituras hebreas (el Antiguo Testamento).
En esta porción del Sermón del Monte, Jesús ofrece una nueva perspectiva e interpretación de la Escritura y al mismo tiempo a lo que es Su relación con dicha Escritura:
No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolir, sino a cumplir, porque de cierto os digo que antes que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la Ley, hasta que todo se haya cumplido.
De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; pero cualquiera que los cumpla y los enseñe, este será llamado grande en el reino de los cielos. Por tanto, os digo que si vuestra justicia no fuera mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos (Mateo 5:17-20).
El hecho de que al principio de su alocución Jesús aclara a Sus oyentes que no deben pensar que vino a abolir —otras traducciones dicen anular o poner fin— la Ley o los Profetas, infiere que algunos consideraban o decían que eso era en realidad lo que estaba haciendo, ya que Su planteamiento de la Ley difería del pensamiento tradicional1. No obstante, Jesús declara sin lugar a dudas que no vino a abolir o a poner fin a las escrituras hebreas, sino a cumplirlas.
Jesús, empleando Su afirmación autoritativa de cierto os digo declara luego que hasta que no pasen el cielo y la tierra no se invalidará una jota ni una tilde de la Ley. Al oír a Jesús referir que el cielo y la tierra —toda la creación— pasarán antes que la Ley, Sus oyentes deducían que la Palabra de Dios jamás quedaría incumplida. Se verificaría a cabalidad.
¿Qué significado tiene que hubiera venido a cumplir la Ley y los Profetas, el conjunto de la escritura hebrea? La respuesta se encuentra a lo largo del Evangelio de Mateo, en el que repetidamente se afirma que Jesús cumplió las escrituras del Antiguo Testamento. He aquí varios ejemplos:
Para que se cumpliera lo que dijo el profeta Isaías: «Este es Mi siervo, a quien he escogido; Mi amado, en quien se agrada Mi alma. Pondré Mi Espíritu sobre Él, y a los gentiles anunciará juicio» (Mateo 12:17,18).
Todo esto aconteció para que se cumpliera lo que dijo el profeta: «Decid a la hija de Sión: tu Rey viene a ti, manso y sentado sobre un asno, sobre un pollino, hijo de animal de carga» (Mateo 21:4,5).
Según Jesús, el papel que desempeñaba la Escritura del Antiguo Testamento no se anuló, sino que se transformó. Dado que lo que auguraba —el Mesías— ya se había consumado, a partir de ese momento las Escrituras debían interpretarse y practicarse a la luz de las enseñanzas de Cristo.
En Mateo 5:21-48 vemos que Jesús ofrece ejemplos de una comprensión más profunda de las enseñanzas de la Torá (Ley) cuando dice: Oísteis que fue dicho… pero Yo os digo… De ahí en adelante la enseñanza autoritativa de Jesús es la que rige en Sus discípulos para la interpretación y aplicación práctica de la Ley. Ya no se trata de una observancia literal de reglas, sino de un entendimiento más profundo de los principios sobre los que se sustentan esas reglas.
En el Sermón del Monte, Jesús establece un modelo que trasciende la aplicación externa de la Ley y pone el foco, no en una serie de reglas, sino en una respuesta interior del corazón. Él sabe que una obediencia literal de la Ley resulta inadecuada. Esa misma obediencia era la que sostenían los escribas y fariseos; sin embargo, Él manifestó que «si vuestra justicia no fuera mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos (Mateo 5:20).
Los escribas de la época de Jesús obtenían formación profesional en la enseñanza, exposición e interpretación de las Leyes de Moisés. Los escribas y fariseos eran meticulosos en cuanto a la obediencia de la Torá (Ley). Si la justicia o rectitud se equiparaban con una obediencia literal de la Ley, no había nadie más recto que los escribas y fariseos. Era prácticamente imposible que alguien pudiera superarlos en cuanto a la observancia de la Ley. En todo caso, la justicia o rectitud a la que Jesús se refería no consistían en un cumplimiento literal de la Ley.
Jesús prosigue diciendo: «Cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; pero cualquiera que los cumpla y los enseñe, este será llamado grande en el reino de los cielos (Mateo 5:19). Téngase en cuenta que al aludir al reino de los cielos, Jesús se refiere a basileia, el reinado de Dios en nuestra vida, y no al cielo en la otra vida. Ser grande o pequeño en el reino no es indicativo de la posición o categoría que tendrá una persona en la otra vida, sino si es un mal o un buen representante de quienes llevan una vida gobernada por Dios, su rey.
