La importancia de la innovación y la diversidad en el ministerio
Peter Ámsterdam
«Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de actividades, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para el bien de todos. Todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como Él quiere» (1 Corintios 12:4-7, 11).
El mundo cambia rápidamente; la información y los conocimientos aumentan de manera exponencial. Diríase que cada vez que volteamos la cabeza hay algún nuevo invento o producto, o algún método innovador para tratar los problemas del mundo de hoy. ¿Por qué habría de ser de otra manera en cuanto a la prédica del Evangelio y la difusión por todo el orbe del mensaje de Cristo? ¿No deberíamos también nosotros, que servimos al Señor, explotar nuestra creatividad y pedirle nuevas ideas y métodos vanguardistas que conduzcan a progresos mayores o más rápidos en la misión o que hagan que la gente pueda identificarse más con nuestro mensaje o nuestro enfoque?
En nuestra sociedad plural, en la que la inmigración global difumina las diferencias culturales, la diversidad es un enfoque relevante y adecuado para satisfacer las necesidades del mundo, lo que requiere cultivar la tierra fértil de las nuevas ideas y las estrategias creativas. La creatividad y la iniciativa personal se valoran mucho en el servicio al prójimo y la labor misionera. Cuando Dios indica un camino y nosotros damos los correspondientes pasos para seguirlo, todo se vuelve posible[1].
Necesitamos estar en sintonía con los tiempos en que vivimos y pedirle al Señor que nos lleve a descubrir tácticas modernas e innovadoras para diseminar más eficazmente el mensaje entre los perdidos dado el clima mundial de nuestra época. Es animador que en muchos países estén apareciendo nuevos métodos para divulgar el Evangelio. Cuando ustedes se ven cara a cara con las necesidades de las personas por las que están orando y a las que se esfuerzan por manifestar el amor de Dios, es lógico que Él les inspire nuevas ideas. Él es un Dios vivo, un Dios de acción. Es más que capaz de indicarles una táctica distinta si eso es lo que hace falta para llevar el Evangelio a la gente de determinado lugar o cultura.
Cada cultura requiere un enfoque distinto. El apóstol Pablo nos exhortó a hacernos de todo a todos con el fin de salvar a algunos[2]. Podemos valernos de nuestra experiencia en cuanto a valorar la importancia de integrarse en la cultura local y ser conscientes de los interrogantes, anhelos, sueños y penas de la gente de los lugares donde llevamos a cabo nuestro ministerio. Eso nos convierte en biblias vivientes de cara a las personas necesitadas.
Si el Señor les inspira una idea, los animo a seguirla. Pruébenla. Vean qué tal resulta. Tal vez no sea tan eficaz como esperaban; pero ¿quién sabe?, tal vez sobrepase con mucho sus expectativas. Si no hacen la prueba, nunca lo sabrán.
Dios no conduce a todo el mundo por la misma senda. A veces un método o procedimiento de evangelización puede parecernos un poco extravagante, quizá no sea algo que haríamos nosotros personalmente; pero en múltiples ocasiones hemos sido testigos del maravilloso fruto que han dado ministerios poco convencionales, y estamos agradecidos por la fe y la obediencia que manifestaron nuestros compañeros al llevar a la práctica lo que Dios les mostró.
A la población de este vasto mundo hay que presentarle el mensaje de maneras muy diversas, y valoramos la amplia variedad de métodos y enfoques para predicar el Evangelio porque entendemos el valor de cada individuo que necesita oírlo.
Nunca se sabe el resultado que tendrá una iniciativa si no se experimenta. Si no hacemos caso de las indicaciones del Señor, es posible que desaprovechemos algunos métodos muy fructíferos de predicar el Evangelio. No le tengamos miedo al fuego de las nuevas ideas y tácticas solo porque nosotros personalmente no las hemos probado, o nadie las ha probado. Sigamos al Señor y veamos qué clase de luz, calor y verdad podemos llevar a los perdidos de nuestra parte del mundo.
2 Timoteo 1:6 dice: «Te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti». Así que no confinemos a Dios. Nosotros estamos sujetos a restricciones y limitaciones naturales, pero Dios es capaz de mucho por ganar almas, y siempre se le están ocurriendo ideas y nuevos métodos. Él es espléndido, y Sus pensamientos están por encima de los nuestros, así que ponerse a Su servicio para llevar a cabo la misión puede ser una aventura continua, siempre y cuando estemos dispuestos a ir por donde Él nos indique.
Cuando Dios les muestra que prueben algo nuevo y ustedes se comprometen y entran en acción, se colocan en situación favorable para disfrutar del cumplimiento de las promesas de Dios, una de las cuales es: «Para Dios todo es posible». El estar en sintonía con la voz de Dios y seguir Sus instrucciones los pone en un terreno en el que «al que cree todo le es posible»[3]. Puede que a veces haga falta una fe loca para atreverse a obedecer a Dios, pero Él premia esa fe.
Sigan prestando oído a la voz del Señor y acepten seguirlo aunque Él solo les indique que den algunos pasitos. Y si Dios les ha mostrado que hagan algo y ustedes no tienen las dotes, los conocimientos o el tiempo que hacen falta, ¿por qué no consideran incluir a otras personas que los ayuden? Pueden formar un equipo. Así estarán creando oportunidades para otros que quieren colaborar. O bien pueden participar en un proyecto que ya esté en marcha. La Biblia dice en 1 Corintios que hay diversidad de dones, de funciones y de actividades, pero todos somos un cuerpo en Cristo.
Es posible que algunos ministerios tengan fruto evidente y progresos cuantificables, y otros no tanto, pues son de crecimiento lento. Lo importante es que ustedes sean fieles a lo que Dios les haya encomendado. Toma tiempo iniciar, desarrollar y consolidar una obra; no se logra el éxito de la noche a la mañana, y el fruto que permanezca que Él nos manda producir toma tiempo. Pero si trabajan diligentemente y tienen paciencia, es posible que el método o la idea que Dios les inspiró o la puerta que Él les abrió den lugar a una obra hermosa que lo glorifique.
«Cuando Dios indica un camino y nosotros damos los correspondientes pasos para seguirlo, todo se vuelve posible». Para creer que todo es posible, nos hace falta fe, lo que María llamó fe en que Jesús actúa por medio de nosotros. Ella la describió de la siguiente manera:
Tener fe en nosotros mismos es tener fe en el Señor que está en nosotros. Hace falta humildad para admitir nuestra incapacidad y al mismo tiempo reconocer la capacidad del Señor para hacer cualquier cosa por medio de nosotros. «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece»[4]. Se trata de permitir que la fortaleza del Señor se perfeccione en nuestra debilidad[5]. No hay que ponerle limitaciones al poder de Dios, pues para Él no hay nada imposible. Es una fe apropiadora. Es dejar que el Señor se valga de nosotros como considere conveniente. Es confianza en Jesús, una combinación de confianza en el Señor y Su infalibilidad, y de fe para actuar según esa confianza.
Si están viviendo conforme a la voluntad de Dios por fe, pueden hacer cualquier cosa que Él les pida.
Publicado por primera vez en noviembre de 2013. Texto adaptado y publicado de nuevo en abril de 2018.
Artículos recientes
- Un bebé en mis brazos
- ¿Tiene la Navidad la influencia de tradiciones paganas?
- Encontrar la voluntad de Dios y tomar decisiones que Dios apruebe
- Recuperación por medio de la alabanza, 3ª parte
- Jesús, tu eterno amigo
- El sentido de los problemas
- Las buenas nuevas, un gran gozo para todo el mundo
- El oficial gentil
- Buenas nuevas para todos en todas partes
- Tesoros eternos