¡Jesús no ha cambiado, y nunca lo hará!
Recopilación
[Jesus Hasn’t Changed—And He Never Will!]
Cuando escribí este artículo, mi marido y yo habíamos terminado un período de constantes pruebas durante un año y medio. Él estuvo muy enfermo y estuvo entrando y saliendo del hospital por meses, y le habían operado. Además de sus problemas de salud, tuvimos asuntos legales aparte de las cargas económicas del coste de la vida y las cuentas hospitalarias que aumentaban día a día. Mi fe y mi fortaleza pasaron por pruebas extremas. Mi confianza en el cuidado y el amor del Señor, en medio de tantas dificultades, se fue debilitando rápidamente.
Un día, bajo la sombra de un cerezo con la calidez de un hermoso sol primaveral, estaba sentada afuera leyendo y me topé con el versículo: «Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos» (Hebreos 13:8). Decidí meditar en ello.
Comenzando con la primera palabra: «Jesucristo», pensé mucho en Jesús, en quién es Él, Dios en forma humana, lo bendito y maravilloso que es Su nombre, al que se puede acudir en momentos de dificultad.
Luego seguí con «es»: Jesucristo es… Una definición del verbo «ser» en la Real Academia es «estar en lugar o situación». Jesucristo está en este lugar conmigo. Sencillamente, Él es.
Luego agregué «el». «El» se refiere a algo singular, no es ellos o muchos, es uno. Una definición de «el» dice: «se refiere a una persona, lugar o cosa que es única». De modo que Jesucristo está aquí y es único.
La siguiente palabra sobre la que medité fue «mismo». Jesucristo es el mismo. «Mismo» significa idéntico, no diferente. Pensé en días en los que el sol brillaba en mi vida y Jesús era maravilloso para mí. Si no es diferente ahora, ¿por qué habría de pensar en Él de otra forma, aunque mi mundo pareciera estar desmoronándose?
Jesús no ha cambiado nunca. La que había cambiado era yo. Había permitido que mis circunstancias cambiaran mi percepción de Cristo. Jesús no cambia, entonces ¿cómo va a ser menos grandioso ahora que antes? Este pensamiento me iluminó el alma. Me percaté de que había encontrado algo a que aferrarme y que mi fe en Cristo no depende de mis circunstancias.
No pasé de la palabra «mismo» en mi meditación, pero creo que entendí el mensaje. Entendí que pase lo que pase, por difícil que sea mi situación, o por muy duras que sean las pruebas, Jesús nunca cambiará. Lo que cambió fue mi percepción de Él, no fue Él el que cambió, ni Su amor, ni Su habilidad para ocuparse de mí y de mis problemas. Sea lo que sea que depare el futuro, sé que Jesús es el mismo: ¡ayer, hoy y por los siglos! Chloe Rose
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¿Necesitas un milagro hoy? ¿Necesitas que Jesús te libere de una terrible aflicción del enemigo? ¿Necesitas que te cure de una enfermedad? ¿Necesitas que multiplique lo poco que tienes y haga que alcance para mucho más de lo que alcanzaría sin Su intervención? ¿Necesitas que te dé paz celestial en las tormentas terrenales? ¿Necesitas Su milagrosa provisión en tiempos de necesidad?
En dado caso, recuerda las acciones de Jesús hace 2.000 años. Él curó a los enfermos, restableció a quienes padecían lepra, dio vista a los ciegos, resucitó a los muertos, alimentó a los hambrientos, ofreció paz a quienes sentían temor, liberó a los poseídos y dignificó a los vilificados. ¿Ha cambiado nuestro Jesús desde entonces? Para nada. Jesucristo sigue siendo el mismo ayer, hoy y por los siglos. Él sigue siendo el mismo. Él es siempre y totalmente Él mismo.
Los milagros no son algo que Él hizo entonces pero no hace ahora. Todo lo contrario. Dios dice «Yo soy tu sanador» y no «Yo fui tu sanador» (Éxodo 15:26). Confía en Jesús. Pídele que extienda Su poderosa mano y bendiga tu vida o la de tus seres queridos con Su poder transformador. God’s Word for Every Need[1]
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La Biblia habla con claridad en muchos pasajes del carácter inmutable de Dios y Su naturaleza inalterable y constante. El apóstol Santiago afirma que: «Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación» (Santiago 1:17). […]
Dios creó el universo con sus condiciones continuamente variables. Sin embargo, Él sigue siendo para siempre el mismo (Salmo 102:27; Malaquías 3:6). Lo mismo puede decirse de Jesucristo (Hebreos 13:8).
