La creación del hombre como varón y hembra
Peter Amsterdam
[The Creation of Humankind as Male and Female]
En el relato de la creación del capítulo 1 del Génesis, el universo y todo lo que hay en él —el Sol, la Luna, las estrellas, los planetas, los océanos, la tierra, los animales, los peces y las aves— se creó antes que los seres humanos. Lo último que creó Dios fueron los seres humanos. La Biblia explica que Dios creó a Adán, el primer hombre, y después a Eva, la primera mujer.
En lo relativo a los orígenes de la humanidad, el cristianismo se adhiere a la enseñanza bíblica de que Dios históricamente creó al primer hombre y la primera mujer. Aun sin meterse en el terreno de la cronología de la creación del mundo y de la humanidad por parte de Dios, el relato de la creación y de la existencia de Adán y Eva no se considera mitológico ni un recurso literario. La interpretación cristiana generalizada es más bien concebirlos como personas que realmente existieron y que se encuadran dentro de la historia del mundo.
En la Biblia hay continuidad y conexión entre Adán y las demás figuras históricas del Antiguo Testamento. Se muestra la relación entre la generación del primer hombre y las que le siguieron dentro de la historia del Antiguo Testamento. (Es posible que esas genealogías no incluyan todas las generaciones, sino solo las principales o más importantes, lo cual significaría que transcurrió mucho más tiempo y hubo muchas más generaciones que las que se enumeran.)
En el Nuevo Testamento se indica claramente que Adán fue una figura histórica (1 Corintios 15:45; 1 Timoteo 2:13). Sobre la historicidad de las figuras de Adán y Eva y la validez del relato del Génesis, J. I. Packer escribió:
Si bien en el Génesis se usa un estilo narrativo algo metafórico, se nos pide que lo interpretemos como un relato histórico. En el Génesis, Adán es vinculado a los patriarcas y juntamente con ellos al resto de la humanidad por medio de las genealogías (capítulos 5, 10 y 11), con lo que se convierte en actor de la historia del espacio-tiempo tanto como Abraham, Isaac y Jacob1.
Los versículos siguientes hablan expresamente de la creación del hombre y la mujer. Los primeros versículos de Génesis 1 dan una visión de conjunto; los de Génesis 2 y 5 entran en más detalles.
Luego dijo Dios: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza». […] Y Dios creó al ser humano a Su propia imagen; lo creó a imagen de Dios; hombre y mujer los creó (Génesis 1:26–27).
Y Dios el Señor formó al ser humano del polvo del suelo; entonces sopló en su nariz aliento de vida y el hombre se convirtió en un ser viviente (Génesis 2:7).
Entonces Dios el Señor hizo que el hombre cayera en un sueño profundo y, mientras este dormía, le sacó una costilla y cerró la herida. De la costilla que le había quitado al hombre, Dios el Señor hizo una mujer y se la presentó al hombre, el cual exclamó: «Esta sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Se llamará “mujer” porque del hombre fue sacada» (Génesis 2:21–23).
Cuando Dios creó al hombre, lo hizo a semejanza de Dios. Hombre y mujer los creó, y los bendijo. Y el día que fueron creados, llamó el nombre de ellos «hombre» (Génesis 5:1–2).
El hombre y la mujer, Adán y Eva, fueron ambos creados a imagen y semejanza de Dios, y una vez que Dios los creó, los llamó conjuntamente Hombre. En otras épocas era común hablar del hombre para referirse a la humanidad o al género humano, tanto varones como mujeres. Hoy en día no tanto; se suele decir más la humanidad.
En Génesis 1:26–27, como vimos hace un momento, Dios dijo: Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza... hombre y mujer los creó. El que Dios hiciera a Su imagen tanto al varón como a la mujer es una expresión de la igualdad de los dos sexos. Ambos son igualmente humanos.
Así como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son igualmente Dios en esencia, el varón y la mujer son igualmente humanos en esencia. Son iguales como personas e iguales en importancia. El teólogo Wayne Gruden lo expresa así:
Si estamos hechos igualmente a imagen de Dios, desde luego hombres y mujeres son igualmente importantes y valiosos para Él. Tenemos el mismo valor ante Él por toda la eternidad. El hecho de que las Escrituras digan que tanto los hombres como las mujeres están hechos «a imagen de Dios» debiera eliminar todo sentimiento de orgullo o de inferioridad y toda idea de que nuestro sexo es mejor o peor que el otro. [...] Si Dios considera que tenemos el mismo valor, el asunto está resuelto, porque la evaluación de Dios es el auténtico criterio para determinar nuestra valía por toda la eternidad2.
La mujer en la Biblia
El Nuevo Testamento, a pesar de haberse escrito en una sociedad muy dominada por los hombres, enseña la igualdad de las mujeres ante Dios. Muestra fundamental de ello es que el Espíritu Santo se derramó por igual sobre hombres y mujeres.
