La esperanza, áncora para el alma
Recopilación
«Nos regocijamos […] también en nuestros sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado Su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado». Romanos 5:3-5[1]
Aunque el pasaje anterior es uno de mis preferidos de la Biblia, durante largo tiempo me costó comprender cómo era posible que la entereza de carácter produjera esperanza. Lo entendía hasta donde dice que la perseverancia produce entereza de carácter; pero ¿cómo era posible que las experiencias difíciles que forjan el carácter nos infundieran esperanza?
Mi desconfianza innata me decía que era más probable que fuera al revés. Era consciente de que la vida me iba a poner en situaciones complicadas; no esperaba que todo fuera a ser de color de rosa. Tampoco veía eso como algo malo, pero no esperaba que me fuera a infundir esperanza.
Hace poco me di cuenta de que a menudo me conformo con el sentido superfluo de esa palabra: «Espero que haga buen tiempo mañana»; «espero que todo te resulte bien». El sentido que se le ha dado al término esperanza le confiere un tono casi fatalista. Lo que esperamos puede producirse o no. De ahí que cuando tenemos poco o ningún control sobre el desenlace más nos vale esperar, pues es prácticamente lo único que podemos hacer.
Pero en ese pasaje el apóstol Pablo no habla de una esperanza que es poco más que un deseo ilusionado. Se refiere a la esperanza del Evangelio, una esperanza que se funda en la fe en el amor de Dios y en Su amoroso plan para nosotros, tanto a nivel individual como para la humanidad en su conjunto. En su epístola a los hebreos, Pablo escribe: «Tenemos como ancla del alma, una esperanza segura y firme»[2]. Es precisamente en las dificultades y en los momentos tristes y vacíos de la vida cuando la esperanza brilla en su sentido más profundo y genuino. Es así como la profundización y el fortalecimiento de nuestro carácter producen esperanza.
Si tenemos esperanza, no rehuiremos las pruebas de la vida ni nos volveremos aprensivos en tiempos de incertidumbre. Y la esperanza «no nos defrauda». ¿Por qué? Porque nos llega a través del amor de Dios, que Él «ha derramado en nuestro corazón». De ese amor brotan la fe, la esperanza y todavía más amor. Es un ciclo perfecto y hermoso, un intercambio continuo de esperanza y confianza que Dios nos ha dado para sustentarnos a lo largo de la vida y acercarnos a Él. Avi Rue
*
«A los que hemos corrido hacia Dios para salvar la vida nos sobran razones para tomar la esperanza prometida con las dos manos y no soltarla. Espiritualmente es una cuerda de salvamento irrompible, que va más allá de todas las apariencias hasta llegar a la presencia de Dios». Hebreos 6:19[3]
El año pasado fue muy difícil para [mi esposa] y para mí; y sé que también lo fue para muchas otras personas. Transcurrían los días y sufríamos una oleada tras otra de pérdidas. […]
En medio de tanta pérdida, pregunté: «Jesús, ¿qué es lo que se supone que debemos esperar con ilusión?» Después de que las pérdidas se van acumulando, nos preguntamos qué es lo que se supone que debemos esperar.
Fue por esa época cuando empecé a mirar de nuevo las promesas de Dios. Y lo que encontré me dejó sin habla. En el capítulo 19 de Mateo, Pedro le hizo a Jesús la misma pregunta que yo había hecho («¿qué es lo que se supone que debemos esperar con ilusión?»), y Jesús le respondió así:
«Les aseguro […] que en la renovación de todas las cosas, cuando el Hijo del hombre se siente en Su trono glorioso, ustedes que me han seguido se sentarán también en doce tronos para gobernar a las doce tribus de Israel. Y todo el que por Mi causa haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o terrenos recibirá cien veces más y heredará la vida eterna.»[4]
Esa frase «en la renovación de todas las cosas», me cautivó. Era la primera vez que veía la esperanzadora promesa de Dios descrita de esa manera. […]
El Espíritu Santo con delicadeza me recordó Apocalipsis 21, un pasaje de las Escrituras que ha sido muy querido para mí:
«“Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir”. El que estaba sentado en el trono dijo: “¡Yo hago nuevas todas las cosas!”»[5]
Cuando Jesucristo vuelva, el cielo y la tierra serán restaurados. Como dice en Hechos, Jesús permanece en el Cielo… «hasta que llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas, como Dios lo ha anunciado desde hace siglos por medio de Sus santos profetas»[6]. Restaura nuestra vida y la tierra que amamos, incluso nuestros hogares y terrenos o campos. […]
Mi corazón empezó a cantar ante la idea de que en realidad nada se pierde.
Amigos, la gran esperanza de la vida cristiana no es que mañana encontraremos un lugar de estacionamiento. Ni que la semana próxima nos darán un aumento de sueldo (aunque a Dios sí le importan esas cosas).
La verdadera esperanza que es el áncora del alma, la cuerda de salvamento espiritual, irrompible, es la esperanza de que… nuestro amado Padre y nuestro Señor Jesucristo marcarán el comienzo de la renovación de todas las cosas… y esa es de verdad una esperanza que vale la pena esperar con ilusión.
Padre, te pido que me abras los ojos a esta esperanza impresionante. Te pido que me llenes de esa esperanza de la restauración de todas las cosas. Dios, entra en todas mis pérdidas y háblame de esta preciosa esperanza. Quiero un ancla para mi alma; quiero un salvavidas espiritual inquebrantable. Devuélveme la esperanza en la restauración. En el nombre de Jesús, amén. John Eldredge[7]
*
«Que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz a ustedes que creen en Él, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo». Romanos 15:13[8]
Cuando te agobien las circunstancias dolorosas, te animo a que alabes y te regocijes en la esperanza: da un paso adelante con alegría. […] A medida que elevas tu alma hacia Mí con expectativa y esperanza, Mi lluvia de alegría caerá sobre ti y estará dentro de ti. […]
Me deleito en los que me temen, en los que ponen su esperanza en Mi amor inagotable. A menudo, la expresión «el temor del Señor» se malinterpreta, pero es el fundamento de la sabiduría y el conocimiento espiritual. Consiste en un sobrecogimiento reverencial, adoración y sumisión a Mi voluntad. Te sometes a Mí al cambiar tus actitudes y objetivos por los Míos. Puesto que soy tu Creador, la mejor manera de vivir es estar en consonancia conmigo. Cuando tu estilo de vida demuestra este temor bíblico, me deleito en ti. Procura que en esos momentos destaque en ti Mi alegría.
No es fácil vivir conforme a Mi voluntad; habrá muchos altibajos mientras caminamos juntos. No obstante, sin importar lo que pase, puedes encontrar esperanza en Mi amor inagotable. Actualmente, en tu mundo, muchas personas se encuentran desesperadas. Están desilusionadas y se han vuelto escépticas porque pusieron su confianza en algo equivocado. Sin embargo, Mi amor inquebrantable jamás te decepcionará. ¡Nunca te soltará! Criatura Mía, aférrate a la esperanza. Es un cordón de oro que te une a Mí. Jesús[9]
Publicado en Áncora en octubre de 2021.
[1] NVI.
[2] Hebreos 6:19 (NBLH).
[3] Traducción de la versión The Message.
[4] Mateo 19:28–29 (NVI).
[5] Apocalipsis 21:4,5 (NVI).
[6] Hechos 3:21 (NVI).
[7] https://proverbs31.org/read/devotions/full-post/2018/01/08/the-hope-that-is-our-lifeline.
[8] NVI.
[9] Sarah Young, Jesus Always (Thomas Nelson, 2017).
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