La belleza de la Navidad
María Fontaine
En el presente artículo publicamos algunas reflexiones sobre la Navidad. Es acerca de dejar que Jesús se valga de nosotros para entregar Su amor a los demás, el gran valor de los pequeños gestos que hacemos en Navidad, ¡y el bello relato bíblico de la Navidad!
Regálale el corazón
Todas las obras que realizó Jesús en la Tierra tuvieron que ser muy importantes para que el Hijo de Dios bajara aquí a hacerlas. Sin embargo, cuando se examinan esas obras de suma importancia se observa que no todas ellas fueron lo que la mayoría de la gente diría espectaculares en el plano físico. Muchas de ellas —transformaciones espirituales— se realizaron sin mucho o, mejor dicho, sin ningún bombo. Muchas —Su diálogo con Nicodemo[1], el perdón que le concedió a una mujer inmoral[2] o Su encuentro con la samaritana[3]— no tuvieron, a primera vista, nada de extraordinario.
Las oportunidades más notorias en que enseñó y sanó a grandes multitudes tuvieron su momento y lugar, como cuando alimentó a cinco mil personas[4]. No obstante, Jesús también dedicó tiempo y atención a esas situaciones singulares en que se comunicó profundamente ya fuera con una persona o con un grupo pequeño.
La Biblia relata varios milagros de Jesús en los que se obró una transformación espiritual de una persona y que no requirieron una enorme inversión de tiempo, recursos materiales o esfuerzo. Jesús simplemente estuvo donde debía estar cuando surgió la oportunidad, y dio la verdad, el amor, la misericordia y el perdón que alentaron a alguien quebrantado, confundido o perdido. Su regalo no fue otro que Su amor incondicional, el cual tenía la virtud de comunicar luz, esperanza y verdad.
Si nosotros seguimos Su ejemplo, transmitiendo a los necesitados cariño y apoyo por la vía que Él nos indique, esta temporada navideña puede cumplir todas Sus expectativas. Mientras más lo emulamos, más se enriquece nuestra vida espiritualmente. Si hacemos lo que podemos para manifestar Su amor a los demás, Él nos ayudará a entender mejor el plan que tiene para nosotros.
El regalo que Jesús más desea en Su cumpleaños, es que le permitas que se valga de ti para comunicar Su amor a los demás. Ese es un regalo que puedes hacerle sin importar cuáles sean tus habilidades y destrezas, tu situación económica y tus ocupaciones. Además, es algo que solo tú puedes darle, pues significa regalarle tu corazón.
Una obra maestra navideña
Cuando un seguidor de Jesús vive la vida acorde con Sus preceptos, se convierte en algo hermoso. Ser cristiano y mantener una relación con Dios debería ser algo que impregne nuestras experiencias cotidianas, se integra a nuestras decisiones y brinda color a nuestra percepción de nosotros mismos, de los demás y de la vida misma.
«La Navidad [...] es el amor llevado a la acción. Cuando amamos a alguien, damos a esa persona como Dios nos da a nosotros. El don más preciado que Él nos dio fue Su Hijo, el cual nos envió en forma humana para que pudiéramos saber cómo es el Padre. Cada vez que amamos, cada vez que manifestamos amor, es Navidad». Dale Evans Rogers
Como un bello cuadro, la gloria más grande de un cristiano se compone de innumerables componentes pequeños. Las pequeñas manchitas de pintura que parecen tan insignificantes cuando las miramos de cerca se tornan en una belleza conmovedora cuando se contemplan en su totalidad. Del mismo modo, las incontables expresiones del amor de Dios compartidas con los demás en el transcurso de la vida de un cristiano parecen insignificantes en sí mismas. Sin embargo Dios las observa en el contexto de la totalidad de una vida que lo glorifica y Él se complace en su belleza.
Cuando nuestra vida se centra más en torno a Dios, Él le añade mayor brillo a nuestra mirada y más brío a nuestros pasos. Nos concede más fuerza en nuestra debilidad y mayor gracia en épocas difíciles, de sufrimiento o pérdida.