Sucederá que en los últimos días —dice Dios—, derramaré Mi Espíritu sobre todo ser humano. Los hijos y las hijas de ustedes profetizarán, tendrán visiones los jóvenes y sueños los ancianos. En esos días derramaré Mi Espíritu aun sobre Mis siervos y Mis siervas, y profetizarán (Hechos 2:17–18).
Al hablar de los dones del Espíritu Santo, tanto Pablo como Pedro señalan que son dados «a cada uno», lo cual indica que personas de ambos sexos podían recibirlos (1 Corintios 12:11).
Durante Su estancia en la Tierra, Jesús se propuso romper los tabúes sociales que eran desfavorables para las mujeres. Hablaba con ellas en público; conversó con la samaritana estando solo con ella (Juan 4:4–26); aprobó que una mujer se descubriera y lo tocara en la casa de Simón el fariseo (Lucas 7:36–44); tenía seguidoras que viajaban con Él y con Sus discípulos (Lucas 8:1–3). Todo eso era culturalmente inaceptable en la sociedad judía de la época.
Pablo hace hincapié en la igualdad de todas las personas dentro de la iglesia, inclusive entre las personas de uno y otro sexo: «Todos los que fueron bautizados en Cristo se han revestido de Cristo. Ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni mujer; porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús» (Gálatas 3:27–28).
Amy Orr-Ewing, escritora cristiana, hace la siguiente observación sobre la aceptación de las mujeres por parte de Jesús y al papel que desempeñaron en la iglesia primitiva:
En contraste con las normas culturales de la época, Jesús solía revelar grandes verdades teológicas a mujeres. En el evangelio de Juan, la primera persona que descubre la verdadera identidad de Cristo es la samaritana. No debemos subestimar lo radical que es eso: Jesús echó por tierra tabús culturales al enseñar a las mujeres y permitirles ser discípulas Suyas.
En realidad, está claro que las mujeres jugaron un papel amplio y enérgico en el ministerio de Jesús, como ejemplos en Su enseñanza y también como receptoras de la misma. Aunque eso puede parecer perfectamente normal y adecuado en el contexto del siglo XXI, debemos recordar lo radical que era en la Palestina del siglo I. Jesús intencionalmente apoyó e incluyó a las mujeres3.
Distintos roles
El varón y la mujer, hechos tanto el uno como la otra a imagen de Dios e iguales como personas y en esencia, también tienen, según las Escrituras, roles distintos. En los versículos sobre la creación de la mujer se expresa el concepto de la diferencia de roles (Génesis 2:18–24; 1 Corintios 11:3).
Algunas de las indicaciones de la diferencia de roles son que Adán fue creado primero y se le encargó que pusiera nombre a los animales, y fue también él quien llamó «mujer» a Eva; después de que ambos pecaron, Dios habló primero con él; Adán es considerado el representante de la humanidad (Romanos 5:12–18). Todo eso indica que a Adán se le da una función de mando.
Si bien Adán y Eva tenían roles distintos, se da a entender que había armonía en su relación. Los escritores Lewis y Demarest lo expresan de la siguiente manera:
Antes de su pecado, Adán y Eva gozaban de trato ininterrumpido con su Creador y Sustentador. Por lo visto era normal que se encontraran conscientemente con su Hacedor en la mañana y en la tarde (Génesis 3:8). La primera pareja disfrutaba también de una comunicación fiel y amorosa entre sí. No hay indicios de sospechas, envidias, celos u odio antes de su pecado. El varón y la mujer eran como Dios en cuanto a tener una relación de respeto, amor y confianza4.
En conclusión, Dios hizo al varón y a la mujer a Su imagen y semejanza. Esa imagen y semejanza sigue existiendo, si bien ha sido afeada por el pecado. Para Dios, tanto vale el varón como la mujer. Por ser cristianos, debemos procurar que el matrimonio sea la unión de dos seres humanos con el mismo valor y que desempeñan de manera armoniosa, comprensiva y amorosa el rol que se les ha asignado. Y como nuevas criaturas en Cristo, todos estamos llamados a transformarnos para ser cada vez más como Él y así ser un ejemplo de Él en nuestras relaciones. «Así, todos nosotros, [...] somos transformados a Su semejanza con más y más gloria» (2 Corintios 3:18).
Publicado por primera vez en julio de 2012. Adaptado y publicado de nuevo en diciembre 2025.
1 Packer, J. I.: Concise Theology (Tyndale House Publishers, 1993), 81.
2 Grudem, Wayne. Teología sistemática: Una introducción a la doctrina bíblica, Editorial Vida, Miami, 2007, pp. 485, 486.
3 Orr-Ewing, Amy: Isn’t the Bible Sexist?
4 Lewis, Gordon R, y Demarest, Bruce A.: Integrative Theology, Vol. 2 (Zondervan, 1996), 206.
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