Al dar cumplimiento a la Ley y los Profetas, Jesús inauguraba una nueva era para la humanidad, que iba más allá de acatar la letra de la Ley y consistía más bien en discernir y aplicar los principios subyacentes de la Ley. Jesús instala esa nueva aplicación de la Ley, que no actúa ya como regla de conducta, sino como indicador que apunta hacia una «justicia mayor», y que desbanca la antigua manera de observar la Ley2.
Jesús no abolió el Antiguo Testamento. ¿Cómo hubiera podido, si el Antiguo Testamento apuntaba hacia Él y Él fue su cumplimiento? Como veremos en los siguientes versículos del capítulo 5 de Mateo, Jesús va más allá del concepto de que la estricta obediencia a la Ley trae consigo justicia e introduce un entendimiento y aplicación más profundos de los principios que yacen detrás de la Ley. Con ello revela la actitud interior del espíritu que coincide con las Bienaventuranzas y da lugar a una justicia que supera la de los escribas y fariseos.
En el Sermón del Monte, Jesús dio seis ejemplos en los que contrasta lo que fue dicho en la Escritura con Su propia explicación amplificada y más comprehensiva de lo que significan esas escrituras para quienes lo siguen a Él. La fórmula empleada por Jesús para expresar Su enseñanza fue «oísteis que fue dicho… pero Yo os digo…».
En la primera ocasión, declara: «Oísteis que fue dicho a los antiguos...». En cuatro de los siguientes cinco ejemplos la frase se acorta, pero no varía su significado. Jesús revelaba que si bien la Ley hizo una declaración tal como «no matarás», en ese momento Él le estaba dando un sentido más global, más exhaustivo. Cada uno de los seis ejemplos citados por Jesús se basa en un pasaje o tema de la Ley Mosaica. Los seis ejemplos abarcan el asesinato, el adulterio, el divorcio, juramentos, medidas punitivas y amor al prójimo. Al abordar cada uno de estos, Jesús saca a relucir principios generales con respecto a vivir en armonía con Sus enseñanzas.
El primer principio enuncia que lo que importa es el espíritu de la Ley, no solamente la letra. Por ejemplo, al analizar el mandamiento «no matarás» (Éxodo 20:13), Jesús mira más allá del simple acto externo de matar y apunta al móvil interno de nuestros actos, nuestras actitudes, motivos y los pensamientos e intenciones de nuestro corazón. A Dios le interesa la fuente interior que conduce a la acción, así como también la acción misma. Para cumplir la finalidad de la Ley no basta con refrenarse de matar, sino también de albergar desprecio y odio hacia los demás. Implica también adoptar una actitud positiva, inclinada al amor.
Otro principio que Jesús pone de manifiesto es que la Ley no debe concebirse únicamente como una lista de preceptos negativos —cosas que no se deben hacer—, encabezadas por la frase no harás esto o no harás aquello. Debemos poner el foco en vivir de manera que agrade y glorifique a Dios. Jesús aportó una nueva perspectiva y un nuevo entendimiento que pretenden llevarnos más allá del cumplimiento de una serie de normas —una mentalidad que se rige por prohibiciones— y trascender hacia una vida que armonice con los principios sobre los cuales se sustenta la Ley y que se ven reflejados en Sus enseñanzas.
El verdadero objetivo es entablar una relación con Él, vivir para Su gloria. La cuestión no es si estamos siguiendo mecánicamente una serie específica de reglas; lo importante es si estamos emulando a Cristo y si nuestra vida interior está en sincronía con lo que Él enseñó. Quizá no hayamos cometido un asesinato; pero ¿están nuestro corazón y pensamiento llenos de ira y desprecio? De ser así, estaríamos pecando.
Jesús buscó ayudar a Sus seguidores a proyectarse más allá de la observancia de la Ley y adquirir una comprensión más profunda de los principios que yacen detrás de la Ley original. Estaba creando un nuevo pueblo de Dios, compuesto por quienes se alojarían dentro del reino o dominio de Dios y que no pretenderían hallar rectitud y justicia obedeciendo una letanía de reglas sino que trascenderían todo aquello y se enfocarían más bien en armonizar con el espíritu y propósito de la Ley Divina.
Publicado por primera vez en octubre de 2015. Adaptado y publicado de nuevo en abril de 2024. Leído por Gabriel García Valdivieso.
1 John R. W. Stott, The Message of the Sermon on the Mount (Downers Grove: InterVarsity Press, 1978), 70. Darrell L. Bock, Jesus According to Scripture (Grand Rapids: Baker Academic, 2002), 131.
2 R. T. France, The Gospel of Matthew (Grand Rapids: Eerdmans, 2007), 186.
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