No hay sombra de variación en el carácter de Dios. Su amor y fidelidad son constantes (Salmo 89:2; 136:1-26; 2 Timoteo 2:13). Él es para siempre perfecto (Deuteronomio 32:4; 2 Samuel 22:31) y santo (1 Samuel 2:2). El amor que demuestra a Sus hijos nunca falla (Romanos 8:38-39; Jeremías 31:3; 1 Juan 4:8).
No hay sombra de variación en los propósitos y las promesas de Dios. […] Él no miente ni cambia de parecer (Números 23:19). […] El Señor siempre hace realidad Su voluntad y cumple Sus promesas (Salmo 145:13).
No hay sombra de variación en la Palabra de Dios: «La hierba se seca y las flores se marchitan, pero la Palabra de nuestro Dios permanece para siempre» (Isaías 40:8). […]
Puesto que no hay sombra de variación en Dios, podemos depositar toda nuestra fe y confianza en Él. […] Cuando tenemos dificultades y se presentan las tentaciones, no dejemos nunca a las cambiantes sombras oscurecer nuestra confianza en el Padre de las luces. Gotquestions.org[2]
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Dios nunca cambia. La Biblia describe con claridad el carácter inalterable de Dios. «Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos» (Hebreos 13:8). Malaquías 3:6 dice: «Yo soy el Señor y no cambio». Aunque todo a nuestro alrededor cambie, podemos depender en que Dios nos mostrará continuamente Su gracia, amor y compasión. Podemos perder todas nuestras posesiones materiales, pero Dios sigue con nosotros. […]
Piensa en eso por un momento. ¿Cuántos amigos has perdido o de cuántos te has distanciado con el paso de los años, sencillamente porque dejaron de hablar? Ello se debe a que uno de los dos cambió. Pero Dios nunca cambia.
La existencia de Dios no admite cambios. Nunca ha habido un tiempo en el que no existía Dios. Nunca habrá un momento en el que deje de existir. El Salmo 102:27 dice: «Pero Tú siempre eres el mismo; Tú vivirás para siempre». Todo lo que Dios es hoy, lo ha sido desde siempre, y continuará siéndolo eternamente. No puede ser mejor, porque ya es perfecto. Su poder no puede disminuir y Su gloria nunca se desvanecerá. Su existencia nunca cambia.
Su misericordia es inalterable. El Salmo 100:5 dice: «Pues el Señor es bueno. Su amor inagotable permanece para siempre, y Su fidelidad continúa de generación en generación». Lo mismo es cierto sobre Su soberanía, santidad, poder, fidelidad, bondad, paciencia, gracia e incluso Su enojo. Sus atributos siempre han sido los mismos.
El Dios al que servimos es el mismo hoy que cuando levantó a Jesús de la tumba. Es el mismo que infundió de vida al mundo mediante Su palabra. Él es el Dios que salva y en quien puedes depositar tu confianza. Si Dios nunca cambia, Su amor —por defecto— es para siempre. Su perdón es eterno. Su salvación es por la eternidad. Sus promesas son eternas. Sus atributos son los mismos para siempre.
La naturaleza inmutable de Dios debería ser un gran consuelo. Todo lo que existe en este mundo te decepcionará en algún momento, debido a circunstancias, relaciones, salud, trabajo, hijos, tecnología y mucho más. Pero sin importar lo inestable de las circunstancias que nos rodean, Dios nunca cambia.
A.W. Tozer escribió: «Dios nunca cambia de humor, reduce Sus afectos o pierde Su entusiasmo. Su actitud hacia el pecado es la misma ahora que cuando echó al hombre pecaminoso del Huerto del Edén, y Su actitud hacia el pecador es la misma que cuando extendió los brazos y exclamó: “Venid a Mí todos los que estáis trabajados y cargados, y Yo os haré descansar”». Northstar Church
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No me abandones en la oscuridad.
La noche raudo cae, la luz se va. […]
Todo declina, todo ha de morir.
Tú que no cambias, sigue junto a mí.
Henry F. Lyte
Publicado en Áncora en junio de 2025.
[1] Mark W. G. Stibbe, God's Word for Every Need (Destiny Image Publishers, 2016).
[2] What does it mean that there is no shadow of turning with God (James 1:17)? GotQuestions.org, https://www.gotquestions.org/no-shadow-of-turning.html