La carrera que tenemos por delante
William B. McGrath
En Hebreos 12:1 leemos: «Corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante». Se refiere a la carrera de la vida que nuestro Creador nos puso por delante, el «llamamiento de Dios en Cristo Jesús» (Filipenses 3:14) que nos corresponde a cada uno.
Al elegir la carrera que Dios quiere que corra, siento que me inspira Su presencia, me orienta y me ayuda a volverme un ganador en mi carrera hacia metas eternas y duraderas. Es la carrera más satisfactoria de todas las que podría correr. Es una carrera que Él ha diseñado, personalizado y creado para mí.
Esta carrera incluye cosas aparentemente insignificantes de la vida cotidiana y hábitos de pensamiento y acciones que nutren la divinidad en mi vida. El siguiente versículo, Hebreos 12:2, nos dice que al correr la carrera «fijemos la mirada en Jesús, el iniciador y perfeccionador de nuestra fe, quien por el gozo que le esperaba, soportó la cruz», por eso me gusta fijar la mirada en Jesús para ver cómo Él corrió Su carrera, para seguir se ejemplo de la mejor forma posible. Le pido ayuda para tomar mi cruz cada día (Mateo 16:24), cuando se presentan la pequeñas irritaciones de la vida, porque existe una recompensa eterna para mí (Juan 14:3).
Los contratiempos que se me presentan son a veces difíciles de entender, pero sé que mi Sumo Sacerdote en los cielos entiende e intercede por mí (Hebreos 4:15). Él ve el resultado final de las dificultades que me permite vivir, Él me está «refinando», está de mi lado. Mis sufrimientos ligeros en esta vida «producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento». (2 Corintios 4:17).
Si comulgo con Jesús, a través de Su Palabra, aprendo a alinearme con los avisos de Su Espíritu, dejo mi voluntad de lado y sigo la dirección en la que me lleva Su carrera. Él me da fuerza para resistir tentaciones y me ayuda a desarrollar los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza (Gálatas 5:22–23). Sé que la mejor decisión que jamás tomé fue la de dedicar mi vida a correr Su carrera. Cada vez me doy más cuenta de que será, con mucha diferencia, la carrera para toda la vida más gratificante y enriquecedora que jamás hubiera podido imaginar.
Las carreras requieren resistencia, entrenamiento y otros corredores. Creo que la principal resistencia que enfrento es la de mi vieja naturaleza terrenal. La carrera es una maratón, no una carrera corta. Para dominar mi naturaleza antigua, que me tienta a aceptar las excusas comunes para conformarme con la mediocridad, debo persistir y tener paciencia. Sé que necesito que el Espíritu de Dios me lave y me renueve y me dé la fuerza para no desviarme.
El mundo dice: «Destaca. Sube la montaña del éxito económico, el poder, el control y la posición. ¡Consíguelo todo ahora!» Pero la naturaleza de Cristo en nosotros nos otorga cosas que el dinero no puede comprar; paz verdadera, vida eterna y un papel que desempeñar para juntar a Sus hijos que sufren en la tierra y llevarlos a casa dónde reina Su amor por ellos.
La Biblia también compara nuestra carrera a la lucha de un soldado (2 Timoteo 2:3) y al entrenamiento de un atleta (1 Corintios 9:24). No siempre es fácil, y en lo personal sé que la mayor parte de mi lucha ha sido en mi propia mente; aprender a dominar mi orgullo constantemente. Como dice la frase: «Eres tu peor enemigo». Sé que incluso mientras corro Su carrera, existe un deseo de demostrar que puedo lograr algo, que tengo conocimientos, que merezco reconocimiento, etc. Pero Cristo durante Su ministerio, demostró con claridad Su gran consideración por la sencillez y por la gente común: los humildes, los pobres, los abatidos, los extraños, etc. Los doce apóstoles que eligió eran personas comunes, no pertenecían a la élite de la sociedad.
Me gustaría terminar con un par de pasajes que expresan lo que significa para mí estar corriendo esta carrera que Dios me ha puesto por delante.
«Cristo en ustedes, la esperanza de gloria» (Colosenses 1:27). Lo mejor que podemos hacer es no vivir por Cristo sino vivir a Cristo. ¿En qué consiste una vida santa? Es la vida de Cristo. No se trata de ser cristianos de palabra, sino personas que viven como Cristo. No se trata de hacer o ser algo grande, sino de simplemente tenerle a Él y dejarlo a Él vivir Su propia vida en nosotros; de permanecer en Él y Él en nosotros, y dejar que Él manifieste Su gracia, Su propia fe, Su propia consagración, Su propio amor, Su propia paciencia, Su propia benignidad, Sus propias palabras en nosotros. […] Es la vida más sublime y sencilla que es posible vivir. Es un nivel de vida superior a la perfección humana, y sin embargo es posible para un pobre hombre, pecador e imperfecto vivirla gracias al Cristo perfecto que vive en nosotros. Que Dios nos ayude a vivir así, y de esa manera que los que nos rodean sepan que la simplicidad, la belleza, la gloria y el poder de Cristo son reales. Charles E. Cowman[1]
Para la mayoría de nosotros, el día a día se repite incansablemente. El despertador nos llama a realizar la misma rutina, y nos parece que no existe posibilidad alguna de realizar algo heroico o por lo que valga la pena vivir. Me pregunto cuándo aprenderemos a llevar a cabo los pequeños quehaceres de la vida de forma precisa, puntual, concienzuda, respetuosa, no buscando los elogios de los hombres, sino que el Señor nos diga: «Bien hecho». No por la paga, sino porque Dios nos ha dado una pequeña obra que hacer en Su gran mundo. No por obligación, sino porque queremos. No como esclavos de las circunstancias, sino pensando en el Señor y haciéndolo «como para el Señor y no para los hombres», como personas a quienes Cristo liberó (Colosenses 3:23). Muy por debajo de esa vida común y corriente, se asientan las bases del carácter. […] Por eso, debemos ser muy cautelosos de no quejarnos de las tareas cotidianas. [...] Es mucho más valioso realizar una tarea insignificante por amor a Dios, la verdad y el prójimo, que una labor relevante con una actitud descontenta. Es mucho mejor sufrir pacientemente cada día mil alfilerazos que morir como mártir en la estaca. Una vida anónima ofrece muchas más oportunidades de desarrollar un carácter más elevado, es un terreno propicio para las virtudes cristianas, brinda más ocasiones que cualquier grandeza humana. Virginia Brandt Berg[2]
[1] Sra. Charles E. Cowman, Springs in the Valley, 3 de agosto.
[2] Virginia Brandt Berg, «Lo común y corriente».
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