La creación: el diseño y plan de Dios
Tesoros
[Creation: God’s Design and Plan]
Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, Su eterno poder y Su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que Él creó. Romanos 1:20
La Biblia enseña que «los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de Sus manos» (Salmo 19:1). Un examen minucioso de la creación, de toda su complejidad y equilibrio, revela que debe haber un Diseñador que lo creó. Si analizamos nuestro mundo con una mente racional, rápidamente se vuelve evidente que alguien lo diseñó, le dio forma y lo juntó. Es evidente que nuestro mundo, los planetas, el sistema solar y el universo, no pudieron originarse por casualidad ni llegaron a existir de forma aleatoria. Alguien tuvo que planearlo y sincronizarlo.
La creación divina opera de manera tan maravillosa, sincronizada, sistemática y perfecta porque Dios la diseñó; todo fue creado por Él. Cuando uno contempla el mar, el cielo, las nubes, las montañas, los valles, los árboles y las flores, se da cuenta de que todo poco menos que proclama: «Dios existe. ¡Mira el maravilloso mundo que te dio por morada!» La existencia de nuestro Dios invisible se ve claramente por medio del mundo que Él creó.
Las teorías de la evolución y otras explicaciones del principio del universo en muchos casos intentan explicar el papel del Creador en la creación afirmando que todo se produjo por casualidad, y que llegó a existir de forma aleatoria. La hipótesis de la evolución se convirtió en el tema de fondo de la teoría científica moderna sobre el origen de la Tierra. Se enseñó en colegios y universidades como un hecho indiscutible; sin embargo, la teoría de la evolución todavía no ha sido probada.
A medida que los bioquímicos penetran más y más en la formidable complejidad de la vida, se hace patente que las posibilidades de que ésta fuera producto de la casualidad son tan remotas que pueden darse por descartadas. Fred Hoyle (1915-2001), astrónomo y matemático inglés
La falta de pruebas fósiles
La teoría de la evolución sostiene que el proceso evolutivo se produce mediante avances beneficiosos que paso a paso van introduciendo mejoras. Se podría comparar con un mecanismo al que de vez en cuando se le cambia uno de sus componentes con el objeto de aumentar su eficiencia, pero sin interrumpir su funcionamiento ni hacer otras modificaciones. Pero, ¿qué pasa si en el proceso evolutivo se necesita simultáneamente más de un perfeccionamiento? La teoría de la evolución no da cabida para ello.
El paleontólogo Niles Eldredge escribió: «De haber evolucionado la vida hasta alcanzar poco a poco la asombrosa profusión de especies vivas que hay hoy en día, cabría esperar el hallazgo de fósiles de formas transitorias que en algunos aspectos fueran como las que las precedieron y en otros como las que vinieron después. Sin embargo, nadie ha encontrado todavía ninguna prueba de tales formas de transición»1.
El relato de la creación que aparece en el Génesis y la teoría de la evolución son irreconciliables. El registro fósil concuerda con la descripción del Génesis. En las rocas más antiguas no encontramos una serie de fósiles representativos de los cambios graduales de las criaturas más primitivas hasta convertirse en formas desarrolladas, sino que en ellas aparecen de golpe especies ya desarrolladas. Entre especie y especie hay una ausencia total de fósiles intermedios. D.B. Gower, bioquímico2
Las personas que defienden teorías que prescinden de Dios ven su fe reforzada cada vez que se hace un descubrimiento que parece confirmarlas; pero más tarde esa fe se tambalea cuando se demuestra la falta de validez científica de la supuesta prueba. En cambio, el creacionista encuentra cada día pruebas que reafirman su fe. Desde la sincronización del cosmos hasta las maravillas de la naturaleza y la complejidad del ADN, todo apunta a la mano de un diseñador inteligente, autor del universo en que habitamos.
En el siglo XX los astrónomos desarrollaron lo que se conoció como la teoría del Big Bang, que propone que el universo comenzó como un solo punto, el que se expandió y se estiró para crecer hasta ser como ahora, y que todavía se está extendiendo3. Esa teoría apoya la premisa del creacionismo bíblico, que nuestro universo tuvo un comienzo. En la década de los años noventa, se desarrolló la teoría de un diseño inteligente, que sostiene que ciertos aspectos del universo y de los seres vivientes se explican mejor por una causa inteligente, no un proceso incierto como el de la selección natural del darwinismo. Esas teorías científicas modernas contribuyen a apoyar el relato bíblico de la creación, que tiene un elaborado diseño y fue creada por la inteligencia suprema: Dios.
La creación: la manifestación visible de Dios
La Biblia enseña que el eterno poder de Dios y naturaleza divino se hace claramente visible desde que Él los creó (Romanos 1:20). Su existencia invisible se manifiesta o se evidencia en lo que podemos ver, Su creación. «Por la fe entendemos que el universo fue preparado por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve no fue hecho de cosas visibles» (Hebreos 11:3). La existencia de nuestro Dios invisible se ve y se entiende por Su creación visible.
