La fortaleza de Dios en nuestra debilidad
Tesoros
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[God’s Strength in Our Weakness]
Pero Él me ha dicho: «Con Mi gracia tienes más que suficiente, porque Mi poder se perfecciona en la debilidad». […] Por amor a Cristo me gozo en las debilidades. […] Mi debilidad es mi fuerza. 2 Corintios 12:9,10
En el curso de su última campaña política, el presidente estadounidense Teodoro Roosevelt (1858–1919) fue herido de un disparo por alguien que intentó asesinarlo. El cirujano que lo atendía le entregó el estuche de acero de sus anteojos, diciéndole que le había salvado la vida. El estuche, que se encontraba en su bolsillo, había disminuido el impacto de la bala, y la había desviado para que no le llegara al corazón. Se cuenta que Roosevelt tomó en la mano el estuche con los lentes rotos y comentó que aunque había pensado que era una desventaja usar gafas, le habían salvado la vida.
Tal vez en esta vida no lleguemos a conocer las razones para tener las debilidades o incapacidades físicas que nos aquejan, pero podemos estar seguros de que Dios ha prometido que todo redundará en bien para los que lo aman (Romanos 8:28). En la Historia se encuentran relatos de muchas grandes personas que lograron cosas grandiosas a pesar de tener dificultades físicas o graves discapacidades.
John Milton (1608–1674), considerado uno de los más grandes poetas de su época, compuso su famosa obra Paraíso perdido después de haber quedado ciego. Beethoven (1770–1827) escribió su famosa Novena sinfonía después de haber quedado sordo a la edad de 40 años. Renoir (1841–1919) pintó algunas de sus mejores obras con los dedos torcidos debido a la artritis reumatoide. Después de que Händel (1685–1759) sufrió una apoplejía que lo dejó con parálisis en el brazo y la mano derecha, compuso su obra maestra El Mesías con su coro «Aleluya». Thomas Edison (1847–1931) estaba sordo cuando inventó el fonógrafo. Consideró su sordera una bendición porque le permitió pensar y leer con total concentración.
Nuestros impedimentos, discapacidades y enfermedades pueden ser utilizados por Dios para sacar lo mejor de nosotros y ayudarnos a crecer y a luchar contra las adversidades, para que alcancemos logros que tal vez en otras circunstancias no habríamos luchado por alcanzar. La poetisa Myra Brooks Welch, que escribió la obra maestra The Touch of the Master’s Hand («El toque de la mano del Maestro»), un poema que ha sido una bendición para muchos con el correr del tiempo, estuvo confinada a una silla de ruedas debido a la artritis. Al no poder emplear las manos, escribió poemas en una máquina de escribir presionando las teclas con borradores de lápiz, a pesar del dolor que eso le causaba.
Charles Elliot (1834–1926), que fue el rector de la Universidad de Harvard con el mandato más largo, de muchacho lidió con la desfiguración facial que tuvo desde su nacimiento. Su madre le dijo: «Hijo mío, no es posible quitarte ese defecto. Hemos consultado con los mejores cirujanos y dicen que no es posible. Pero sí es posible, con la ayuda de Dios, llegar a tener una mente y un alma tan grandes que la gente se olvide de mirarte a la cara».
Fanny Crosby (1820–1915), trabajó en las misiones norteamericanas; fue poeta, profesora y compuso himnos. Se quedó ciega en su niñez. Más adelante dijo: «Parecía que la bendita intención de Dios era que yo fuera ciega toda la vida, y doy gracias a Dios por ello. Si mañana me ofrecieran tener una vista perfecta, no lo aceptaría. Tal vez no habría cantado himnos para alabar a Dios si me hubiera distraído por las cosas bellas e interesantes que me rodeaban». A lo largo de su vida escribió más de 6000 himnos, entre ellos algunos de los cánticos cristianos más conocidos y estimados de todos los tiempos. Dijo en una oportunidad: «Cuando llegue al Cielo, el primer rostro que alegrará mi vista será el de Jesús mi Salvador».
Helen Keller (1880–1968) nació sorda y ciega, y no podía comunicarse hasta que su profesora cristiana, Anne Sullivan, le enseñó no solo a leer y escribir, sino también a hablar. En los Estados Unidos llegó a ser la primera persona sorda y ciega en conseguir una licenciatura en Artes. Fue autora, defensora de los derechos de las personas con discapacidad y oradora. Helen animó muchísimo a millones de personas en el mundo. Escribió: «Doy gracias a Dios por mis defectos físicos, porque gracias a ellos me he encontrado a mí misma, he encontrado mi vocación y he conocido a Dios». Y en otra ocasión dijo: «Todo tiene sus maravillas, incluso la oscuridad y el silencio, y aprendo, en cualquier estado en que me encuentre, a estar contenta».
