Imperfecto pero bendecido
Palabras de Jesús
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«Echa sobre el Señor tu carga, y Él te sustentará. No dejará para siempre caído al justo». Salmo 55:22[1]
No te permitas caer en la condenación o en el desánimo a raíz de tus imperfecciones, pues nunca alcanzarás la perfección. Toda la vida cometerás errores, y tendrás que encomendármelos a Mí y preguntarme cómo debes reaccionar ante ellos y encararlos. Sigue recordándote que no eres perfecto y que vas a fallar, y agradece que Yo esté presente para auxiliarte y obrar por medio de ti. Así no tenderás a desanimarte cuando tropieces o caigas en el camino.
Recurre a Mí en busca del apoyo y las fuerzas que necesitas. Acude a Mí en busca de las soluciones y la guía que te hacen falta. Preséntame tus cargas y Yo te ayudaré a llevarlas. Desahoga tu condenación, y Yo te la quitaré. Entrégame las preocupaciones y los temores, y Yo te daré Mi paz que sobrepasa todo entendimiento. Preséntame todo lo que sea motivo de condenación, desaliento o remordimiento, y háblame de ello, para que no lo lleves por tus propias fuerzas. Deposita todas esas cargas a Mis pies y deja que Mi amor te sane y te restaure.
A medida que me presentas toda inquietud, temor y problema, te daré la orientación y la paz que brinda Mi Espíritu. Cuando tus pensamientos permanezcan en Mí, te llenaré de Mi perfecta paz.
Una vasija remodelada
«…sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte». 1 Corintios 1:27[2]
Los afanes de esta vida y sus muchas preocupaciones te pueden fácilmente apartar de una íntima comunión conmigo. El miedo al fracaso merma tu capacidad de poner los ojos en Mí y de tener fe en que escucho tus oraciones, te amo y te quiero bendecir. Yo quiero levantarte por encima de tus cargas y darte un nuevo comenzar. Quiero hacer de ti un testimonio, un testigo de Mi amor.
Tomo lo débil, lo necio, lo destrozado y lo imperfecto para emplearlo como vasija de Mi amor, a fin de que Yo sea glorificado. Todo lo que has experimentado a lo largo de los años ha sido para ayudarte a convertirte en una vasija mansa y compasiva, que comprende, que se conduele y que sabe lo que es padecer y tener necesidad, que conoce los dolores de la soledad y la desesperación que siente la gente.
Aún los días más tenebrosos que encares en la vida pueden ser para bien si te pones en las manos del Pastor. Si te entregas como arcilla suave y dócil en las manos del Alfarero, Yo puedo hacer de los tiestos una vasija mejor. Tal vez no sea tan bella, pero sí será más útil. Soy capaz de recoger todos los pedazos en que se ha roto tu vida —tus sueños truncados, tus pesares, tus desilusiones— y con Mis manos de amor hacer que todo redunde para Mis buenos propósitos de dar forma y convertirlo en una hermosa creación Mía.
Simplemente sé fiel
«Hallaste fiel su corazón delante de ti, e hiciste pacto con él… Cumpliste Tu palabra, porque eres justo.» Nehemías 9:8[3]
Recuerda lo que se dijo de la mujer de la Biblia. «Esta ha hecho lo que podía»[4]. Del mismo modo, simplemente haz lo que puedas y déjanos el resto a Mí y a los demás. Confíame tu vida; confíame a tus hijos. Si no puedes darle todo lo que quisieras todos los días a las personas que te rodean, no te preocupes por eso. Limítate a dar lo que puedas, que Yo cuidaré de ellos. No tienes más que ser fiel con lo poco que puedas hacer cada día.
No te exijas tanto; haz lo que puedas. Mas ten presente que sin Mí, nada puedes hacer. Para lograr más, debes pasar tiempo conmigo leyendo Mi Palabra, en oración y comunión. Deseo dotarte de más paz, más fe y más amor.
Tu fortaleza proviene de Mí. Sin Mí arderás sin aceite y la mecha se te ennegrecerá. Tus fuerzas mermarán y no tendrás paz. No tendrás suficiente amor. Al traerme el peso de esas cargas y problemas, serán aligerados por medio de Mi fortaleza, Mi Espíritu y Mi amor.
Así pues, sé fiel apartando tiempo para Mí cada día. Puedo renovar tu relación con tus seres queridos, con las personas con las que trabajas y a las que ministras. Alza tu corazón y tus manos a Mí, ¡y deja que sea Yo quien lleve las cargas! Dame el primer lugar en tu vida y te fortaleceré, renovaré, te dotaré de renovado vigor y te reanimaré.
Confianza
«Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero Yo te he conocido, y éstos han conocido que Tú me enviaste. Y les he dado a conocer Tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y Yo en ellos». Juan 17:25-26[5]
Conozco tu corazón y entiendo todo lo que estás pasando. Sé que es difícil cuando te parece que estás al borde de la desesperación. Te sientes sin fuerzas para hacer frente a lo que se avecina, para superarlo. No te preocupes por cómo te sientes. Créeme, es cierto que saldrás airoso.
Yo sufro contigo. Cuando se duele tu corazón, el Mío se conduele contigo, pues tienes un Sumo Sacerdote que se compadece de tus debilidades. Sufro por ti. Me duele verte sufrir. Este es uno de esos momentos en que te alzo y te llevo en Mis brazos. Sé que en estos momentos es demasiado para soportarlo por tu cuenta y que no puedes recorrer tú solo el camino. Por eso te estrecho fuertemente y te llevo en brazos.
Créeme, cada pena que enfrentes en la vida se convertirá en espléndidas bendiciones. De las cenizas del dolor y la derrota brotarán hermosos lirios de Mi amor, no solo en tu vida, sino en la de muchos a quienes tu vida tocará. Tan solo cree que soy capaz. Confía en Mí cuando pases por aguas profundas. Confía en Mí cuando estés en lugares tenebrosos. Recuerda que Yo estuve ahí y que te sostengo. Yo impediré que los torrentes de aguas te aneguen.
Al pasar por épocas de pruebas, nunca olvides que en tu quebranto, Mi amor emanará de ti y te convertirás en una vasija de Mi amor mediante la cual se verterá Mi bálsamo sanador sobre los demás. Así como Mi vida y Mi cuerpo fueron partidos, y derramé Mi sangre por ti a fin de verter Mi amor y Mi Espíritu sobre ti y darte así la vida eterna, de igual manera, estos golpes traen aparejados los preciados frutos de Mi Espíritu y te convierten en una vasija de Mi amor y consuelo para los demás.
Publicado por primera vez en 1997. Texto adaptado y publicado de nuevo en marzo de 2018. Publicado en Áncora en abril de 2018. Leído por Mari Carmen Urbán.
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