Por eso muchos rechazan el creacionismo y optan por creer en otras teorías para los orígenes del mundo, como la de la evolución. Si el mundo y sus habitantes son creación de Dios, entonces es soberano del mundo y sobre todo lo creado en él. Pero en Romanos leemos: «Ellos no tuvieron a bien reconocer a Dios», «ellos cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador» (Romanos 1:25–28).
En Romanos se explica que al decidir hacerlo sin Dios y la Biblia, «se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se volvieron necios» (Romanos 1:21,22). Pablo advirtió a los creyentes que evitaran las «objeciones (o contradicciones) de lo que falsamente se llama ciencia» (1 Timoteo 6:20,21). «Vendrá tiempo cuando no soportarán la sana doctrina, sino que […] conforme a sus propios deseos, acumularán para sí maestros, y apartarán sus oídos de la verdad, y se volverán a los mitos» (2 Timoteo 4:3–4).
Las teorías que plantean que el universo llegó a existir de forma aleatoria —que las cosas se encajaron sin diseño ni un creador inteligente que las organizara— requieren más fe que creer en Dios. Walter Bradley, profesor y coautor de The Mystery of Life’s Origin, escribió:«Pienso que las personas que creen que la vida surgió de forma natural necesitan tener mucha más fe que las personas que razonablemente deducen que hay un diseñador inteligente».
Así como tiene que haber un relojero detrás de la sincronización perfecta y el orden que se aprecia en cada reloj, es lógico y razonable suponer que tiene que haber un Creador que sea el autor de la perfecta sincronización del universo.
Para mí la fe tiene su origen en la comprensión de que una Inteligencia Suprema creó el universo e hizo al hombre. No me resulta difícil tener esa fe, pues no se puede disputar que todo plan es fruto de la inteligencia. Un universo que se presenta pleno de orden acredita la autenticidad de la afirmación más majestuosa que se haya hecho jamás: «En el principio creó Dios los cielos y la tierra…» Arthur H. Compton (1892-1962), ganador del Premio Nobel de Física
En el principio, Dios
La Biblia nos enseña nuestros verdaderos orígenes: «En el principio Dios» no el caos, ni una formación nebulosa de gases, sino que «en el principio Dios creó los cielos y la tierra» (Génesis 1:1). Leemos eso en el primer versículo del primer capítulo del primer libro del libro de Dios, la Biblia.
La Biblia continúa diciendo: «Dios creó al ser humano a Su imagen; lo creó a imagen de Dios; hombre y mujer los creó»(Génesis 1:27). Los primeros seres humanos no parecían simios, monos, peces o aves. «Dios el Señor formó al ser humano del polvo del suelo; entonces sopló en su nariz aliento de vida y el hombre se convirtió en un ser viviente»(Génesis 2:7).
La creación es la premisa, el prefacio y el cimiento de toda la Biblia. «Digno eres, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria y el honor y el poder, porque Tú creaste todas las cosas, y por Tu voluntad existen y fueron creadas» (Apocalipsis 4:11). En el libro de los Salmos leemos: «Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos; todo el ejército de ellos fue hecho por el soplo de Su boca. […] Tema al Señor toda la tierra; témanle todos los habitantes del mundo. Porque Él dijo, y fue hecho; Él mandó, y existió» (Salmo 33:6–9).
Dios es el único capaz de darle sentido al universo, de asignar un propósito a los planetas, de llenar nuestro corazón de amor, concedernos paz interior y salud física, y darnos reposo espiritual, propósito a nuestra vida y alegría a nuestra alma. La Biblia enseña: «El principio de la sabiduría es el temor del Señor, y el conocimiento del Santo es inteligencia» (Proverbios 9:10). Cuando veneramos y reconocemos a Dios, hallamos sabiduría.
¿Cuestionas la existencia de Dios? ¡Observa la belleza y la complejidad del mundo a tu alrededor, la inmensidad de la flora y la fauna, el mar —lleno de vida esencial para la supervivencia del planeta— y el cielo! ¿Te preguntas si Dios te ama? Puedes ver y vivir la experiencia de Su amor en el maravilloso mundo que te ha dado como morada.
Y eso no es todo. Quienes hemos establecido comunicación con el Diseñador por medio de Su Hijo, Jesucristo, podemos sentir Su amor y Su presencia. Por medio de la verdad que Él nos revela en la Biblia y las respuestas que obtenemos a nuestras oraciones se refuerza constantemente nuestra fe.
Si quieres llegar a conocer mejor al Creador, comienza por aceptar en tu vida a Jesús, tu Salvador. Haz la siguiente oración: Jesús, quiero conocerte personalmente, y por eso te invito a entrar en mi corazón. Gracias por morir por mí para borrar mis pecados y para que en el mundo venidero disfrute de vida eterna. Amén.
Tomado de un artículo de Tesoros, publicado por La Familia Internacional en 1987. Adaptado y publicado de nuevo en octubre de 2024.
1 Niles Eldredge, Missing, Believed Nonexistent, en The Manchester Guardian, 26 de noviembre de 1978, pág.1.
2 D.B. Gower, Scientist Rejects Evolution, en Kentish Times, Inglaterra, 11 de diciembre de 1975, pág.4.
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