Nuestra dependencia de Él crece, Él aumenta nuestro gozo en Su Espíritu, que supera el pesar. Agudiza nuestra percepción espiritual, que nos ayuda a ver más allá de los defectos para reconocer y apreciar la belleza del Espíritu de Dios en nosotros mismos y en quienes nos rodean. Cuanto más nos proponemos fortalecer nuestra relación con Jesús y más deseamos una conexión espiritual con Él, más puede Él hacer patente Su Espíritu a través de nosotros. Pablo elogió a unos cristianos de su época con las siguientes palabras:
«Soy testigo de que dieron espontáneamente tanto como podían, y aún más de lo que podían, rogándonos con insistencia que les concediéramos el privilegio de tomar parte en esta ayuda para los santos. Incluso hicieron más de lo que esperábamos, ya que se entregaron a sí mismos, primeramente al Señor y después a nosotros, conforme a la voluntad de Dios». 2 Corintios 8:3–5[5]
Cuando tu fe desempeña un papel integral en tus valores, objetivos y decisiones, el amor que llevó a Dios a crear el universo puede despertar tu corazón para que perciba la necesidad que hay a tu alrededor. Te moverá a la acción. Si Dios manifiesta Su amor por nosotros en la belleza de una pequeña flor, así como también en la inconmensurable grandeza de haber venido a vivir entre nosotros y morir por nosotros, eso nos enseña que también hay muchas maneras en que nuestra vida puede hacer manifiesto Su Espíritu y verdad ante el mundo.
«En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó Su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos. Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad. En esto sabremos que somos de la verdad, y nos sentiremos seguros delante de Él». 1 Juan 3:16,18–19[6]
Dios quiere llenar nuestra vida con Su Espíritu en la medida en que se lo permitamos. Somos obra Suya. Al dar lugar a que Él plasme los diversos matices de Su amor y misericordia y dé forma a la belleza que desea que adquiramos, nos convertimos en una obra maestra Suya, que hablará al corazón de muchas personas. Abracemos con ansias el don preciado de Su presencia en nuestra vida, que nos fue obsequiado aquella primera Navidad. Al cultivar la belleza cautivante del amor de Dios en todo lo que hagamos y digamos, los demás se verán atraídos a Él a través de nosotros.
La historia más bella
A medianoche, bajo un cielo estrellado, aquellos ángeles descorrieron el telón del cielo como quien le arranca el envoltorio a un reluciente regalo de Navidad. Entonces, mientras del cielo emanaban luz y amor como aguas de una represa rajada, los ángeles irrumpieron en cánticos anunciando que había nacido el niño Jesús. ¡El mundo tenía Salvador! Los ángeles las llamaron «buenas nuevas», e indudablemente lo fueron. Larry Libby
En efecto, ¡son buenas noticias! ¡Y en la Biblia se cuenta todo lo ocurrido! Disfruté este relato breve del nacimiento de Jesús que se publicó en la revista Conéctate. Al releer los relatos del nacimiento de Cristo en los evangelios, recordé que ninguno lo engloba todo, pero combinados presentan una historia asombrosa.
Mateo parte con el dilema al que se enfrentó José al enterarse, por vía de un ángel, de que su futura esposa esperaba un hijo que no era suyo[7]. También nos relata que ciertos sabios o reyes magos de Oriente siguieron una estrella desde su país con el objeto de entregar unos presentes al recién nacido Rey[8]; que los reyes y José fueron advertidos en sueños acerca de las perversas intenciones del celoso rey Herodes, y que a raíz de ello José, María y el pequeño Jesús huyeron a Egipto[9].
Lucas añade muchos detalles que no aparecen en el Evangelio de Mateo, entre ellos el episodio en que el arcángel Gabriel visita a María para notificarle que va a dar a luz al Mesías[10], su reacción inicial[11] y otra posterior, pasaje que hoy se conoce como el Magníficat o cántico de alabanza de María, en el que ella exalta a Dios y Sus designios para el Hijo que ella pronto traerá al mundo[12].
Lucas además explica por qué Jesús nació en Belén a pesar de que José y María eran de Nazaret; nos revela los sucesos que llevaron al Rey de reyes y Salvador del mundo a nacer en un establo[13], cómo fue que los ángeles anunciaron Su arribo a unos pastores apostados en las cercanías[14], y concluye diciéndonos que esos pastores diseminaron la noticia por toda la región después de acercarse a venerarlo[15].
Si bien Juan no nos da ningún detalle, condensa lo medular de la cuestión en uno de los versículos más contundentes de la Biblia: «El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad; y vimos Su gloria, gloria como del unigénito del Padre»[16]. Chris Hunt
Publicado en Áncora en diciembre de 2021.
[1] V. Juan 3:1–21.
[2] V. Lucas 7:37–38, 48.
[3] V. Juan 4:1–29.
[4] V. Mateo 14:21.
[5] NVI.
[6] NVI.
[7] Mateo 1:18–25.
[8] Mateo 2:1–11.
[9] Mateo 2:12–15.
[10] Lucas 1:26–37.
[11] Lucas 1:38.
[12] Lucas 1:46–55.
[13] Lucas 2:1–7.
[14] Lucas 2:8–14.
[15] Lucas 2:15–18.
[16] Juan 1:14 (RVR 1995).
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