¿Intranquilidad?
Peter Amsterdam
En Filipenses 4:6-7 el apóstol Pablo encarga a la iglesia:
No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús[1].
Actualmente para la mayoría de las personas es una gran prioridad librarse de la ansiedad, la preocupación y el estrés. Vivimos en un mundo con un ritmo cada vez más acelerado de cambio; y el cambio trae incertidumbre. La incertidumbre tiende a causar preocupación, estrés e inquietud general. Un amigo mío lo expresó así: «Cuando me siento intranquilo, estoy inquieto, con la sensación de que algo anda mal o de que me pierdo algo importante. A menudo tiene que ver con lo desconocido, con un riesgo, y en general incorpora una sensación de inquietud, de estar en una situación de cambio constante».
A veces me he sentido así, intranquilo. En algunos casos, despertamos sintiéndonos intranquilos, inquietos, pero sin poder precisar exactamente por qué. Otras veces, sabemos o tenemos una idea del motivo por el que nos sentimos así, de qué circunstancia o decisión está vinculada con eso. Podría ser que pospones tomar una decisión importante pero difícil. Tal vez hay conflicto en una relación y hace falta reparar un daño. Quizá es el momento de que efectúes un cambio —de carrera, lugar, en la labor de padres, prioridades, o en el círculo de amigos— y aunque sabes que el cambio es necesario, para ti tendrá un costo personal, de modo que te resistes o tienes miedo; y en consecuencia, evitas hacer lo que sea que te parezca que necesitas. O tal vez das pasos hacia un cambio en tu vida y no estás del todo a gusto porque no sabes cómo resultarán las cosas.
La intranquilidad, inquietud y ansiedad tienden a socavar tu alegría y fe. Esa sensación de miedo o de «no saber» puede hacerte perder entusiasmo en tus perspectivas o esperanza para el futuro, y puede impedir que sigas al Señor y logres un progreso firme. Esa sensación persistente de que existen demasiados cabos sueltos, decisiones pendientes, cosas que tal vez olvidas o que no puedes hacer, puede dejarte sintiéndote agotado, nervioso, distraído y emocionalmente exhausto.
La Biblia reúne varias estupendas promesas sobre este tema que dan asesoramiento espiritual y práctico.
Entrégale tus cargas al Señor, y Él cuidará de ti; no permitirá que los justos tropiecen y caigan[2].
Pongan todas sus preocupaciones y ansiedades en las manos de Dios, porque Él cuida de ustedes[3].
Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera, porque en ti ha confiado[4].
La paz les dejo, Mi paz les doy; Yo no la doy como el mundo la da. No dejen que su corazón se turbe y tenga miedo[5].
Aprender a depositar en Él toda nuestra ansiedad y no inquietarse por nada es más fácil decirlo que ponerlo en práctica, y aprender a no ceder a la ansiedad puede ser un proceso que requiere pasos prácticos de nuestra parte. Necesitamos esforzarnos para dar nuestras cargas al Señor. Debemos comprometernos a pasar tiempo con Jesús con regularidad. Necesitamos aprender a entregarle a Él nuestros temores y preocupaciones. Necesitamos meditar en la Palabra de Dios y volvernos expertos en dirigir nuestros pensamientos a lo que sea digno de alabanza, noble, bueno, verdadero, honorable y justo[6]. Debemos reemplazar los malos hábitos con buenas costumbres a fin de llevar una vida sana.
Algunas personas suponen que una vez que alguien es cristiano y ha puesto su confianza en el Señor, Él automáticamente protege a esa persona de lo malo. La confianza no funciona de esa manera. La confianza no elimina los problemas, el estrés ni las dificultades que puedan surgir, pero sí nos da una base firme para nuestra confianza: Dios. Nos da una válvula de escape para nuestra ansiedad: Dios.
Me resulta útil repasar las promesas de Dios para recordarme a mí mismo que Él me tiene un amor incondicional. Me ama. Te ama. Se interesa. Quiere ayudarnos. Ha prometido cuidar de nosotros. Cuando nos ponemos a nosotros y a nuestros seres queridos en Sus manos, sabemos que es el mejor lugar posible.
