La comunicación eficiente
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Recopilación
La psicología moderna nos dice que a fin de llegar a la edad adulta psicológicamente necesitamos la comprensión de alguien importante para nosotros, que nos ame. Así pues, en cierto modo, el que Dios nos ame significa que Él se ha tomado el trabajo de entendernos al prestar atención a nuestra experiencia humana por medio de un hombre como nosotros: nuestro Señor Jesús.
Los que practican el prestar oídos descubren que es uno de los factores más decisivos y que más influyen en las relaciones humanas. Es una fuerza magnética y creadora. De hecho, los que nos escuchan son precisamente aquellos por quienes tenemos inclinación. El que seamos escuchados nos crea, hace que nos desarrollemos más. Las ideas empiezan a brotar y a cobrar vida en nuestro interior. Lo mismo sucede cuando oímos con atención a otros, sin criticar. Escuchar nos recarga de modo que nunca nos cansemos unos de otros. Somos recreados.
Escuchar es una forma de cumplir mejor toda la ley con respecto a los demás, como Pablo lo resumió con este mandamiento: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo»[1]. Podemos amar mejor a nuestro prójimo al oír con afecto y atención a quienes hablan con nosotros. Es decir, con la actitud de «dime más». Al prestar atención a lo que nos dicen otros a fin de entenderlos, hacemos la obra de Dios en una modalidad de amor de Dios. Así pues, para identificarnos a nosotros mismos con los demás los escuchamos, y escuchar amorosamente es entender. Entender es perdonar, lo que hace que estemos menos avergonzados de llamar a otros nuestros hermanos. Y, según lo que dice nuestro Señor, perdonar es ser perdonado.
Por lo tanto, seamos creativos y escuchemos como lo hizo Jesús; prestemos atención a Dios, a los demás y a nosotros mismos. Kelly Bennett[2]
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Hay estudios que revelan que, en una conversación, un interlocutor habla de las necesidades de la otra persona solo el tres por ciento del tiempo. Eso significa que el 97 por ciento del tiempo prestamos más atención a nuestros sentimientos que a los de la persona con quien hablamos.
[La comunicación] no siempre es fácil. En realidad, para algunos de nosotros escuchar es una disciplina difícil. Yo soy así. Por naturaleza hablo mucho. Sin embargo, aprendí hace tiempo a contenerme y a dar a la otra persona la oportunidad de hablar.
Él o ella me escucharán mucho mejor si primero los escucho a ellos. Esta frase me gusta: «A las personas no les interesa saber cuánto sabe uno hasta que saben cuánto se interesa uno por ellas». Es un hecho. Y nada expresa un interés tan genuino como mirar a los ojos de la persona y escuchar su corazón. Dexter Yager[3]
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Para animar a las personas a ser más comunicativas hace falta un dirigente que se comunique con ellas allí donde se encuentran.
Sin embargo, la verdadera comunicación es más que verbalización. La mejor definición que he leído me la ofreció un amigo. «La verdadera comunicación es sentir lo que siente la otra persona en el momento y aceptarla por ello». Tener sentimientos profundos por los subordinados es de verdad la clave para tender puentes en las relaciones humanas. Sin ello, las personas se distancian, lo que afecta el trabajo y las actitudes.
Estas son algunas sugerencias útiles para la comunicación:
1. ¡Deja de hablar! (Si hablas, no puedes escuchar. Polonio [Hamlet]: «Presta oídos a todos, pero a pocos tu voz».)
2. Tranquiliza al que habla. (Ayúdalo para que le parezca que tiene la libertad de hablar.)
3. Demuéstrale que quieres escuchar. (Manifiesta interés. No leas tu correo mientras la otra persona habla. Escucha para entender en vez de para responder.)
4. Elimina distracciones. (No garabatees, no des golpecitos ni revuelvas papeles. ¿Habrá más silencio si cierras la puerta?)
5. Establece lazos de empatía. (Trata de ponerte en el lugar de la otra persona, de modo que puedas ver su punto de vista.)
6. Ten paciencia. (Deja que pase bastante tiempo. No interrumpas.)
7. No pierdas la calma (Un hombre enojado entiende mal el sentido de las palabras.)
8. Toma con calma las discusiones y la crítica. (La otra persona podría ponerse a la defensiva. Es posible que deje de hablar o que se enoje. No discutas. En esos casos, aunque ganes, pierdes.)
9. Haz preguntas. (Eso anima a la otra persona y le hace ver que estás escuchando.)
10. ¡Deja de hablar! (Eso es lo más importante, porque todos los otros mandamientos dependen de ello. No se puede escuchar bien cuando se habla al mismo tiempo.)