Cuando Joni Eareckson Tada (nació en 1949) tenía 17 años, sufrió un accidente de clavado que la dejó paralizada desde el cuello. Joni se convirtió en autora, locutora de radio y fundadora de Joni and Friends, un ministerio cristiano para la comunidad de personas con discapacidad. Escribió sus memorias, Joni, cuando tenía unos veinte años, ahí cuenta con detalles cómo su fe la sostuvo; se ha traducido a más de treinta idiomas, llevando esperanza a millones de lectores en todo el planeta. En una entrevista, Joni dijo: «Todo lo que hacemos aquí en la Tierra influye directamente en nuestra capacidad para la alegría y la adoración y el servicio en el Cielo. […] Y no quiero desperdiciar mi sufrimiento. Quiero trabajar para esa meta celestial, esa recompensa celestial, de modo que alabo a Dios por la silla de ruedas que sigue empujándome en esa dirección celestial»1.
Los caminos de Dios a veces son inescrutables, más allá de nuestra comprensión. Y no siempre entendemos las razones de lo que hace. La Biblia dice: «Mis caminos están muy por encima de lo que pudieran imaginarse. Pues así como los cielos están más altos que la tierra, así Mis caminos están más altos que sus caminos y Mis pensamientos, más altos que sus pensamientos» (Isaías 55:8,9). Pero algo de lo que podemos estar seguros es de que el Señor siempre tiene un motivo y un propósito para lo que hace o permite en la vida de Sus hijos, y que «Dios hace que todas las cosas ayuden para bien a los que lo aman» (Romanos 8:28). Aunque tal vez no siempre parezca ser así.
En la Biblia, el apóstol Pablo habla de su aguijón en la carne, el que pidió a Dios que le quitara: «Para evitar que me volviera presumido […] una espina me fue clavada en el cuerpo. […] Tres veces rogué al Señor que me la quitara; pero Él me dijo: “Te basta con Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona en la debilidad”. Por lo tanto, gustosamente presumiré más bien de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo» (2 Corintios 12:7–9).
Aunque Pablo buscó apremiantemente al Señor para pedirle tres veces que le quitara esa causa de dolor, en vez de quitarla, Dios le dio a Pablo la gracia y el poder, y se valió de él para difundir el mensaje del evangelio y para que escribiera una buena parte del Nuevo Testamento. Por medio de su ejemplo, Pablo pudo enseñarnos que el poder de Dios se perfecciona en la debilidad. Aunque no sabemos con exactitud cuál fue el aguijón de la carne en el caso de Pablo, podemos aplicar su experiencia a cualquiera que sea el aguijón que nos aqueje, sabiendo que la gracia de Dios y Su poder se perfecciona en nuestra debilidad y enfermedad.
En esta vida, todos luchamos con desventajas, enfermedades, defectos y debilidades. Pero independientemente de que nuestras discapacidades sean grandes o pequeñas, o visibles ante los demás, o que se trate de luchas personales, podemos aprender de la enseñanza del apóstol Pablo: «No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a estar contento en cualquier situación. Sé vivir con limitaciones, y también sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, tanto para estar satisfecho como para tener hambre, lo mismo para tener abundancia que para sufrir necesidad; ¡todo lo puedo en Cristo que me fortalece!» (Filipenses 4:11–13).
Independientemente de cuáles sean nuestras dificultades, nunca deberíamos permitir que nos impidan dar testimonio para Jesús de la manera que nos resulte posible. A medida que reflexionamos en las personas que enfrentaron enormes desafíos en la vida, y sin embargo el Señor se valió de ellas para llevar el evangelio a otros, podemos tener valor e incluso gloriarnos en nuestras debilidades, para que el poder de Cristo pueda estar en nosotros (2 Corintios 12:9).
Pablo concluyó diciendo: «Por eso me regocijo en debilidades […] que sufro por Cristo; porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Corintios 12:10). Nuestras debilidades nos recuerdan que «tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la extraordinaria grandeza del poder sea de Dios y no de nosotros» (2 Corintios 4:7). Sea cual sea la discapacidad que enfrentes, no tiene que ser el final del camino, sino el principio de una vida de llevar el amor de Dios a otros. «El cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que también nosotros podamos consolar a los que están en cualquier aflicción, dándoles el consuelo con que nosotros mismos somos consolados por Dios» (2 Corintios 1:4).
Independientemente de los desafíos o limitaciones que enfrentemos en la vida, somos bendecidos al conocer a Jesús, que nos ama, cuida de nosotros y se compadece «de nuestras debilidades» (Hebreos 4:15). En Él tenemos la promesa de una eternidad donde Dios enjugará toda lágrima de nuestros ojos, y no habrá más dolor, sufrimiento, muerte o pena (Apocalipsis 21:4). Mirar hacia nuestro futuro prometido con Dios nos da valor y esperanza no solo para enfrentar los desafíos y reveses de esta vida, sino para permitir que Su fuerza y gracia se perfeccione en nosotros. «Y el Dios de la esperanza los llene de todo gozo y paz en el creer, para que abunden en esperanza por el poder del Espíritu Santo» (Romanos 15:13).
Tomado de un artículo de Tesoros, publicado por La Familia Internacional en 1987. Adaptado y publicado de nuevo en octubre de 2024. Leído por Gabriel García Valdivieso.
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