A mi juicio, el que nuestro espíritu esté en consonancia con el Espíritu de Dios es el aspecto más importante cuando estemos en gran necesidad de paz, esperanza, fe y confianza.
También hay algunos consejos prácticos y a continuación incluyo algunos.
Escribe tus preocupaciones y ansiedades. En particular, esto es útil si tienes mucho en qué pensar. Simplemente hacer una lista de todo puede traer algo de alivio. Las investigaciones indican que escribir acerca de tus preocupaciones puede calmarte y hasta mejorar tu desempeño. Escribe tus preocupaciones y entrégaselas a Jesús.
Una vez que hayas escrito todo lo que te agobia, esa puede ser también una lista de tus peticiones de oración y para planificar. Ora a diario por lo que está en tu lista. Busca una promesa para invocar para cada cosa, o por la lista en general.
Mira tu lista y busca los puntos más pequeños de los que puedas ocuparte. Si puedes actuar con relación a algunas cosas de la lista, aunque se trate de los puntos más pequeños, eso reducirá el tamaño de la lista y te dará una sensación de progreso.
Habla con alguien: un buen amigo, cónyuge, consejero, mentor. Puede ser provechoso explicar a alguien tu situación y buscar buen asesoramiento.
Cuidado con el «dios de las opciones». Ese término representa el abrumador número de opciones que tenemos disponibles hoy en día. Demasiada información puede conducir a una parálisis en la toma de decisiones; sin mencionar todo el tiempo perdido.
Sé consciente y disciplinado; busca la información que necesitas para tomar una decisión, sin quedarte atrapado en una sucesión interminable de nueva información y opciones.
Da un paso a la vez. Si hay un número de asuntos que se deben resolver, no los trates todos a la vez. Elige uno y luego piensa detenidamente y ora al respecto. Considera las ventajas y desventajas, con la meta final de tomar una decisión.
Decide. Actúa. Confía. Repite. Una vez que hayas decidido algo después de haber orado, no sigas investigando para hacer comparaciones o cuestionar tu decisión. Confía en que has tomado una decisión que es lo bastante buena. Confía en que Jesús puede traer algo bueno para ti por cualquier vía por la que buscas Su voluntad. (Y si tomas una decisión equivocada o más adelante se presenta una mejor solución u oportunidad, confía en que Él hará que pongas atención a ello y te indicará cómo proceder.)
Leí una cita con el tema de puertas abiertas y la lucha que a menudo enfrentamos los cristianos para tomar decisiones importantes mientras buscamos la voluntad de Dios. El autor escribió: «Dios puede valerse hasta de lo que parece una puerta equivocada si se pasa a través de ella con la actitud correcta»[7]. Creo que eso es cierto. Y sin duda es muy reconfortante porque nunca tomaremos todas las decisiones correctas. Esa es parte de la experiencia de la vida. Así aprendemos. Y es parte del plan de Dios.
Si podemos mantener una perspectiva celestial, disfrutaremos más el viaje de la vida. De acuerdo, los problemas que enfrentamos en la vida no son fáciles. Sin embargo, Jesús promete darnos fuerzas que nos permitirán llevar esos problemas. Dice: «Mi yugo es fácil y ligera Mi carga»[8]. Cuando recurrimos a Sus fuerzas, podemos tener paz en medio de la tormenta y alegría intensa hasta en circunstancias difíciles.
Jesús es nuestra fuente de paz. Su nombre es una «torre fuerte» a la que podemos correr y estar a salvo[9].
Publicado por primera vez en noviembre de 2015. Texto adaptado y publicado de nuevo en junio de 2018.
[1] NVI.
[2] Salmo 55:22 (NTV).
[3] 1 Pedro 5:7 (NTV).
[4] Isaías 26:3 (RVR 1995).
[5] Juan 14:27 (RVC).
[6] Filipenses 4:8.
[7] John Ortberg, All the Places to Go … How Will You Know? (Carol Stream, IL: Tyndale, 2015), 17.
[8] Mateo 11:30 (RVR 1995).
[9] Proverbios 18:10.
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