La naturaleza le dio al hombre dos oídos y solo una lengua. Es una gentil indirecta de que debería escuchar más de lo que habla. Las mayores ventajas de escuchar bien, son: (1) Una persona que presta oídos puede tomar mejores decisiones porque tiene mejor información; (2) una persona que sabe escuchar ahorra tiempo porque aprende más en un tiempo dado; (3) escuchar contribuye a que el que comunica determine lo bien que su mensaje es recibido; (4) una persona que sabe escuchar alienta a los demás a que hablen mejor; (5) saber escuchar disminuye los malentendidos. Ted W. Engstrom[4]
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La mitad de la eficacia de un buen testigo consiste en saber escuchar. De hecho, eso es en muchos casos lo que la gente más quiere: que alguien la escuche y se muestre comprensivo, tener a alguien con quien desahogarse y a quien contarle sus cuitas. Cuando una persona se da cuenta de que la comprendes, se comunica mejor y con mayor libertad.
Tú también lo necesitas. Para ser un testigo eficaz, tienes que ponerte al nivel de los demás, meterte en su pellejo, identificarte con ellos. Y la única forma de hacerlo es escuchar atentamente sus respuestas. A medida que la conversación se torne más profunda y tus preguntas más relevantes, es provechoso que hagas una breve oración en silencio para que el Señor te ayude a entender las palabras y sentimientos de tu interlocutor. Puedes pedir al Señor que te ayude a verlo como Él lo ve y que te indique de qué manera puedes manifestarle mejor Su amor.
Puedes animar a la persona a seguir hablando asintiendo con la cabeza, o encauzar la conversación diciendo algo apropiado de cuando en cuando; pero es importante que resistas el impulso de ampliar lo que te esté diciendo o valerte de ello para expresar tu punto de vista. Procura no interrumpir; deja que se desahogue completamente. Escuchar no es solo una de las funciones más importantes de un buen testigo; es también una de las más difíciles. Si tú tienes las cosas claras, es natural que estés ansioso por darle a la gente las soluciones a sus problemas y las respuestas a sus interrogantes; pero no lo hagas prematuramente. Puede que alguien te narre su vida entera; aun así, sigue escuchándolo. Es un aspecto importante de manifestar amor.
Escuchar a los demás también produce un efecto secundario importante: Si has sido un buen oyente, es probable que tu interlocutor se muestre más interesado en lo que tú digas cuando te toque a ti hablar, y que lo reciba mejor. Estará menos a la defensiva, más abierto a nuevas ideas y puntos de vista, y se mostrará más comprensivo. Shannon Shayler y Keith Phillips[5]
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Aprendamos de Jesús. Cuando acudimos a Él en oración para expresarle lo que nos preocupa, ¿acaso nos escucha por unos instantes y enseguida nos interrumpe? En muy raros casos. Siempre está a nuestro alcance, siempre está accesible y presto a escucharnos. En todo momento se muestra interesado en conocer nuestra perspectiva de las cosas. Se pone a nuestro nivel. Escucha atentamente lo que queremos decirle y además está pendiente de los sollozos inaudibles de nuestro corazón. Sabemos que nos entiende.
Él se fija en nuestra motivación, no en los errores que hemos cometido ni en los líos que hemos armado. Nunca es áspero, nunca nos habla en tono condenatorio. Siempre nos dispensa misericordia, esperanza y perdón. Por mucho que nos hayamos descarriado, nunca deja de amarnos.
Escuchar a alguien —escucharlo de verdad— es una manifestación de amor. No solo es una expresión de nuestro amor, sino también del amor del Señor por esa persona, un amor incondicional, eterno y perfecto en todo sentido. Si consigues que una persona vea a Jesús reflejado en ti porque le prestas oído con el mismo amor con que Él la escucharía, no te resultará difícil conquistar su corazón para Jesús.
Escuchar a los demás es un arte que puede cultivarse. Hay que partir por tener un deseo sincero de entenderlos, a fin de saber cómo amarlos y ayudarlos. Pide a Jesús el don de la empatía; luego pídele que te ayude a practicarlo ayudando a tu prójimo y conduciéndolo con mucho amor a Su reino celestial. Keith Phillips[6]
Publicado en Áncora en abril de 2015.
[1] Gálatas 5:14.
[2] Streams in the Desert, Volume 2 (Zondervan, 1977).
[3] Dynamic People Skills (Internet Services Corporation, 1997).
[4] The Making of a Christian Leader (Grand Rapids, Michigan: Zondervan, 1978).
[5] Uno a uno (Aurora Production, 2013).
[6] Ibíd.
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